El Paral·lel quiere cambiar
El Consistorio convoca un concurso para transformar la decadente avenida - Algunas voces piden más espacio para las personas y menos para los coches
"Cines, teatros, cafés, espectáculos y gente en la calle, ríos de gente por la tarde y la noche. Esto no es ni sombra de lo que fue". Es el recuerdo que tiene de la avenida del Paral·lel Lita Claver, La Maña. Tiene la doble condición de artista -fue primera vedette de El Molino durante años- y vecina. La Maña dice que "le duele" ver en qué se ha convertido la zona. Pocos comercios, pocos y mediocres bares y restaurantes y mucho espacio -nueve carriles- para los coches. La avenida del Paral·lel, dibujada por Ildefons Cerdà, como la Diagonal, también quiere cambiar su piel. Lo que no está tan claro es cómo. El Ayuntamiento de Barcelona convocará un concurso de ideas que, de salida, debe hacer un diagnóstico de una avenida que se ha ido apagando a medida que las luces de salas y teatros se fueron cerrando: el Talia, el Arnau, El Molino, por citar los más recientes. De la amplia oferta de espectáculos que tuvo hace dos décadas, hoy por hoy, sólo subsisten tres: Condal, Victoria y Apolo.
El comercio, muy activo en el vecino Raval, es inexistente en la avenida
La zona se ha ido apagando a medida que han ido cerrando los teatros
El Paral·lel no tiene nada que ver con lo que fue. No sólo con su época dorada de los felices años veinte y treinta del siglo pasado, sino con las décadas más cercanas de los setenta y ochenta. "No era sólo el Paral·lel, también pasaba lo mismo con algunas calles. Como Nou de la Rambla -en aquella época Conde del Asalto- con tiendas de ropa que no cerraban nunca", recuerda el florista Juan Noval con el comercio en los bajos del olvidado teatro Arnau. "Y, ahora, mira cómo está esto. Se va a caer cualquier día y acabará pasando una desgracia", añade señalando el pésimo estado de la cubierta del teatro. "Aquí nadie hace nada, ni la propiedad ni el Ayuntamiento", se lamenta. El caso es que el Consistorio y la Iglesia china, propietaria del teatro, llevan años sin conseguir llegar a un acuerdo sobre el precio del local.
La fundación Fem Molino ha sido y es una agitadora del cambio que se espera para el Paral·lel. La reapertura de la sala -ya se está trabajando en el interior de la estructura- prevista para la primavera próxima es una de las piezas del futuro Paral·lel. Hay mucha ilusión y esperanza depositada en ello. "En mi época era mágico. Se creaba complicidad entre el escenario y el público, sobre todo con muchos matrimonios. En los palcos estaba la gente más acomodada", recuerda La Maña, que inició su andadura en El Molino en 1969. Después de siete años ininterrumpidos, se tomó un descanso y regresó en 1979 como supervedette. "Siempre había gente en el Paralelo y, al salir, íbamos dando un paseo a La Rambla a tomar algo. Igual que ahora, ¡ja!, que no te puedes tomar ni una cerveza", dice con sorna. "Es una pena. Se ha convertido en una avenida gris y desangelada", resume. El empresario de espectáculos Ricard Ardèvol, que estuvo al frente de El Molino desde 1981 y 1994, confía en que el Ayuntamiento pise fuerte el pedal de la reforma del Paral·lel: "tiene que ser un paseo, un amplio bulevar con aceras anchas, con comercios, restaurantes y bares que inviten a estar. Esto tiene que cambiar no mucho, muchísimo". Reconoce que es imposible reproducir el Paral·lel que llegó a ser. "Era conocido internacionalmente", precisa.
Es una avenida a la que van a parar tres distritos: Eixample, Ciutat Vella y el barrio del Poble Sec, de Sants Montjuïc. "Lo que ocurre es que el Poble Sec mira al mar, como toda Ciutat Vella y se hace difícil segregar esa unidad que forma el frente marítimo", apunta la edil de Ciutat Vella, Itziar González. Si fuera por ella, la reforma del Paral·lel debería servir para replantear todo el frente marítimo: "tarde o temprano se tiene que afrontar la ampliación de la Ronda del Litoral. Sería el momento de anular todo el paso del tráfico por arriba y poner remedio a la plaza de la Carbonera, que no es más que un anillo viario que hace de barrera con el puerto". Ésa es una de sus ideas. Entiende que el acceso natural de los pasajeros que llegan al puerto al centro de la ciudad podría ser el Paral·lel y no la absolutamente desbordada Rambla. En eso está también de acuerdo el edil de Urbanismo, Ramón García Bragado: "Es necesario descongestionar La Rambla".
El comercio, tan presente en el interior del vecino Raval, es testimonial en el Paral·lel. El barrio del Poble Sec, que, como el Raval se ha ido llenando de locutorios, es uno de los pocos que no tiene mercado. "Los vecinos ya tenemos asumido que para muchas cosas hay que cruzar la avenida, como para ir al mercado de Sant Antoni. O si quieres tomar algo en una terraza a partir de las doce de la noche, porque las nuestras cierran a esa hora y en la acera del Paral·lel que toca con Ciutat Vella pueden estar abiertas hasta más tarde. Algo que, además, nos parece injusto", opina Eudosio Gutiérrez, presidente de los comerciantes del Poble Sec. Asegura que hay más vida y ambiente en el interior del barrio que no en su arteria principal. "Aquí hace falta una inversión muy importante. Hace faltan más terrazas, más luz y más comercio", cuenta su receta. Se podrían añadir dos ingredientes: más limpieza y un urbanismo más cuidado.
También hay muchas expectativas en el inicio del ARTeria Paral·lel, en lo que en su última etapa fue la sala Scénic y en su origen (1892) el teatro Español, un inmueble que estuvo a punto de convertirse en un gran prostíbulo. El Ayuntamiento de Barcelona se hizo finalmente con la sala y la gestionará la Sociedad General de Autores (SGAE). La ARTeria Paral·lel será, en cierto modo, multiusos: teatro, conciertos y música. Todo eso empezará a ocurrir a partir del primer trimestre de este año. Al menos, ésa es la previsión. "Las dos salas [El Molino y ARTeria Paralel] pueden contribuir a empezar el cambio, a que la avenida recupere el punto golfo que históricamente tuvo. De todas formas, harán falta bastantes cosas más para dar más vida", apunta Josep Bohigas, de la fundación Fem Molino y, además, el arquitecto de El Molino del siglo XXI. Tiene claro que, de salida, hay que invertir los términos de la distribución de la sección de la avenida: "hace falta más espacio para las personas y la actividad y menos para los coches".
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