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Reportaje:VIDAS SIN RASTRO

14.000 desaparecidos

Familiares de las personas que están en paradero ignorado exigen mayor celeridad y eficacia en la búsqueda de sus parientes. "Ya no sabemos a qué aferrarnos"

Juan Jesús Aznárez

Aidan Vargas tiene cuatro años. Su madre y su abuela dicen que tiene los mismos rasgos, los mismos gestos, incluso los mismos gustos de su hermano Yéremi, desaparecido en los alrededores de Vecindario (Gran Canaria) el 10 de marzo de 2007. Tenía siete años. Aquel fue un caso que conmovió a la opinión pública. De hecho, Ithaisa, su madre, sigue recibiendo invitaciones para acudir a programas de televisión, la última hace unos días. Cada semana, agentes de la Guardia Civil informan a la familia de sus movimientos, pero no hay novedades. Ithaisa ha vuelto a trabajar. El pueblo sigue inundado de carteles con el rostro del chaval y Aidan, a sus cuatro años, sabe la verdad sobre su hermano y espera su regreso algún día. Eso le dicen la madre y la abuela: que Yeremi algún día volverá. "Se lo llevó el malo", dice el chaval. Esa es la rutina dramática que viven los familiares de desaparecidos. "Hay dias buenos y días malos, pero siempre está la huella del desaparecido, porque su hermano (casi tres años menor) no ocupa su lugar por mucho que su presencia sea un soplo de aire fresco para la familia," dice su abuela Herminia.

"Sólo se investiga con rapidez en los casos muy mediáticos", subraya Salvador Domínguez, presidente de Adesepa
Francisco Jiménez creó hace un año la página 'web' sosdesaparecidos, que ha alcanzado el millón de visitas
La negligencia, la insensibilidad o los insuficientes recursos oficiales se suman al desorden operativo
Según José Calatayud, las familias viven esta situación con gran impotencia: "Pasamos también a ser víctimas"

Es una espera sin aliento. Y eso que el caso de Yéremi Vargas mereció atención mediática masiva. El drama, y la impotencia, son aún mayores cuando el desaparecido no alcanza siquiera esa amarga notoriedad. Es lo que ocurre en el caso de Mari Cielo Cañabate. Su hermana Esperanza observaba desde la ventana el festivo despliegue del vecindario y de los cuerpos de seguridad de Hellín durante el maratón del municipio albaceteño. "Y yo en la ventana viendo todo eso, llorando, y diciendo: ¿pero por qué no buscan a mi hermana? Hubo movilización, sí, pero para la carrera", recuerda. "Los primeros días son los más importantes en la búsqueda y no se hizo nada. Mi padre y yo tuvimos que ir solos a buscar a Mari Cielo por los campos. Los dos solos. No teníamos a nadie. No se imagina la impotencia que sentimos".

La impotencia y la irritación por el retraso de las pesquisas acompañan a la mayoría de los padres, cónyuges, hermanos, hijos y amigos de las más de 14.000 personas desaparecidas en España -desde que se abrió este registro, hace menos de 20 años- según el recuento del Cuerpo Nacional de Policía, Guardia Civil, Ertzaintza, Mossos d'Esquadra y policías municipales. "Estoy cansado de decir que los primeros días son cruciales, y nada. Sólo se investiga con rapidez en los casos muy mediáticos", subraya Salvador Domínguez, presidente de la asociación de personas desaparecidas Adesepa. "Hay que arrancar la investigación indagando con los familiares, amigos y círculo social de la persona desaparecida, y a partir de ahí averiguar en las posibles fisuras".

La descoordinación institucional y policial y la dispersión de esfuerzos en el cotejo del ADN y bases de datos malogran la solución de numerosos casos, de acuerdo con las denuncias. La negligencia, la insensibilidad o los insuficientes recursos oficiales se suman, frecuentemente, al desorden operativo. Las autoridades sostienen que las familias piden, a veces, imposibles porque la mayoría de los casos son muy complejos. No obstante, la triste realidad es ésta: independientemente de las policías locales, el Grupo de Desaparecidos de la Comisaría General de Policía Judicial no tiene ni personal, ni medios. "Salvo que lo hayan reactivado, ese departamento funcionaba hasta hace poco con dos personas: un jefe y un subordinado", señala una fuente. No extraña, por tanto, el desamparo de Domínguez. "Mi hijo desapareció hace nueve años y tuve la suerte, entre comillas, de que lo encontré porque fui perseverante", dice. "No me rendí nunca y tuve que indicar a la policía lo que tenía que hacer. Alguno quiso apuntarse el tanto, pero no les voy a dejar que lo hagan. El tanto fue mío y de nadie más".

Su hijo tenía 28 años cuando desapareció. Fue encontrado en una fosa común de Nueva York después de nueve años. "Es vergonzoso que con los adelantos que hay no se hubieran cruzado datos entre los dos países para que hubiera aparecido antes. El sufrimiento no se quita nunca, pero al menos sé dónde lo tengo". Domínguez sabe dónde descansan los restos de su hijo, contrariamente a la mayoría de los parientes de los más de 14.000 desaparecidos, que se aferran a la esperanza. Todos reclaman, como fundamental, un cuerpo de policía especializado en desapariciones y una base centralizada de ADN.

También exige eficacia y ganas la familia de Mari Cielo Cañabate, separada, con dos hijos, que alertó sobre la desaparición de la joven, de 36 años, el día en que no fue a recoger a su hijo pequeño: el 10 de octubre del año 2007. No acudió al colegio, ni tampoco llamó a su familia. La misma mañana había quedado con un hombre con el que mantenía relaciones. "Creo que se tenía que haber investigado inmediatamente en esa dirección", dice Esperanza. Pero no se hizo. Mari Cielo desaparece un miércoles; el jueves se presenta la denuncia; el viernes es la festividad de la Virgen del Pilar, y nada, y el sábado, la movilización para el maratón: Protección Civil, policía y Guardia Civil. Y llega el domingo, y nada de nada.

"Mi hermana seguía desaparecida y nadie nos había llamado. Nadie. Se dejó pasar un tiempo precioso". Sólo cuando intervino por la radio para denunciar la inacción, el alcalde de Hellín fue a verla. "Afortunadamente, se ha hecho cargo del tema la Brigada de Homicidios de la policía de Madrid". A la desesperada, el padre de Mari Cielo ha ofrecido una recompensa de 50.000 euros a quien encamine fehacientemente hacia el lugar donde pueda encontrarse Mari Cielo. "Ya no sabemos a qué aferrarnos. Yo estoy seguro de que si la hubieran buscado bien al principio, hubiéramos sabido de ella".

Los fallos y las lagunas son muchas y abarcan diferentes sectores: desde la coordinación policial y los protocolos de actuación, hasta cambios legislativos y medidas concretas de seguimiento y apoyo. Una de las conclusiones de un encuentro de familiares y expertos en Arrigorriaga (Guipuzcoa) reclamó a los políticos campañas de sensibilización: "Los ciudadanos, a menudo, tienen comportamientos que, siendo de entrega y positivos en un primer momento, pasan a una actitud de olvido en cuanto transcurre el tiempo".

La desidia ha sido tanta que Francisco Jiménez, trabajador en unidades de emergencia, creó hace un año la página web SOS Desaparecidos, que ha alcanzado el millón de visitas. "Lo hice por la dejadez que había en España sobre el tema de los desaparecidos. Las páginas web existentes no estaban actualizadas y era necesario que las fotos circularan por la Red. Tenemos más de 250 páginas web que colaboran con nosotros".

Amelia Moleón busca a su hijo Eduardo en España o donde sea desde que, hace 20 años, desapareciera sin dejar rastro en Villalba (Madrid). Había cumplido los 16 años y medía 1,92 de estatura, y "era tan alto como inocentón. Se dejaba engatusar por todo el mundo", recuerda Amelia, de 64 años, que regenta una peluquería en Madrid y tiene otro hijo, de 38 años.

Eduardo, que tendría ahora 36, debía haber regresado a casa, como muy tarde, a las once de la noche en un tren de cercanías que cubre el trayecto entre la Navata y Villalba. Se despidió de sus amigos, pero no volvió a casa. Hasta hoy. "No hubo ninguna averiguación. Ninguna, ninguna porque hace 20 años no se movía nadie, ni la policía ni su madre, hablando en plata. Tengo un amigo en la Interpol y está convencido de que se lo llevó una secta". Amelia lo intentó todo: se hizo la prueba de ADN, contrató un detective que le estafó, salió en el programa de Paco Lobatón ¿Quién sabe dónde?, publicó anuncios en los periódicos, acudió a comisarías y juzgados. Nada dio resultado.

"¿Para qué contarle? Vivir toda una vida así... Eso no lo sabe sino quien lo pasa. Tengo la suerte de trabajar de cara al público, en una peluquería, y eso me ayuda a sobrellevar todo esto". ¿Y las instituciones? "Todavía estoy esperando que alguien me diga algo". La respuesta oficial a la angustia de las familias difiere según los casos y situaciones. La buena voluntad que todos los cuerpos policiales aseguran tener choca con la amarga realidad de una cifra tan abultada de personas en ignorado paradero que, lejos de menguar, aumenta. Miles de casos se pudren en los cajones ante la inexistencia de nuevos indicios o por abandono mientras las familias se devanan los sesos imaginando lo peor: que sus parientes han sido secuestrados por sectas, traficantes de órganos, mafias o por psicópatas.

El grueso de las operaciones de búsqueda se agota al poco tiempo de comenzadas al encontrarse en un callejón sin salida. Los recursos que destinan la policía, la Guardia Civil, los Mossos d'Esquadra y las policías municipales son diferentes, se quedan cortos.

El presidente de Adesepa dice que las 14.619 personas desaparecidas en España corresponden a datos de 2006, por lo que cabe suponer que la cifra habrá aumentado. ¿Qué piden ustedes? "España no tiene equipos de búsqueda de personas desaparecidas especializados, por lo que habría que crearlos. No se trata de una policía nueva, sino de grupos de policías debidamente formados y presentes en diferentes puntos de la geografía española", explica Salvador Domínguez. Estos policías tendrían exclusividad y una partida presupuestaria propia. También pide la unificación de laboratorios del ADN a afectos de la localización de desaparecidos, "porque al menos hay tres por ahí: uno lo tiene la Guardia Civil; otro, el Cuerpo Nacional de Policía, y también los Mossos. Y eso es un desastre. La centralización evitaría duplicaciones y que las familias tengan que cotejar su ADN en tres o cuatro lugares".

El Ministerio del Interior afina una Base de Datos de Personas Desaparecidas y Cadáveres que permitirá el intercambio de información como ADN, piezas dentales, cicatrices, tatuajes o prótesis entre los cuerpos de seguridad del Estado, incluidas las policías autonómicas. El objetivo es que la iniciativa, que avanza hacia la unificación reclamada por Adesepa, tenga alcance europeo. La iniciativa será planteada en la Unión Europea (UE) aprovechando la presidencia española durante el primer semestre de 2010. No obstante, Salvador Domínguez no las tiene todas consigo. "A veces se nos dice que se hacen cosas que no se han hecho o que se van a hacer y están paradas. Nos están tapando la boca. ¿Que hace falta dinero? Sí, claro, pero con tantas familias sufriendo bien podría conseguirse evitando otros gastos superfluos".

¿Y los políticos? "Sólo buenas palabras, pero nada. Ningún cumplimiento, y hemos ido hasta el Congreso. Nos hemos entrevistado con muchísima gente". María Isabel García se sintió abandonada al poco de desaparecer su hijo Josué, de 13 años, el 10 de abril del 2006, en la localidad sevillana de Dos Hermanas. "Ahora estoy contenta de cómo llevan el caso, pero se comenzó a investigar muy tarde. Era Semana Santa y todos los jefes estaban de vacaciones. Nadie me ayudó. Al padre le dio tiempo de hacer lo que quiso. Primero desapareció mi hijo y a los 13 días desapareció el padre, que está en busca y captura por presunto homicidio", dice María Isabel. La investigación indica que el padre, Antonio, ha tenido que ver en todo el asunto. Ella había pedido el divorcio, pero todavía vivía con él, que no aceptaba la separación. "Es una persona con trastorno bipolar, tenía un carácter fuerte, tenía que dominar".

María Isabel García está convencida de que se llevó a Josué porque lo conoce bien. "Todo, todo apunta hacia él. Cuando le dije que lo iba a denunciar porque él sabía donde estaba, él huyó". El amigo de su hijo le dijo que Josué le había llamado el día de la desaparición para decirle que llegaría un poco más tarde porque iba a acompañar a su padre, electricista, a trabajar. El padre lo negó rotundamente, pero había mentido tanto que no era creíble. "Yo no tengo la esperanza de que pueda volver a mi hijo vivo. No, no la tengo. Y el instinto de madre me hace pensar que será así, aunque la esperanza nunca se pierde, pero tengo muy poca".

En mayor o menor medida, la esperanza es lo último que se pierde, como bien sabe José Calatayud, que indaga sobre el paradero de su hermano Rafael desde que desapareciera en extrañas circunstancias, en la playa de las Tejitas, el 2 de septiembre de 1991. Tenía 21 años, y los testimonios de las personas que dijeron haberlo visto el día de la desaparición están plagados de contradicciones y sospechas. "Nunca se pierde la esperanza e intentas no pensar que ha fallecido para no quemarte. Piensas que al final lo encontrarás vivo o muerto". La impresión es que alguien metió a Rafael en un mundo turbio, delictivo. "Pero nadie averiguó qué pudo haber pasado. No hicieron la investigación como se debía, incluso una juez fue retirada del caso por dejadez. Y si te quedas en que lo han matado y en que las instituciones no hacen nada, entonces todo se complica". "¿Que cómo vivimos las familias esta situación? Pues con una gran impotencia. Pasamos también a ser víctimas. Suele ocurrir que o no se investiga o los desaparecidos pasan a ser un montón de documentos que se apilan en los juzgados".

Manifestación en Vecindario (Gran Canaria), para apoyar a la familia del niño desaparecido Yeremi Vargas, en marzo de 2007.
Josué Monge, desaparecido el 10 de abril de 2006, a los 13 años.
Manifestación en Vecindario (Gran Canaria), para apoyar a la familia del niño desaparecido Yeremi Vargas, en marzo de 2007. Josué Monge, desaparecido el 10 de abril de 2006, a los 13 años.EFE / Ángel Medina

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