_
_
_
_
Reportaje:

Campaña sobre campaña

Mal asunto para Francisco Camps que hasta las organizaciones empresariales (como si ellas no tuvieran responsabilidad ninguna) empiecen a ponerle las peras a cuarto. Se ve que se va percibiendo que la primera Comunidad del mundo mundial, envidia de todas las autonomías del universo hasta anteayer mismo, no es más que un globito navideño a punto de desinflarse con más peligro que los bonos basura y el crash inmobiliario, y que conviene sugerir medidas razonables antes de que el desastre nos afecte a todos, incluidos aquellos que viven persuadidos de llegar a buen puerto antes de que la tempestad los estrelle contra los acantilados. La realidad es muy tozuda, más que algunos políticos que tanto jolgorio suministran a nuestra lamentable vida democrática en estas horas bajas, y por eso mismo se designa como realidad a todo aquello que, a la larga, se manifiesta inmune ante las añagazas interesadas.

Pero no tema el lector, no me dispongo a dar la vara como siempre sobre asuntos que no puedo remediar. Estamos en tiempos de bonitos villancicos como tierna música ambiental en el negocio de las grandes superficies comerciales, por más que mi reconocida mala sombra recuerde especialmente estrofas de dos de ellos, digamos que una menesterosa y la otra simplemente miserable. La primera la utilizó magistralmente Berlanga como cierre de su película Plácido, el film más devastador que nunca se ha hecho sobre el franquismo en los tiempos de Franco: "Porque en esta tierra ya no hay caridad/ni nunca la ha habido/ni nunca la habrá". Y la segunda es una insidiosa y terrible intención del falangismo de primera hora (sí, la de Laín y Ridruejo, entre tantos otros) de incorporar retrospectivamente al Niño Jesús en sus atrocidades: "Como la noche era fría/ lloraba el Niño Jesús/ le puse mi camiseta/le puse camisa azul". Se ve que esos revolucionarios de pacotilla no entendían demasiado de tallas o se tomaban a sí mismos por una cuadrilla de frioleros niñatos castellanos. Ninguno de esos villancicos suena en la alegría supermercadera, y me temo que tampoco en los hogares donde se cantan esta noche, antes o después de llenarse la barriga, las estimulantes nuevas del Nacimiento por excelencia.

Fuera de eso, o en su misma médula inconclusa, nos encontramos con que la risueña osamenta de García Lorca no aparece por ningún lado, aunque más de uno sospecha que está atada y bien atada bajo los jardines de El Pardo, tal era el temor del Régimen a que el lugar donde yacen los restos mortales (porque Lorca es inmortal, señores) de un poeta maricón se convirtiera en sitio de peregrinación como el de un Che Guevara cualquiera. Así que nada. Felices Pascuas y un todavía más mísero Año Nuevo, con la apostilla, eso sí, de uno de los versos más hermosos de Lorca: "Qué perfume de flor de cuchillo".

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_