Muniain destroza al Zaragoza
El juvenil del Athletic altera el partido con dos jugadas que prologan la victoria rojiblanca y condenan a Marcelino
Joan Manuel Serrat, gran futbolero, habría hecho una excepción con Iker Muniain a la hora de prohibirle joder con la pelota a uno de esos locos bajitos. El problema de Muniain es para el vecino, al que tiene costumbre de romperle el jarrón, pero no por accidente, sino porque el bandido tira a dar. Y acierta. Salió en el minuto 59 y el 60 ya se había inventado un quiebro en el área grande que culminó con un centro calculado que San José, otro pipiolo, cabeceó con el ímpetu que sólo un loco altito (en este caso) es capaz de hacerlo cuando intuye el gol. Entre los dos hacedores del primer gol, suman 36 años. Y eso que Joaquín Caparrós no quiso, todavía, dar paso a Jonás Ramalho, 16 años, que seguramente debutará el miércoles ante el Werder Bremen.
ZARAGOZA 1 - ATHLETIC 2
Zaragoza: López Vallejo; Diogo, Ayala, Pavón, Paredes; Pennant (Ewerthon, m. 68), Ponzio, Gabi (Herrera, m. 46), Jorge López; Lafita y Arizmendi. No utilizados: Carrizo; Goni, Babic, Laguardia y Alex.
Athletic: Iraizoz; Iraola, San José, Amorebieta, Castillo (Etxeita, m. 46); Gurpegui, Orbaiz, Javi Martínez, Susaeta; Toquero (Gabilondo, m. 83) y Llorente (Muniain, m. 59). No utilizados: Armando; David López, Etxeberria e Íñigo Pérez.
Goles: 0-1. M. 61. San José. 0-2. M. 82. Susaeta. 1-2. M. 92. Diogo.
Árbitro: Velasco Carballo. Amonestó a Ayala, Ewerthon, Ponzio, Toquero, Amorebieta, Susaeta, Iraola, Orbaiz y Javi Martínez.
Unos 23.000 espectadores en La Romareda.
Muniain era el fiel de la balanza entre la depresión y la euforia de Zaragoza y Athletic, respectivamente. Entre la mano de santo de Caparrós y el hueso de santo de Marcelino, tan defendido por la grada como cuestionado por la junta directiva. Cuando Muniain se giró y desbordó a su par, a Marcelino se le heló la sangre, tanto como cuando San José, un central de aquellos que intimidan más cuando atacan que cuando defienden, giró la cabeza para rematar al otro palo con un giro de cuello de esos que duelen si no es gol.
Se le heló la sangre, porque el partido hasta entonces estaba helado, peleado, discutido, trabado, sin ocasiones, a pesar de que Gurpegui marcara un gol ilegal en el primer minuto, anulado por el árbitro. Era como un tonteo entre un equipo asustado, el Zaragoza, y otro sobrado, el Athletic, que confía, como los grandes, más en su pegada que en su juego.
El Zarag oza, sin brújula, era un manojo de nervios. Superado en el centro del campo por el falso trivote Gurpegui-Orbaiz-Javi Martínez, el equipo de Marcelino se dejó adormecer por el Athletic. Es lo que tiene que confiarse de un equipo que no crea ocasiones de gol, que te olvidas de que tú tampoco las creas, por mucho que domines presuntamente el juego.
No pasaba nada hasta que ambos entrenadores optaron por sus jóvenes reservistas. Caparrós, por Muniain y Marcelino, por Ander Herrera. El rojiblanco es un tipo demoledor, 16 años llenos de descaro y pasión en lo que cree. Un quiebro, un gol. Un contragolpe, conduciendo lo justo y pase a otro bajito, Susaeta, para que fusile a López Vallejo. Herrera, en un rato, fue el mejor del Zaragoza, quizás porque era el menos impresionado por la caótica situación del equipo maño. Una ocasión tuvo el Zaragoza, salvada dos veces por Iraola. Hasta el gol de Diogo necesitó de la colaboración del Athletic.
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