Nulidad por inmadurez o por miedo reverencial
La infanta Elena ha consultado con expertos cómo solicitar la disolución de su matrimonio en Roma
La infanta Elena ha consultado con expertos en derecho canónico cómo solicitar la nulidad de su matrimonio con Jaime de Marichalar, con quien se casó en la catedral de Sevilla el 18 de marzo de 1995. La decisión de emprender esta vía todavía no está formalmente tomada, pero fuentes próximas a la Infanta indican que como católica y miembro de la familia real española es lo que debe hacer.
De nuevo será la hija mayor de los reyes de España quien tome las riendas para resolver su matrimonio y no Marichalar. Éste no quiso el divorcio y no lo aceptó hasta que vio que la decisión de la Infanta era irrevocable, y lo mismo va a suceder con las gestiones para solicitar la nulidad. Marichalar pertenece a una familia sumamente religiosa que no ve bien las anulaciones de los matrimonios y no parece interesado en el proceso.
La hija de los reyes tardaría entre dos y tres años en anular su boda religiosa
Para la infanta Elena la situación es bien distinta. Según Dionisio Llamazares, catedrático emérito de Derecho Eclesiástico de la Universidad Complutense de Madrid, la hija mayor de los Reyes quedará en una situación comprometida ante la Iglesia cuando obtenga el divorcio. El convenio regulador firmado por la pareja ha sido ya presentado en un juzgado de familia y, si no hay ningún contratiempo, el divorcio puede estar listo en el plazo de dos meses. A partir de ese momento, la Infanta, según las leyes de la Iglesia, tendría prohibido comulgar, por ejemplo; si bien, como señala Llamazares, se podría obviar su situación de divorciada y por "misericordia" seguir recibiendo la comunión si ella así lo deseara. El problema mayor con vistas a la Iglesia aparecería si doña Elena iniciara una nueva relación, ya que estaría siendo "adúltera". Aunque en el siglo XXI estas consideraciones parecen trasnochadas, todo indica que la familia real española, al ser católica, preferiría que uno de sus miembros siguiera las normas de Roma.
"La Infanta en principio puede acogerse a dos fórmulas para iniciar los trámites que lleven a la anulación de su matrimonio", señala el catedrático. "Lo más normal es que argumente que en el momento de la boda no tenía madurez para asumir las obligaciones correspondientes al matrimonio. Ésta es la causa más común utilizada por las personas que inician estos procesos, ya que es una especie de cajón de sastre donde todo cabe. También la Infanta podría decir que fue víctima de un miedo reverencial a la hora de tomar la decisión de casarse. O lo que es lo mismo, que se vio presionada por las circunstancias".
Según los expertos consultados, doña Elena puede iniciar en solitario el proceso o hacerlo de acuerdo con Jaime de Marichalar.
Las distintas etapas del proceso de nulidad matrimonial son: introductoria, en la que se definen las causas de nulidad; probatoria, cuando se producen las declaraciones de las partes y de testigos, así como la presentación de documentos y realización de peritajes (psiquiátricos, médicos y caligráficos, entre otros); discusoria, el momento en que los abogados de las partes y el defensor del vínculo -designado por la Iglesia- deben debatir en favor o no de la disolución del matrimonio; y por último la decisoria, cuando un tribunal colegiado de varios jueces emite la sentencia.
En el caso de la infanta Elena, todo este proceso debe realizarse en Roma al tratarse de un miembro de la familia real española. "El proceso puede tardar entre dos o tres años", señala Dionisio Llamazares. Aunque es fundamental para la rapidez o no del expediente la intervención del Papa. Carolina de Mónaco tardó 12 años en lograr la anulación de su matrimonio con el playboy Philippe Junot.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.