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Reportaje:

El orgullo de ser de O Portiño

El barrio chabolista llamado a desaparecer por los planes de urbanización en A Coruña lucha desde hace medio siglo por ser ciudadano

O Campanario-O Portiño, al pie del Atlántico, está en una de las esquinas más agrestes y bellas del litoral de A Coruña. Es una barriada de 280 "coruñeses de toda la vida" que lleva casi medio siglo luchando por su supervivencia y pleno reconocimiento ciudadano. Ignorados por el resto de la ciudad, "despreciados" por las autoridades, el sentimiento de apego a un barrio con tantas carencias como potencialidades es fuerte entre los vecinos. Un tercio no ha cumplido los 15 años. "Nací aquí y me gusta vivir aquí", se entusiasma un joven con la sonrisa desdentada. Cohesionados y organizados en torno a una activa asociación de vecinos, la comunidad de O Campanario, de etnia gitana, son incansables en sus luchas por dignificar sus condiciones de vida en el lugar en el que el ayuntamiento les recluyó hace ya 46 años. Nunca se dieron por vencidos a la marginalidad social a la que estaban inicialmente abocados.

"Que nos den el material, que nosotros lo hacemos", reclama Ramón

Integrado en los planes oficiales de erradicación del chabolismo, el barrio de O Campanario está situado en una de las pocas franjas costeras aún sin urbanizar, y es de las más atractivas de A Coruña. Sobre todo, tras la reconversión en parque del monstruoso vertedero de Bens, que se desplomó en 1996 ante las ventanas de estos vecinos. Está llamado a desaparecer. Y si bien nació en condiciones similares al infrahumano poblado de Penamoa, el asentamiento chabolista más grande de Galicia, situado en otra esquina de A Coruña, la historia y realidad de esta comunidad es radicalmente opuesta.

Hay sentimientos encontrados entre el vecindario de O Portiño sobre los planes municipales de realojo en una futura urbanización de cuatro bloques de viviendas con vistas a una circunvalación, en un rincón "escondido" del cercano barrio de San Pedro de Visma. "Hay mucha gente que lleva muchos años con la esperanza de acceder a una vivienda digna", cuenta el presidente de la asociación vecinal, Ramón Pérez Basich. Pero la mayoría desearía, sin renunciar a sus derechos a tener servicios públicos y urbanos como los de cualquier otro barrio, ni resignarse a las infraviviendas destartaladas en las que hoy viven, poder quedarse en O Campanario. "Que nos den el material, que nosotros lo hacemos", suspira Ramón. El vecindario lo demostró al volcarse con entusiasmo en los trabajos de limpieza de basura, acondicionamiento, pintura de fachadas y desbroce de maleza que desarrollaron durante una semana junto a los arquitectos del estudio Desescribir.

La iniciativa, enmarcada en el programa La ciudad de barrios, de la delegación coruñesa del Colegio de Arquitectos, no sólo permitió "sacar de la invisibilidad" esta barriada, sino mejorar su aspecto y espacios públicos. "Es un cambio, estamos viendo un poquito de luz, estamos saliendo del túnel", afirman, orgullosas, dos vecinas. Se ordenó una zona para el aparcamiento de los coches, se instalaron bancos, se delimitaron zonas de ocio y esparcimiento convirtiendo viejos neumáticos en coloreadas macetas de plantas. Incluso hay por fin carteles que indican cómo llegar hasta O Campanario, situado a caballo entre los barrios de Os Rosales y San Pedro de Visma.

El padre Silva, ya fallecido pero artífice de la enorme cohesión social del barrio, al que dotó de escuela -hoy el centro social- y un edificio de 12 viviendas, y la buena convivencia de sus habitantes evitó que la marginalidad creciera con una barriada que tuvo que convivir 25 años con los millones de toneladas de basuras del vertedero municipal de Bens.

Como ocurriría dos décadas más tarde con Penamoa, creado en 1984, fue el ayuntamiento el que, en una operación a principios de la década de los 60 para limpiar la ciudad de chabolistas, metió a medio centenar de familias en unos camiones y las instaló en unos barracones sin ventilación, ni condiciones mínimas de habitabilidad, construidos frente al mar, en lo alto de la cala de O Portiño. Iba ser temporal, cosa de un año o dos, prometían los poderes locales. Pero allí se quedaron, dejados a su suerte.

Muy coruñeses

El hecho de que los 280 residentes de O Campanario-O Portiño estén pendientes del realojo "no justifica el abandono de la zona", concluyen los arquitectos de Desescribir. Su misión es no sólo ayudar a los habitantes a mejorar su entorno y condiciones de vida, sino intentar que el lugar sea considerado "como un barrio más" de la ciudad. "Somos coruñeses de toda la vida, y no nos consideramos marginados por mucho que intentaran que lo fuésemos", dice el presidente vecinal.

Tras una semana de convivencia y trabajos con el vecindario, los arquitectos diagnostican "la continua inseguridad y la negativa influencia en la salud" que supone para los habitantes de la barriada las nulas condiciones de habitabilidad de sus viviendas. Tanto las de propiedad municipal, es decir, las hileras de barracones de los años 60, como las chabolas que crecieron igual que setas a su alrededor. "El índice de mortandad era muy grande en el barrio" durante los 25 años de convivencia con el vertedero de Bens. Ahora, el enemigo número uno del barrio es el frío y la humedad.

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