Muros y cercas
Se recuerda y se celebra. Con el muro berlinés desapareció la guerra fría y el miedo a un holocausto nuclear. Eso fue un 9 de noviembre de 1989, pero el Muro de Berlín empezó a socavarse unos años antes. Empezó a quedarse en falso a partir de febrero de 1986, cuando en el XXVII Congreso del partido de los comunistas soviéticos se aprobó lanzar la consigna de la transparencia informativa, la conocida glasnost, que incluía naturalmente la libertad de expresión y la libre circulación de ideas u opiniones. Asumida la consigna dada por Mijail Gorbachov, todo se sucedió de forma vertiginosa y los días del Muro estaban contados. La transparencia informativa y la circulación de ideas son, sin duda, fundamentales indicativos de la democracia, y con democracia no hay muros. Pero nos olvidamos hace tres años de conmemorar aquel febrero del 86 y de la glasnost por un lado; y por el otro vivíamos y seguimos viviendo con normalidad la existencia de otros muros y algunas intolerables cercas, de mayor o menor envergadura, que obstaculizan la democracia y la convivencia.
Todavía quedan vallas imaginarias, que constituyen reales líneas divisorias entre la Alemania de Adenauer y los antiguos territorios de la RDA; divisiones que estos días también están en boca de todos. Por no hablar de un Chipre férreamente dividido con alambradas, o de la ignominiosa, para todos, muralla de Cisjordania que separa a palestinos e israelíes. Tampoco aquí, en el cercado de la geografía valenciana, nos libramos de vallas y cercas. Especial relevancia, aunque parecemos acostumbrados a ella, es la cerca informativa; la alambrada que impide entre nosotros una información transparente y una libre circulación de ideas y opiniones. Y ni qué decir tiene, que sin una glasnost a la valenciana, nuestra democracia y nuestra convivencia seguirán paralíticas, y un número no desdeñable de ciudadanos y ciudadanas valencianas, seguirá ignorante o indiferente a cuanto aquí sucede en el ámbito público.
Las cercas valencianas, sobre todo en los medios de comunicación controlados por el poder autonómico, se adornan con los matices soviéticos del silencio o la manipulación. Baste remitirnos a la política informativa o de desinformación sobre las más que presuntas irregularidades o casos de corrupción, o a ceses políticos no explicados que nos sirvieron con embuste, que es mentira disfrazada con artificio. No lo tiene fácil aquí la democracia sin una necesaria glasnost que incluso limitaría los casos de corrupción y el chanchullo en el ámbito público. Mañana la Intersindical Valenciana en la RTVV tiene previsto reunirse con el Síndic de Greuges para hablar de la manipulación informativa en la radiotelevisión autonómica valenciana. Pero ese es sólo un aspecto de la cerca informativa que dificulta aquí la democracia y el progreso.
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