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27 AÑOS DE PERSECUCIÓN

El padre justiciero

André Bamberski relata a EL PAÍS la historia de cómo planeó en Baviera el secuestro del hombre que causó, hace 27 años, la muerte de su hija Kalinka. Hizo que fuese llevado a Francia para ser juzgado

André Bamberski, de 72 años, se sobresaltó cuando, pasadas las tres de la madrugada del 18 de octubre, sonó el teléfono de su casa, en Pechbusque, un acomodado suburbio de Toulouse (sur de Francia). "Una mujer extranjera que disimulaba su voz me dijo cuando descolgué: Krombach está en la calle del Tilleul (...) cerca de la Casa de la Aduana en Mulhouse (noreste de Francia). ¡Llame a la policía!", recuerda Bamberski.

El hombre buscó afanosamente en Internet el teléfono de la comisaría de Mulhouse, pero cuando habló con el agente de servicio supo que la policía ya había recibido otra llamada indicándole dónde estaba abandonado Dieter Krombach, el cardiólogo alemán al que Bamberski considera culpable de la muerte de su hija. El médico había sido secuestrado horas antes cerca de Kempten (Baviera) y trasladado a Mulhouse.

"Prometí a Kalinka, ante su tumba, que llegaría hasta saber la verdad, hasta que se haga justicia"
"Las vías legales se habían agotado. A los 72 años no me quedaba más remedio que suplir las carecencias judiciales"

La patrulla policial encontró a Krombach, de 74 años, a las 3.50 de ese domingo, tirado en la acera, amordazado, atado de pies y manos y con una herida en la cabeza. Tras identificarlo, le detuvo, pero le llevó primero al hospital de Mulhouse. Un juez ordenó después su ingreso en prisión. En Pechbusque, en la otra punta de Francia, Bamberski buscaba ya a esa hora un vuelo para Mulhouse.

Sentía un "gran alivio" mientras preparaba el equipaje, asegura Bamberski. "Estaba en la recta final de una historia que empezó hace más de un cuarto de siglo", cuando su hija Kalinka, de 14 años, murió en circunstancias extrañas en casa de Krombach en Lindau (Baviera).

"Le prometí entonces a Kalinka, ante su tumba, que llegaría hasta el final para averiguar la verdad y que se haga justicia", prosigue. "Entonces alcanzaré la paz y la serenidad". "Aún no he acabado, pero ese domingo de octubre dimos un gran paso hacia delante".

"He arruinado mi carrera profesional, he gastado cantidades ingentes de dinero en esta tarea a la que estoy dedicado en cuerpo y alma desde hace 27 años, pero ahora, más que nunca, creo que ha merecido la pena aunque yo vaya a ser juzgado por secuestro y acabe detrás de los barrotes", sentencia. Bamberski, experto en fiscalidad internacional, es un hombre pragmático. Para defender su causa en vísperas de los juicios que se avecinan ha recibido a varios medios de comunicación. En su chalet de Pechbusque habló con EL PAÍS durante horas en tono pausado mostrando decenas de documentos, mientras el sol se pone sobre el río Garona.

Su voz sólo se quiebra cuando evoca a su hija fallecida, Kalinka, bautizada con el nombre de una flor de los bosques de Mazuria, en el norte de Polonia, el país de donde es originaria la familia Bamberski que en los años treinta emigró a Francia. "Era una chavala estupenda, sonriente, alegre, deportista", afirma el padre con los ojos empañados por la emoción. "Era el centro de mi vida".

Kalinka nació en 1967 en Casablanca en el seno de una familia feliz. En la capital económica marroquí, Bamberski dirigía una empresa con 850 empleados. Allí también vivía Krombach, adscrito al consulado de Alemania. "¿Qué hacía un médico trabajando en el consulado?", se pregunta Bamberski. "¿No sería un agente secreto?".

Bamberski sólo recuerda haber "saludado un par de veces" a Krombach en Casablanca, a principios de los años setenta, aunque su mujer si debió de tener más trato con él. En 1974 la familia se trasladó a Toulouse, pero la esposa de Bamberski no tardó en dejarle plantado para reunirse en Lindau con el cardiólogo del que se había enamorado locamente. Pidió el divorcio, dejó al fiscalista la custodia de sus hijos -Kalinka tiene un hermano pequeño, Nicolás- y contrajo matrimonio con el médico alemán. Se separó de él en 1990 cuando dejó embarazada a su joven secretaria.

La adolescente pasó el verano de 1982 con su madre en la casa de Lindau. Sin que tuviera ningún problema de salud, Krombach le puso, el 10 de julio, una inyección intravenosa y, al poco tiempo, falleció. La fiscalía alemana abrió una investigación, interrogó al médico por teléfono, ordenó una autopsia del cadáver, del que se extrajeron los órganos genitales, y dio un carpetazo al asunto el 17 de agosto de 1982.

"Todo aquello me pareció incompleto", recalca Bamberski. "No se precisaba si Kalinka había tenido relaciones sexuales antes de morir, no se indicaba qué era la sustancia blancuzca que se encontró en su vagina, ni el origen de un pequeño desgarre en la vulva; ningún análisis toxicológico acompañaba la autopsia". Los forenses alemanes sí señalaron, en cambio, que las inyecciones con las que Krombach intentó reanimar a Kalinka una vez muerta eran "grotescas".

Bamberski mostró la autopsia a dos expertos en medicina legal de Toulouse. "Empecé a sospechar que Krombach había drogado a mi hija para violarla", afirma. "Mi vida dio entonces un vuelco". Dos años después presentó en Francia una denuncia penal contra Krombach. El juez instructor ordenó la exhumación del cadáver, enterrado en el cementerio de Pechbusque, y los forenses concluyeron que Kalinka falleció a causa de la inyección.

Bamberski tardó aún once años en obtener una condena de Krombach, juzgado en ausencia, a 15 años de cárcel por "asestar golpes y provocar heridas que ocasionaron la muerte, pero sin tener intención de causarla". Ahora debería ser de nuevo juzgado, pero por un jurado popular. "Las gestiones diplomáticas alemanas combinadas con el escaso entusiasmo de la justicia francesa explican, en parte, el retraso de tantos años", sostiene.

François Gibault, que fue abogado de Bamberski, recordaba en el diario France-Soir haberse encontrado en 1995, de camino al despacho de Didier Wacogne, presidente de la Audiencia de lo Criminal de París, "con un alto funcionario alemán que exigía aplazar la vista". Más tarde Bamberski pondrá una denuncia "por intimidación de magistrados" que quedará archivada.

Meses después, el entonces fiscal general de París, Jean-François Burgelin, explicó a Gibault que había "recibido instrucciones del Ministerio de Justicia para que la orden de detención internacional [contra Krombach] no fuese tramitada". "¡Es un escándalo absoluto!", asegura el letrado. Krombach "obtuvo apoyos extraordinarios tanto en Alemania como en Francia".

"¿Por qué?", se pregunta Bamberski. "¿Es porque Krombach fue agente secreto o se trata más bien de otra reacción nacionalista alemana?", añade este hombre marcado por la II Guerra Mundial, que pasó en una Polonia ocupada. Apresado en 1940, cuando tenía tres años, por la policía alemana en Valenciennes (norte de Francia) fue enviado a la fuerza a su país de origen junto con su hermana melliza.

Tras la guerra regresó a Francia, estudió derecho y contabilidad y fue el primero de su promoción, pero tardó en ejercer. Había adquirido la nacionalidad francesa y tuvo que marcharse a Argelia, a efectuar 36 meses de servicio militar que concluyeron en 1962, casi con la independencia del país magrebí tras seis años de guerra.

La orden de detención con vistas a obtener la extradición a Francia de Krombach acabó siendo lanzada por París en 1996, pero Alemania no la ejecutó so pretexto de que el caso había sido ya investigado en el lugar donde se produjeron los hechos y fue rápidamente archivado.

Aun así, el cardiólogo tuvo problemas con la justicia en su propio país. El médico fue condenado, en marzo de 1997, a dos años, pero sin ingresar en prisión, por violar a una chica de 16 años a la que había anestesiado. Bamberski cree que algo parecido pudo sucederle a su hija.

Krombach quedó también entonces inhabilitado para el ejercicio de la medicina, pero la siguió practicando a hurtadillas entre 2001 y 2006. Sustituyó al médico titular de una consulta de Coburgo y atendió allí a una paciente que había visitado la web (http://www.justice-kalinka.com) que Bamberski ha dedicado a su hija. "La mujer se puso en contacto conmigo, comprobamos algunos datos y no me fue difícil convencerla de que denunciara al impostor", recuerda el padre satisfecho.

El padre justiciero asistió en primera fila al juicio, celebrado en Coburgo en julio de 2007, en el que Krombach fue de nuevo condenado, ahora por "estafa y ejercicio ilegal de la medicina". Le cayeron 28 meses de cárcel, de los que cumplió 18. "Fue puesto en libertad por buena conducta", se lamenta Bamberski.

Aun en libertad, Krombach debía andarse con cuidado. Bamberski estaba al acecho. "Tres o cuatro veces al año viajaba a Alemania para buscarle, fotografiarle y encararme con él", recuerda. Para librarse del acoso, el galeno se mudó siete veces de casa desde 1997 aunque no salió de Baviera. Eligió, a veces, viviendas cuyas ventanas no daban a la calle. Gracias a intérpretes hábiles o a detectives privados, Bamberski siempre acababa por localizarle.

"Llamaba a su puerta, le pedía pacíficamente que se entregara a la justicia francesa y él me decía que yo estaba loco, que actuaba así por venganza, porque me había robado a mi mujer", rememora Bamberski. Éste llegó a distribuir miles de octavillas en las calles de los pueblos bávaros en los que residía Krombach explicando a sus vecinos que el médico era un prófugo de la justicia, que había sido condenado en Francia por homicidio involuntario y abusos deshonestos.

Más de una vez el cardiólogo llamó a la policía para librarse de la implacable persecución. A Bamberski, que se alojaba "por precaución" del otro lado de la frontera, en Bregenz (Austria), le dio tiempo a escaparse. No siempre. En una ocasión fue detenido, la fiscalía le acusó de escándalo público y difamación, y un tribunal alemán le impuso, en 2006, seis meses de cárcel, pero se libró de la prisión.

"Las vías legales estaban agotadas", deplora Bamberski. "El homicidio prescribe en 2015. Yo tengo 72 años y Krombach 74", prosigue. "No quisiera que ninguno de nosotros fallezca antes de que se haga justicia". "No me quedaba más remedio que suplir, parcialmente, las carencias de la justicia". "En varias ocasiones", confiesa, "hubo personas que se ofrecieron a matar a Krombach, pero siempre me negué a ello". Este católico practicante asegura que la idea le repugnaba. "Busco la justicia, no la venganza", enfatiza. Su objetivo era traerlo a Francia.

Bamberski admite también haberse entrevistado dos veces con personas que le propusieron "organizar el traslado forzoso" a Francia del cardiólogo y a las que llegó a abonar anticipos de 7.650 y 10.700 euros. "Pero eran estafadores que no volvieron a dar señales de vida", se lamenta.

El hombre con el que quedó, el viernes 9 de octubre, en un hotel de Múnich no era de esa calaña. Tenía unos 35 años y hablaba inglés con un marcado acento alemán. Ambos dieron una breve vuelta en coche y también pasearon por un parque. "He seguido el asunto de su hija en Internet (...)", recuerda Bamberski que le dijo. "Hay que acabar con la impunidad de Krombach", añadió. "¿Está usted de acuerdo con que se lo deposite en Francia?". El francés respondió con un "sí" rotundo. Su interlocutor, asevera, "no pidió dinero". "Fui yo quien insistí en asumir los gastos de la operación", pero no pagué ningún anticipo. Su versión resulta difícilmente creíble.

Krombach fue secuestrado ocho días después, a las cinco de la tarde, en la puerta de su casa por tres hombres y, como se debió resistir, fue golpeado en la cabeza. Un vecino encontró en el suelo varios objetos personales del médico y algunas gotas de sangre y llamó a la policía. Diez horas después era "depositado" en el centro de Mulhouse.

Cuando ese mismo día Bamberski subió al avión que le conduciría a Mulhouse las televisiones ya informaban de la detención de Krombach ilustrada, entre otros elementos, con una foto de su "perseguidor" francés. "Varios pasajeros me reconocieron, se levantaron y me dieron la enhorabuena", recuerda Bamberski.

En Mulhouse la policía no le acogió con la misma cordialidad. Le detuvo al poco rato de registrarse en su hotel. Llevaba un sobre con 20.000 euros, probablemente destinados a los secuestradores con los que mantuvo contactos telefónicos, según reveló su móvil. Tras 48 horas de interrogatorios, fue presentado ante el juez que le imputó por "secuestro, propinar golpes y causar heridas y pertenencia a banda de malhechores". Puede ser condenado a diez años. "Acepto todos los cargos presentados contra mí, excepto el de formar parte de una banda de malhechores", replica Bamberski.

El juez le dejó en libertad bajo fianza de 20.000 euros, pero sometido a control judicial. Ordenó también el registro de su domicilio en Pechbusque al que asistió Danièle, arquitecta de profesión y pareja de Bamberski que respaldó su lucha todos estos años. El desorden del despacho, carente de ordenador, revela la contundente actuación de la Gendarmería en el chalé.

Las autoridades alemanas no tardaron en manifestar su disgusto por lo sucedido. "Intentamos encontrar con nuestros colegos franceses una solución que permita el regreso del afectado a Alemania", declaró el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores. El abogado francés de Krombach pidió su liberación. La fiscalía de Kempten (Alemania) lanzó el 29 de octubre una orden internacional de detención de Bamberski, con vistas a extraditarle, y otra contra un kosovar de 38 años que se entregó a la policía austriaca autoinculpándose del secuestro.

En Francia la polémica está servida entre los que lamentan una extradición ilegal y aquellos que opinan que Bamberski suplió las deficiencias de la justicia. "¿Ilegal?, pregunta. "Entonces la historia judicial de Francia está salpicada de ilegalidades", contesta. "El nazi Klaus Barbie fue secuestrado en Bolivia para ser juzgado en Francia; el terrorista Carlos fue secuestrado en Sudán para ser juzgado en Francia; el coronel golpista Antoine Argoud fue secuestrado en Alemania para ser juzgado en Francia", recuerda. "¡Y sólo menciono los casos más conocidos!".

La joven Kalinka Bamberski de 14 años.
La joven Kalinka Bamberski de 14 años.AFP
André Bamberski, padre de la joven Kalinka, responde a las preguntas de los periodistas ante los juzgados de Mulhouse.
André Bamberski, padre de la joven Kalinka, responde a las preguntas de los periodistas ante los juzgados de Mulhouse.SEBASTIEN BOZON / AFP

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