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Cosa de dos
Columna
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Caricatura

La televisión solía mostrarnos como queríamos ser. Hasta hace 20 años, más o menos, el personaje televisivo, lo mismo el presentador que el concursante, se endomingaba, se repeinaba, intentaba exhibir lo más florido de su vocabulario y procuraba parecerse lo menos posible al personaje espectador, hipotéticamente repantigado en el sofá, hipotéticamente en pijama y rascándose el sobaquillo. La tele era una idealización (timorata y conservadora) de nosotros mismos.

Ahora intenta mostrarnos cómo somos. Cómo somos por dentro, o cómo creemos, en nuestros días peores, que somos por dentro. No vayamos a pensar que miramos a los concursantes de Gran Hermano o al personal que circula por DEC como miramos un hámster que pedalea en una jaula. No. En nuestra mirada hay identificación.

Quizá por eso Jorge Javier Vázquez dice que en Sálvame hace neorrealismo. Se trataría de un neorrealismo muy cutre y muy limitado, pero de algo así se trata: una caricatura antropológica con un elenco reducido a unos cuantos personajes. El propio Vázquez entre ellos. Es de suponer que era consciente de ello antes de que en DEC, la competencia, saliera el ex subcomisario Amedo (otra caricatura salvaje) y se hablara de ciertos episodios personales de Vázquez. El juego es el juego, y quien juega lo asume. Vázquez se lo recordó en su programa a una invitada: había cobrado por explicar cosas tremebundas sobre sí misma, y si no las tenía, más valía que las inventara. La pobre señora había confundido la realidad con el neorrealismo televisivo.

¿Han visto lo que ocurrió ayer en la sede del PP? Valió la pena seguirlo en directo. Fue un acontecimiento altamente televisivo, en el sentido más moderno: una atroz caricatura antropológica, puro neorrealismo a la manera de Vázquez. Uno acababa preguntándose si esa gente salía de un casting. Visto lo visto, uno diría que sí.

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