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Columna
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El marido de la boticaria

El papel de Francisco Camps en el caso Gürtel está dando para muchos géneros narrativos: sainete, culebrón, tebeo, vodevil... y si el interfecto insiste, hasta para un auto sacramental. Pero aunque Fabra se empeñe y diga que "Ricardo Costa fue una víctima necesaria", no hace falta ponerse a la peor y pensar que esto puede ser el guión de una película de gángsteres. Hay que ser positivos e imaginar que también puede inspirar una comedia amable, El marido de la boticaria. ¿Por qué no? La farmacia de Isabel Bas, la mujer de Camps, está desempeñando un papel central en toda la trama. Tal es así que, cada día que pasa, Camps es menos el presidente de la Generalitat y más el marido de la licenciada Bas.

Recapitulemos. Camps dijo que pagó los famosos trajes con dinero de la caja de la farmacia de su mujer. En una de las conversaciones grabadas, El Bigotes asegura que la solución a uno de sus problemas es "vía farma" y en otra que "la dama" ya lo sabe. Ahora ha trascendido otra conversación según la cual, El Bigotes iba a ocuparse también de reformar la dichosa farmacia.

Y con la que le está cayendo, Camps dice estar encantado, ser muy feliz, que todo es excepcional y muy bonito... y que la fiesta no se acaba nunca. ¿Pero, qué le da la boticaria? Sin embargo, a pesar de sus cuidados, la preocupación por la salud de Camps se extiende por toda la Península. Según publicaba Levante, el profesor Armando Freitas-Magalhäes, un psicólogo que dirige el Laboratorio de Expresión Facial de la Emoción en la Universidad Fernando Pessoa de Oporto, ha asegurado que la exagerada sonrisa que ha exhibido Camps en las últimas semanas es fruto de la ansiedad y la preocupación. "Aprieta mucho los dientes, las arrugas cercanas a los ojos las tiene asimétricas, los párpados están mucho más caídos de lo normal. Todo esto indica que este señor no está tranquilo sino preocupado", asegura el psicólogo. En el PP también andan preocupados y han creado un triunvirato de presidentes provinciales para marcarlo de cerca.

En los últimos meses Camps ha pasado de compararse con el rey Jaume, a creerse Churchill y luego, Gandhi. La semana pasada, mientras enseñaba a unas monjitas un famoso cuadro de Sorolla, en el que aparece el padre Jofré defendiendo a un loco, aseguró que el sacerdote mercedario, fundador del primer hospital psiquiátrico del mundo, era uno de sus referentes. Camps dice que lo que pasa en el PP no es más que "una ponentà", el cálido viento de tierra adentro que de vez en cuando sacude Valencia. Está por ver que no sea un siroco. Dicen, si le sirve de consuelo, que las leyes suizas consideraban sus efectos como un atenuante de la responsabilidad penal. Y que la Biblia disculpa el comportamiento innoble del rey Salomón por los efectos del Hamsin, el azote del desierto, el viento de la locura. Lo cierto es que la boticaria de Camps también debería tratar al pobre Rajoy, que anda muy desmejorado.

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