Llorente desata al Athletic

El gesto de Llorente tras marcar el gol de la victoria a cinco minutos del final lo decía todo, lo resumía todo. No era un gesto de felicidad, como correspondía, sino de rabia; como cuando alguien se libera de las frustraciones, particulares y generales padecidas. Porque el Athletic se había entregado durante 45 minutos a la frustración que le persigue por su falta de productividad y, además, había sufrido un gol de Rubén Micael por su mala posición defensiva.

La apuesta de Caparrós por el toque no funcionó. No porque el principio filosófico fuera erróneo, sino porque Yeste no está para ruidos (es decir, ni para sacar las faltas) y porque a Gabilondo le salió uno de esos abundantes días teresianos en los que vive sin vivir en sí. Sólo Susaeta, con su fútbol bullicioso, se asomaba al área. Y Llorente se fajaba con los grandotes defensores del Nacional en esa tarea de desgaste que lo mismo acaba con el central que con el delantero. Acabó con ellos. Primero con un cabezazo que habilitó el gol de Etxeberria y luego con una media vuelta con marca registrada.