El síntoma es ahora Iniesta
El volante es un buen reflejo del fútbol del Barça, para bien o para mal, como ante el Rubin
A la que el Barça pierde un partido se tiende a examinar al equipo y a la institución sin reparar en los adjetivos ni en los matices y menos en el currículo. Así es la vida en el Camp Nou. Perdieron los azulgrana la imbatibilidad ante el Rubin Kazán y de nuevo se abre un juicio sobre las deficiencias estructurales barcelonistas.
La lesión de Alves, al igual que en su día las de Henry o Chigrinski, sirve para constatar que la plantilla es corta y que los jugadores han sido muy exigidos desde el inicio por necesidades del calendario, con la disputa de dos Supercopas ya ganadas de por medio, o por circunstancias imprevistas, como la necesidad de recuperar a Messi después de su calvario argentino. Apenas ha habido rotaciones. Ahí puede haber un problema de planificación: Alves se rompe por estrés competitivo de la misma manera que Henry y Márquez juegan a la carta, como si no tuvieran que renovar la confianza que el curso pasado les concedió el entrenador, Pep Guardiola, cuando les prefirió a Deco y Ronaldinho y, desde el verano, también a Eto'o.
Disminuye el efecto del pase multiplicador y la velocidad de ejecución de la jugada
Y después están los problemas propiamente del juego, reflejados en futbolistas como Xavi y, sobre todo Iniesta, protagonista decisivo de la pasada Liga de Campeones: si Xavi decide el estilo de juego, las sensaciones que transmite el equipo dependen especialmente del fútbol de Iniesta mientras que Messi marca las diferencias.
Tan fiable como exquisito, Iniesta perdió la pelota nueve veces y falló 21 pases contra el Rubin Kazán. La actuación del volante justificaría tanto la satisfacción de los técnicos, que entendieron que el equipo estuvo bien posicionado y jugó con interés, como el redoble de críticas, que subrayan la falta de tensión, finura y precisión colectiva. No sólo ha disminuido la productividad de goles, sino también el caudal de remates por el cansancio de Xavi, la melancolía de Messi y la baja forma de Iniesta, impedido por la lesión que se le reprodujo en Roma, afectado por la muerte de Jarque, descolocado en la cancha.
Hasta la reaparición de Iniesta, el Barça ha sobrevivido y ganado con un futbolista omnipresente como Keita. Iniesta, en cambio, representa la exquisitez y la esencia del juego. Ocurre que para expresar su técnica necesita su mejor puesta a punto y, a día de hoy, está como el equipo, tan aseado y dispuesto como falto de tensión y de físico por no decir de agresividad o capacidad de atacar la pelota. Al Barça le falta corriente o, al menos, funciona a 125 voltios cuando sólo tiene sentido si se enchufa a 220.
Ha menguado el efecto del pase multiplicador y la velocidad de ejecución, de modo que a los rivales les es más fácil llegar a la pelota y desactivar las fuentes de alimentación. A dos y tres toques, sin intercambio de posiciones ni protagonismo de la segunda línea, el Barça se vuelve a menudo previsible. Falto de fluidez y circulación, echa igualmente de menos el tiro de media y larga distancia, el juego directo como alternativa y el uno contra uno de Iniesta y Messi, descentrado por el desencuentro con Argentina, y necesitado de redimirse en el Barça.
Ninguno de los síntomas que ofrece el equipo, en cualquier caso, preocupa a los técnicos. Entienden que todo es una cuestión de puesta a punto y que, mientras tanto, se precisa resistir y no perder comba en ninguna competición. Al fin y al cabo, los azulgrana continúan como líderes en la Liga y en su grupo de la Champions, por más que se haya complicado la clasificación. "Una cosa es pasar por un momento delicado y otra muy distinta cuestionarse la planificación o el estilo de juego", convienen en el Camp Nou. Todo es tan sencillo como que Xavi, Messi e Iniesta recuperen su mejor tono y lucidez, lo que depende más del propio Barça que de los rivales. "A veces parece que al barcelonismo le guste el sentido trágico del fútbol", concluyen fuentes del vestuario; "aguardemos".
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