"La izquierda no ha sabido entender lo que era ETA"
Cuando en 1985 Gaspar Llamazares completa sus estudios de medicina mediante un máster de Salud Pública en la Universidad de La Habana, le toca ser testigo y protagonista de enfrentamientos "bastante ácidos" con algunos representantes de organizaciones revolucionarias instalados o refugiados en Cuba. Allí el joven estudiante, militante del Partido Comunista de Asturias, se pelea a menudo con portavoces del M19 colombiano, militantes sandinistas nicaragüenses, o miembros del FMLN salvadoreño. Son discusiones acaloradas durante las cuales Llamazares y otros compañeros españoles reprochan a sus interlocutores su apoyo a la organización terrorista ETA, así como su percepción errónea que estos grupos mantienen sobre el tema vasco. Son años en los que numerosos etarras se han refugiado en países latinoamericanos, como México o Cuba, e incluso algunos se han apuntado en las filas sandinistas o en la guerrilla salvadoreña.
"Nunca compartí la idea de que no había espacio para IU en la izquierda"
"Sigo teniendo una buena relación personal y política con Javier Madrazo"
"La reacción del PNV tras perder el poder no ha sido gran cosa"
"No hay condiciones para el diálogo con ETA. Todos han salido muy quemados"
"Lo razonable en EB ahora es mantener una cierta coherencia"
"ETA ha sido un cáncer para la sociedad vasca y la democracia española"
"Ante ETA ha habido rechazo moral y una cierta visión utilitarista"
"Nunca peligró la relación entre IU y EB por su apoyo al Plan Ibarretxe"
"Cuando asesinaron a Isaías Carrasco discrepé de los compañeros de Mondragón"
"Asumo plenamente los aciertos y los errores de Madrazo como propios"
"Al mundo de ETA hay que pedirle que lo deje. Ya no van a vender la burra a nadie"
"¿Por qué se bendice que el PSOE pacte con el PNV y no se acepta que lo haga EB?"
"Con estas organizaciones tenemos enfrentamientos muy duros y nos damos cuenta también que esa visión idílica, que nosotros mantuvimos hasta el inicio de la Transición con respecto a ETA sigue dándose en buena parte de las organizaciones revolucionarias de América Latina. En algunas zonas todavía perdura la idea de que mediante la estrategia guerrillera es posible provocar un cambio político en el continente". Una visión que también contagió durante tiempo a gran parte de la gauche divine francesa, que sigue definiendo a ETA como movimiento independentista para no utilizar la palabra terrorista. "Al igual que la propia izquierda española idealizó durante años lo que representó la llamada causa vasca", puntualiza Llamazares.
Después de los llamados años de plomo y de la brutal ofensiva etarra a principios de los ochenta, con centenares de muertos, para Llamazares, como para la mayoría de los españoles, quedó muy claro qué es ETA. "Un cáncer para la sociedad vasca, y un cáncer para la democracia española", resume. "Los viejos sueños de una solución a la cuestión política española al unísono de la cuestión vasca se rompieron entonces y la búsqueda de una solución [negociada] se tornó muy difícil tras ese duro periodo de atentados".
Pero vayamos a la década anterior, a los setenta, cuando el futuro portavoz de Izquierda Unida (IU) inicia sus relaciones con el País Vasco, incluso antes de tomar conciencia política, al viajar a estas tierras por motivos familiares. Dos hermanos de su madre se habían trasladado tiempo atrás a Euskadi por motivos profesionales. Su tío Manolo, que es pediatra en Rentería, y su tío Enrique, músico, que proviene de la Orquesta de la Ópera de Venezuela y se retira en Guipúzcoa ya jubilado. Así, su primer conocimiento del País Vasco es familiar, aunque desde una visión que le dan sus parientes inmigrantes con poco conocimiento de la cuestión vasca en los momentos del final de la dictadura; una percepción de esa rama familiar que él define como conservadora. "Como adolescente, son mis primeras discusiones con ellos, al mantenerme en una postura radical de izquierda con respecto a sus posiciones conservadoras y con relación a la propia entidad vasca. Discutimos mucho y reconozco que en esas visitas familiares mantenía una posición más ideológica que de conocimiento del tema y del papel que juega Euskadi al final del franquismo y, luego, en la Transición".
Percibe entonces la dinámica política vasca en conexión con el cambio democrático del país, del lado del futuro, pensando que en el momento en que se resolviera el nudo democrático se resolvería la cuestión vasca. "Estaba equivocado", reconoce, "al igual que muchos otros españoles, que incluso tenían ante la actividad de la organización terrorista ETA una actitud ambivalente. Por un lado, un rechazo moral, pero, por otro, una cierta visión utilitarista desde el punto de vista político, pensando que en todo caso podía alumbrar el final de la dictadura y que estaba al lado de la democracia y de la libertad. Los hechos han demostrado que tampoco ha sido así".
Cuando en 1981 Llamazares inicia su actividad en el PC de Asturias, en la agrupación del concejo de Castrillón, el tema del partido en País Vasco empieza a ser un problema de difícil solución y que termina gestionándose por "la vía administrativa". Una demostración clara de que no se ha resuelto. Para el dirigente de Izquierda Unida, el gran problema del PC, que heredará de alguna manera IU, es que inicialmente no soluciona el dilema de doble alma que tiene la izquierda vasca y su partido en Euskadi. "Por una parte, el alma que podríamos denominar de clase, y luego el alma nacional. Y eso no lo resuelve bien con el federalismo que dice propugnar el PC, pero que mantiene una estructura muy centralizada".
En 1988, Gaspar Llamazares es elegido secretario general y coordinador de IU en Asturias, venciendo al sector liderado por Gerardo Iglesias, y comienzan los primeros contactos con los vascos de su partido en el intento de recomponer ese espacio de lo que queda del EPK y de los restos EE que no ha sido absorbido por la fusión con el PSE. "Es un periodo de frustración en cuanto a esa recuperación y en el que se formula por parte de otras fuerzas la inutilidad de un espacio propio en Euskadi. Recuerda la reflexión del catalán Rafael Ribó, que sostiene que es un esfuerzo inútil recomponer ese espacio, y que, por tanto, hay que sumarse al espacio realmente existente; bien al del PSE, o bien al de la izquierda abertzale. "Yo no lo comparto y más tarde, después de muchos esfuerzos, y sobre todo al calor de la recuperación de Izquierda Unida a nivel estatal frente a la degradación del Partido Socialista, se recompone el espacio en Euskadi con el intento de fusión de esas dos almas". Un relanzamiento que, gracias a la frustración de la izquierda con el Partido Socialista, obtiene una apreciable reserva de votos. Pero de carácter temporal, como se ha demostrado con el tiempo.En los años duros para el PC, Llamazares no mantiene prácticamente relaciones con los viejos dirigentes comunistas vascos, como Tomas Tueros o David Morin. Su incorporación al partido coincide con la etapa posterior al liderazgo de Santiago Carrillo, cuando numerosos militantes siguen la marcha del histórico dirigente comunista o ingresan en el PSOE. Su relación con el País Vasco se reinicia, entonces, con la nueva dirección en Euskadi liderada por Javier Madrazo.
-¿Cuál es su relación con Madrazo después de su debacle electoral en marzo pasado?
-Sigo teniendo una buena relación personal y política con Javier. Además, asumo plenamente sus aciertos y sus errores como propios, porque hemos vivido juntos un periodo muy difícil de reconstrucción de IU en el País Vasco. Fue una época apasionante la de estos años de recuperación y mayor presencia, incluso dentro del Gobierno vasco. Ahora vivimos tiempos difíciles después de las últimas elecciones autonómicas, que nos han cogido con el pie cambiado y con el impulso de cambio de gobierno.
De forma vehemente y categórica, Llamazares rechaza la crítica que se hace a Ezker Batua cuando se considera negativa su participación durante dos legislaturas en un Gobierno nacionalista y conservador. Esa censura la achaca al sector más crítico del PC, de Paco Frutos y Felipe Alcaraz, pero se va diluyendo cuando se recomponen las relaciones con el EPK vasco, que defiende la estrategia de colaboración en el Gobierno vasco. "Era una crítica puramente instrumental. Parece haber un estigma para la política de alianzas de IU. Nunca he compartido que la política de alianzas sea bendecida cuando la lleva a cabo un partido mayoritario como el PSOE y sea reprobada en el caso de que haga lo propio EB. Durante un tiempo fue una estrategia adecuada, y lo hubiera sido más si hubiera fructificado el proceso de paz último".
Pero una cosa es el tema de la paz y otra la participación en el Gobierno vasco aceptando el Plan Ibarretxe. En esta última cuestión, Llamazares sí acepta que fue un tema polémico, que además provocó serios desacuerdos en el seno de IU, que finalmente votó en contra del plan en el Congreso de los Diputados, originando fuertes diferencias entre lo que sostenía EB en clave vasca y lo que opinó finalmente IU a nivel federal. En esos momentos, el coordinador de IU afirmó que el Plan Ibarretxe le parecía inmaduro por la falta de acuerdo y de condiciones políticas, al llegar de forma precipitada al Congreso de los Diputados. El plan y su secuela de la consulta han gravitado sobre la política del Gobierno vasco durante los últimos años y, en un periodo de gran confrontación, no obtuvieron el grado necesario de consenso en la sociedad vasca, al presentarse, además, sin ausencia de la violencia.
Sin embargo, Llamazares asegura que "no peligró la relación entre EB e IU, nunca existió la posibilidad de ruptura" entre ambas formaciones. "Estoy orgulloso de mi gestión, y no, nunca hubo un gran desacuerdo político, ni antesala de ningún tipo de ruptura".
Llamazares reconoce que sus relaciones con el PNV, con el lehendakari Ibarretxe, con Xabier Arzalluz o con Josu Jon Imaz, han sido muy protocolarias e institucionales. Ninguna de tipo personal. Estas se han dado con su organización en el País Vasco, y fundamentalmente con Javier Madrazo. Ahora, Euskadi se encuentra en una nueva situación, y para el portavoz parlamentario de IU ésta es una novedad histórica que crea nuevas perspectivas. Durante un tiempo va a reducir la presión y la confrontación de la vida política en el País Vasco, a pesar del lógico disgusto de los perdedores, como EB, en los últimos comicios vascos.
"¡Hombre!, conociendo la reacción de los populares en este país [tras las elecciones de marzo de 2004], la del PNV tras la derrota no ha sido gran cosa. Hemos vivido cuatro años de disgusto del PP afirmando que esto era una conspiración universal contra ellos y una deslegitimación del resultado electoral sólo para recuperar el poder. Por eso, y aunque a veces haya sobreactuado, lo del PNV ha sido una reacción esperada".
La nueva situación política vasca va a obligar a algunas formaciones a cambiar su estrategia, pero ese giro se tendrá que dar sin bandazos, según sostiene Llamazares. Dice que ya se ha iniciado en EB, con ocasión de la investidura del lehendakari Patxi López, evitando situarse en el no, en la confrontación, sino en la abstención. "Lo razonable, en mi opinión, no es un movimiento de péndulo, ni dar bandazos, sino mantener una cierta coherencia".
-EB no la mantuvo en Mondragón.
-Cuando asesinaron a Isaías Carrasco, no estuve de acuerdo con la posición de los compañeros de EB, porque cuando se asesina a un convecino no solamente hay que dolerse de ello y compadecerse, sino que también hay que tomar iniciativas políticas; y los compañeros no lo hicieron. Un asesinato tiene que tener consecuencias; no sólo morales, sino políticas. Se lo exigí a la alcaldesa de ANV, y también es exigible a mi propia organización.
-¿Cómo ve a EB después de su descalabro electoral?
-EB ha aceptado el resultado desde el punto de vista orgánico, asumiendo la responsabilidad, y creo que empiezan a hacerlo desde el punto de vista de la línea política. Confío en los compañeros vascos de EB. Tenemos organización y lo que hay que hacer es iniciar una nueva etapa en condiciones políticas diferentes. Estas condiciones favorecen un espacio para EB, porque, de un lado, se encuentra el bloque del Gobierno, con una gran coalición entre el PP y el PSE, y de otro lado, un bloque cada vez más evidente desde el punto de vista abertzale. Creo que EB tiene ese papel de txalupa entre dos orillas, de puente entre nacionalistas y no nacionalistas. Ese papel de izquierda consecuente que tiene espacio.
Mientras Ezker Batua busca su nuevo espacio fuera del Gobierno vasco, Llamazares está convencido que el nuevo Ejecutivo de Patxi López durará toda la legislatura, porque así les interesa al PP y al PSE. Pese a su convencimiento en esta estabilidad, también afirma categóricamente que el nuevo Gobierno socialista no es el del cambio tal como él lo entiende, "un Gobierno que promueva cambios progresistas en el País Vasco". "Esto no lo harán, porque va a estar muy condicionado por el PP. Será un Gobierno de política centrista y, desde el punto de vista nacional, desequilibrado, evidentemente".
Los últimos atentados de ETA en agosto y la decisión del Ejecutivo vasco de prohibir espacios de impunidad a los radicales, cierran la conversación en su despacho del Congreso de los Diputados con el portavoz parlamentario de IU. "Este tema necesita consenso, y no tenemos dudas. Al mundo de ETA y de sus aliados yo le pediría que apueste claramente por la vía política y que abandone definitivamente la actividad violenta armada. Pero esta vez no le van a vender la burra a nadie. No hay condiciones de diálogo porque todos los actores han salido quemados de las anteriores experiencias, sobre todo los políticos. El que no ha salido pagándolo políticamente, ha salido perdiendo electoralmente o personalmente. Lo sucedido todavía está muy vivo en la memoria de todos".
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