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Reportaje:ENCANTADOS DE CONOCERNOS

Un ser libre en el corazón de Galicia

Santiago Núñez dejó la fotografía por una vida en contacto con la naturaleza

Sus vecinos de Portocarreiro (Antas de Ulla), al verlo cultivar la huerta descalzo, le han puesto un nombre comanche: Pies Negros. Santiago Nicolás Núñez decidió dejar su carrera de reportero gráfico en Madrid y llevar una existencia alternativa en la Galicia profunda. Ahora habita una vivienda tradicional levantada piedra a piedra con sus propias manos, A Casa da Terra, que ha puesto a funcionar como granja escuela para niños y en la que se organizan también cursos de crecimiento humano para adultos. Santiago ya no hace fotos, pero a cambio ha creado una estampa vital digna del objetivo de Edward Curtis: a la sombra de una carballeira tiene un tipi (tienda de campaña), al más puro estilo de los indios de las praderas, para estar más cerca de la tierra.

En A Casa da Terra nacieron sus hijos, en partos asistidos por él mismo
Ayunó durante 30 días y en una época vivió con 5.000 pesetas al mes

"Cada día empieza la vida, lo importante es tener ilusión". Santiago ha sido consecuente con esta máxima. En la Transición trabajó haciendo fotos para editoriales y revistas como Triunfo e Interviú, pero siempre quiso cambiar de vida: "No me interesa vivir en la sociedad convencional, sino estar en armonía conmigo mismo, con el corazón". Recuerda el día en que le tocó retratar a Franco presenciando la Copa del Generalísimo: "Tenía todos los permisos, pero al ver mi aspecto melenudo la policía se abalanzó sobre mí y no pude trabajar".

Así comenzó su búsqueda de un camino más ilusionante: "Decidí ser pobre pero en libertad". Fue hippy en Ibiza antes de comprarse una furgoneta y una bici y poner rumbo a Galicia. Quiso vivir en la costa, pero no fue bien acogido, y dio la vuelta tierra adentro hacia Lugo, la tierra de su madre. Allí, su primera casa fue un molino. Estaba por irse a la India cuando conoció a su compañera, y con ella se estableció en Portocarreiro.

Cuando llegó a su casa no había agua ni luz, sólo una construcción en ruinas de ocho metros cuadrados. Para bañarse se apañaba con una tina de hierro que calentaba sobre un fuego de leña. Era un método rudimentario pero que disfrutaba: "Le echaba sal y aquello parecía una terma". De esa época también le viene el gusto por la termorregulación, una práctica que combina las abluciones en agua fría y caliente durante todo el año. Los lugareños comentaban desconfiados sus raras costumbres de bañarse en el río y calzar zuecos, hasta convertirlo en una suerte de "home do saco".

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La Casa da Terra la fue construyendo poco a poco, intercambiando tareas con otra gente. En ella nacieron sus tres hijos, en partos naturales que asistía él mismo, por lo que tuvo que formarse en medicina alternativa. Al nacer, eligió para cada uno el nombre que le inspiraron sus emociones: el mayor se llama Omara Anisa (la verdad y la no violencia); la segunda, Musa Atma-Hindra (la musa del ser hermoso), y el tercero, Estel Rama-Viva (estrella del amor y la vida). En el responsable del Registro Civil encontró cierta resistencia a unos antropónimos tan originales, y tuvo problemas hasta que amenazó con no inscribirlos. De su prole, la hija ha sido la única que se dedica a la fotografía y el diseño. El pequeño ha encontrado su vocación en el ejército y ha estado en Afganistán: "Es como un guerrero medieval que cree en la justicia", dice su padre.

"Soy una mezcla de indio americano en la fuerza vital y de hindú en la espiritual", explica. La meditación y la alimentación son piedras angulares de su estilo de vida: "No bebo, ni fumo, ni como carne, pescado o marisco; antes fui crudivorista, sólo comía vegetales crudos, ahora soy lactoovovegetariano", explica. También cuenta que llegó a ayunar durante 30 días en los que sólo tomó agua, y durante una época vivía con 5.000 pesetas al mes, un presupuesto que requería hacérselo todo él mismo: el pan, la mantequilla, el queso.

Santiago está seguro de que toda revolución empieza en cada uno. "He vivido como quería vivir, me siento bien conmigo mismo y ahora quiero compartirlo con la gente". Por eso ha montado A Casa da Terra. Entre castaños y robles ha creado un lugar especial al que se acercan personas de todo el mundo. Alquilan sus cabañas, alimentadas con energía solar, y pueden realizar todo tipo de actividades en contacto con la naturaleza, al tiempo que profundizan en su desarrollo interior con actividades para el bienestar de cuerpo y mente.

A Santiago no le gustan las fronteras pero sí las raíces. Las suyas han crecido en el corazón de Galicia. En contacto con la tierra, se sienta con los visitantes y, alrededor de una hoguera, todos fuman la pipa de la paz en las cuatro direcciones.

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