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Columna
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Adivina quién viene esta noche

Entraba en casa. No es que Álvaro Pérez, sin cargo orgánico ni institucional alguno, ocupara un lugar tan destacado en el funcionamiento del PP y del Consell que el mismo secretario general de los populares valencianos, Ricardo Costa, caído ahora en desgracia por su mala cabeza, le pedía que mediara ante el jefe a favor de sus ambiciones. Es que entraba en casa del presidente de la Generalitat como una persona de toda confianza. Así lo revelan las conversaciones telefónicas del sumario que instruye el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (por qué el de Madrid y no el de Valencia o el Tribunal Supremo es uno de esos absurdos que se derivan de la enrevesada burocracia judicial aplicable a estos casos).

Ya se sabía, por otras grabaciones policiales, que Camps le tenía un gran aprecio ("le quiero un huevo", repite en una de ellas), y que el hombre mantenía una fluida relación con la "dama", a la que pasaba a ver por el "laboratorio", es decir, con la esposa del presidente, cuya farmacia fue puesta por él mismo en el centro del escándalo cuando alegó ante el juez que había pagado los trajes que le regalaron los corruptos con dinero extraído directamente de la caja registradora. No le creyó el juez ni le creen los valencianos. Pero volvamos al asunto: ¡Entraba en casa! Uno de los principales actores de la trama de corrupción masiva que ha hundido al PP de Mariano Rajoy en el barro podía afirmar con toda naturalidad: "El martes he quedado para ir a su casa".

Tal vez habría que recordar que en la denominada trama Gürtel no se ventila sólo un episodio de financiación irregular del PP, que ya es grave, sino todo un historial de sobornos, fraudes, tráfico de influencias y saqueos de los fondos públicos. Un historial que causa estupefacción en la opinión pública porque, pese a lo que digan ciertos relativistas, no es "nuestra cultura" la que genera corrupción sino que puede ser la corrupción, si no se ataja, la que genere, como ha puntualizado Víctor Lafuente, una letal desconfianza social.

"Borracho de éxito" describía el propio Álvaro Pérez a su amigo Camps, que se sintió tocado por el destino gracias a los rendimientos electorales de un ejercicio del poder convenientemente engrasado con fondos de procedencia irregular, como se está viendo, y sin oposición (el dato de que ocho de cada diez valencianos no conocen al líder del PSPV-PSOE, Jorge Alarte, revela que ese partido se autodestruyó hace tiempo y no llega a cumplir los mínimos exigibles para considerarlo un agente operativo en el juego político). El PP valenciano, en efecto, ha vivido la embriaguez de una épica avasalladora contra molinos de viento, por más que los presentara como fieros gigantes enviados por Zapatero. Sin embargo, nada resulta tan estremecedor como la imagen doméstica del presidente de todos los valencianos anunciando a su esposa: "Adivina quién viene esta noche".

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