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PRIMAS | Laboratorio de ideas

Brown y lo políticamente correcto

El Gobierno laborista británico se ha asegurado una victoria rápida. Al ser el primer país del G-20 que presiona a sus bancos para que firmen un nuevo acuerdo sobre gratificaciones, Gordon Brown se ha cerciorado de que no va a parecer blando con los excesos de los banqueros. Para el primer ministro, acosado por los problemas, esto tiene sentido político.

El logro de Brown es mucho más notable si se tiene en cuenta que ha obtenido el consentimiento de Barclays. El banco británico ha sido el caso más significativo al aceptar los fondos de recapitalización o el seguro de activos del Estado. De los cinco bancos que han firmado -los otros son Lloyds Banking Group, Royal Bank of Scotland, Standard Chartered y HSBC-, Barclays tiene la mayor lista de banqueros de inversión, que querrán recibir grandes primas lo antes posible.

Barclays podría perder parte de estos recursos humanos tan codiciados a favor de bancos que trabajen en regímenes de gratificaciones más blandos. Pero firmar ahora puede quitarle de encima al Gobierno, y no cambia mucho las cosas. Las propuestas del G-20 -retrasar algunas retribuciones tres años, con reembolsos en caso de malos resultados- ya están consagradas en las nuevas normas de la Autoridad Británica de Servicios Financieros sobre emolumentos. Y de todos modos serán aplicadas a cualquier banco extranjero con filial en el Reino Unido.

Aunque el Reino Unido lleva la delantera, los otros países del G-20 pronto se le unirán. Pero eso no nivelará necesariamente por completo el nuevo campo de juego mundial. La redacción del acuerdo es suficientemente vaga como para permitir diversas interpretaciones. Ya se habla de que a los bancos estadounidenses se les permitirá saltarse una de las pocas cifras incluidas en la declaración del G-20: el 40%-60% de las gratificaciones se pospondrá tres años.

Tal vez lo que se dice acabe en nada. Brown no es el único líder mundial al que le gustaría evitar una carrera para alejarse de la vigilancia de las gratificaciones. Pero si dicha competición se declara, tal vez el Reino Unido no esté dispuesto a permitir que los demás tomen la delantera. Ciertamente, Barclays no será la única institución de la City en sostener que Londres no puede permitirse dejar que la política determine los salarios en un mercado competitivo.

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