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Columna
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Puntos de vista

Andoni Zubizarreta

Andan mis amigos seguidores del Barça en busca de la perfección e inmersos en dudas, en pequeñas nubes negras que les ensombrecen un paisaje que para el resto de seguidores del fútbol tiene más pinta de radiante que de tormentoso (excluyo de esta afirmación a los seguidores del eterno rival que se esmeran también en la búsqueda del lado oscuro azulgrana).

Les escucho y su discurso suele estar lleno de pequeños matices diferenciales con los sucedido hace 12 meses cuando parece que todos a estas alturas ya estaban, estábamos, convencidos que esa iba a ser la temporada perfecta. Ya lo dijo el entrenador blaugrana que en las comparaciones respecto al año pasado iban a salir perdiendo siempre y a las pruebas me remito: hace 12 meses 6 a 1 al Atlético y este año tan sólo 5 a 2. Ya ven, una recesión de asustar, una reducción del talante ofensivo del equipo, una pérdida de la eficacia defensiva para echarse a temblar. Teniendo en cuenta la que está cayendo en nuestro quehacer diario, en nuestra economía, en nuestra sociedad, estoy seguro de que firmaríamos sin rechistar unos datos tan pesimistas como los de la banda de Pep trasladados a nuestro día a día laboral.

Del 6-1 de hace un año al Atlético al 5-2; una recesión de asustar, una pérdida de eficacia para temblar

Ya saben, andan los culés con la vara de comparar midiendo si la eficacia de Ibrahimovic llega a los niveles excelsos de los logrados por Eto'o mientras vistió la zamarra azulgrana. Y se habla mucho mientras el sueco lleva 3 goles en 3 partidos. Cierto es que la eficacia podría haber sido mayor, incluso, ya puesto a pedir, podríamos solicitar del nuevo jugador que duplicara su productividad, ya se sabe que el pedir es libre. Qué quieren que les diga, si yo, hoy, fuera el portero que se enfrenta a uno o a otro, la noche anterior no sería la más tranquila de mi vida, vamos como la anterior a enfrentarme a Ronaldo y sus lanzamientos de falta.

Andan mis amigos debatiendo sobre la perfección del partido que daba inicio a la Champions y que enfrentaba al Barça con el Inter y con Mourinho, seguramente uno de los mejores entrenadores en lo táctico del mundo y personaje con algunas cuentas pendientes con el Barça, y con Samuel Eto'o que hace del enfrentamiento una fuente permanente de energía. Y finalizó el encuentro con el Inter metido bajo su larguero, defendiendo un punto que a su enormemente competitivo entrenador le pareció un gran regalo y sin grandes noticias del goleador camerunés. Y esto no excluye de que este Inter siga siendo uno de los llamados a ocupar las plazas de cuartos, de semifinales e, incluso, de un posible finalista para esta edición de la Champions porque juego, jugadores y esquema táctico tiene para aspirar a todo.

Y como el Barça no convirtió el dominio en, por lo menos, un gol, en campo de uno de los favoritos, como los culés no salieron de San Siro con un resultado contundente, andan mis amigos debatiendo sobre si este Barça es mejor que el histórico plantel del triplete.

Y andan mis amigos analizando los gestos de cada uno de los que juegan y de los que no juegan, a la búsqueda de la mirada agria, con el cedazo fino para que no pase de largo ni un apretón de manos ni una palmada desparecida ni una sonrisa desubicada. Como si hace 12 meses todos los gestos fueran amables, como si todas las sonrisas fueran cómplices, como si en cada cambio de jugadores estuviera la clave de toda la temporada. Y se nos ha olvidado que entonces veíamos en cada gesto de inconformismo un motivo para la esperanza ya que traía tras de él un deseo de mejorar, de competir, de ser mejor.

Solemos decir que el fútbol no entiende de pasados, pero me da que, últimamente, no entiende ni tan siquiera de presentes y vivimos constantemente queriendo adivinar el futuro olvidándonos para siempre del Carpe Diem de Horacio. Que se lo cuenten a la selección de baloncesto a la que tantos daban por muerta y ahora, recomponen sus negras visiones para transformarlas en motivadoras.

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