La vida regalada de Thiago Motta
Tras fracasar en el Barça, el medio reconduce su carrera en Italia, la tierra de sus abuelos
Le recibió en su despacho de la Pinettina, ciudad deportiva del Inter. "¿Dónde te sientes más cómodo sobre el campo?", le preguntó José Mourinho, técnico neroazzurro. El futbolista tardó una décima de segundo en reaccionar, lo justo para captar que era importante para el entrenador. "Cuanto más cerca de la portería rival, mejor", respondió. Thiago Motta (São Paulo; 1982) actúa de volante y carbura mejor que nunca.
Desde que llegara a Génova hace dos años, Motta recobró la sonrisa y su fútbol. "Antes pasó momentos duros", argumentan desde su entorno. Salió por la puerta de atrás del Barça, fracasó en el Atlético y probó sin éxito en el Portsmouth. Pero bastó una reunión en Cogliate (Milán), en la casa del magnate de los juguetes Giochi Preziosi y presidente del Génova, para encauzar su carrera. "El técnico Gasperini me dio la libertad y me regaló una nueva vida", conviene Motta, que pasaba las tardes con su novia Angela y su hija Sofía, paseaba por el barrio de Quarto, o cenaba en l'Osteria Gigino de su amigo Fabrizio.
"Antes corría demasiado. Ahora trato de entender dónde irá la pelota para coger ventaja sobre el rival. Esto consume el cerebro, pero es mejor a que se te cansen las piernas", resumió en el Génova. Alternaba el puesto de medio centro con el de medio ofensivo. "El Barça me retrasó a medio centro, a lateral izquierdo, a central...", cuenta; "y en el Génova tenía la portería rival en la cabeza". Funcionó hasta tal punto que se debatió su llamada a la selección italiana. "Tengo sangre italiana y el doble pasaporte -su abuelo paterno era de Polesella (provincia de Rovigo)-, así que lo haría encantado", defiende. De momento, le escogió Mourinho.
Hace un par de semanas, Motta culminó una jugada colectiva ante el Milan. "Es el de antes y me alegro. Tendremos unos choques interesantes", apunta Iniesta. "He sufrido mucho para llegar al Inter", reconoce Motta. Sus problemas empezaron en el Barça -jugó 134 partidos en seis temporadas-, en 2004, cuando una amigdalitis le privó del inicio de temporada y luego encadenó una lesión en el tobillo, una infección de uñas, múltiples expulsiones, la suplencia tras la llegada de Davids y una triple rotura de los ligamentos en las rodillas. Por más que fuera la apuesta del director deportivo azulgrana, Begiristain, su vida era desordenada, con expulsiones sobre el campo, discotecas por la noche y una denuncia por acoso telefónico de la que resultó absuelto. Ahora ha regresado al más alto nivel.
Motta se ha comprado un apartamento en el centro de Milán, pasa las tardes en el gimnasio cuidando sus rodillas y queda a comer con su gran amigo Ronaldinho. Ahora, sin embargo, sólo piensa en el Barça. "Es un equipo que gana con buen juego", reconoce; "y no podemos dudar porque sufriremos". Y de eso sabe un rato.
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