Galicia déjà vu
"Todos tenemos alguna experiencia de la sensación, que nos viene ocasionalmente, de que lo que estamos diciendo o haciendo ya lo hemos dicho y hecho antes, en una época remota; de haber estado rodeados, hace tiempo, por las mismas caras, objetos y circunstancias". Charles Dickens describía así en David Copperfield el fenómeno que después se conocería como déjà vu: estar ante una situación nueva, y sin embargo, sentir que se ha presenciado o se ha experimentado con anterioridad. En mi discutible opinión, quizás atribuible a ese pretendido síndrome posvacacional, la situación política gallega presenta una clara sensación de déjà vu, un cierto xa te vin.
Por ejemplo, el PP gallego parece volver a los momentos de esplendor de comienzos de la transición, cuando Galicia era la aldea de Asterix, el único territorio donde Alianza Popular resistía a una UCD absolutamente hegemónica en el centro derecha, y desde el que comenzó la reconquista de la mayoría natural. Ahora Núñez Feijoo es el artífice de la resurrección, hasta el punto de que todos dan por supuesto, o al menos a nadie parece descabellado, que será el candidato a encarnarla si Rajoy falla en el intento. Incluso los conservadores gallegos también parecen haber vuelto ideológicamente a aquellos tiempos de AP anteriores a que los Stanleys de la derecha descubrieran a los Livingstone piñeiristas. Puede ser un déjà vu de antaño, o que quizás hogaño la pata galleguista no sea necesaria para equilibrar electoralmente el producto, o que llegue con la etiqueta, como esas conservas que se proclaman "receta casera".
El PP gallego ha vuelto, incluso ideológicamente, a los tiempos de Alianza Popular
Claro que también se puede deber a lo que decía en una de sus más conocidas sentencias un contemporáneo, vecino y tocayo de Dickens, Karl Marx, cuando refutaba en El 18 de Brumario de Luis Bonaparte la afirmación de Hegel de que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces: "Se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa". La matización de Marx viene al pelo para explicar, por ejemplo, las diferencias en una situación aparentemente idéntica: un seguidor de una corriente religiosa llamémosle estricta al frente de la sanidad autononómica. Hace 20 años estaba José Manuel Romay Beccaría, un florentino de Betanzos que, pese a las directrices eclesiales, consideraba que repartir preservativos era sanitariamente más eficaz que recomendar la castidad. Ahora está Pilar Farjas, una dama de Teruel que imparte conferencias sobre las desventajas de ser ateo y sobre que, ante el drama del aborto, la verdadera libertad es tomar la misma decisión que cuando no la hay. O descendiendo a la anécdota del xa te vin, véase el intento del PP coruñés de desenterrar la L lacoruñesa, un conflicto zombie desde su fallecimiento legal en 1984.
El fenómeno no es exclusivo de la derecha. El PSdeG parece arrepentido de haber presidido un gobierno bipartito, exactamente igual que hace 20 años execró la herencia del tripartito. "Si somos capaces de gobernar en mayoría las grandes ciudades, por qué no construir una alternativa política propia", argumentó en este periódico su negativa a reeditarlo el secretario general, Manuel Vázquez. Entre los posibles defectos de Pachi Vázquez no está el de la ingenuidad política, así que lo que connota su análisis debe de ser una vuelta del partido a la etapa en la que lo dirigía el otro Vázquez, Paco. Durmiente, a la espera de que un príncipe azul, Felipe en su día, Zapatero ayer, lo despierte con un beso presidencial y carismático. Y mientras, a regir las ciudades y a entenderse, mal que bien (dependiendo) con la Administración autonómica. Xaquín Fernández Leiceaga puede hacer el papel de Ceferino Díaz, el de "somos de aquí y estamos en ello". Pero tan cierto es que ya no son los tiempos de aquellos añorados gobiernos municipales en solitario, como que nada apunta a que vayan a volver, precisamente.
Y desde luego, el nacionalismo está en pleno revival ochentero. Sus antiguos socios en la Xunta reniegan de ellos tres veces o las que haga falta, el PP los trata como si se hubiesen colado en las instituciones aprovechando alguna grieta del sistema electoral y los poderes fácticos abominan de haberse relacionado con ellos con el mismo arrepentimiento de Bush hacia sus tratos juveniles con la botella. El ejemplo más claro de esa línea de pensamiento es otro xa te vin coruñés: la propuesta del PP al alcalde Losada de un pacto "que representaría al 80% de la ciudadanía". (En realidad, una nueva reedición de esa coalición del orden y las buenas costumbres, que ya hubo, representaría a un 66% de los votantes. El mismo pacto PSOE-PP en el Congreso sumaría un 84%). En el caso del BNG, el déjà vu se acentúa porque, como hace 25 años, duda entre esa postura de estar con un pie en el sistema y otro fuera en la que muchos están cómodos, u otear el horizonte a la busca de algún Beiras, y que pique.
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