Una transición sin traumas
Del Bosque, que cuidó la herencia de Luis, cumple un año al frente de España con siete victorias consecutivas y a punto de lograr la clasificación
El domingo pasado se cumplió un año desde el primer partido oficial de Vicente del Bosque como seleccionador de España. Fue el 6 de septiembre de 2008 ante Bosnia en Murcia (1-0). "¡El tiempo se ha ido volando!", dice Toni Grande, su ayudante de campo, meneando la cabeza con resignación. Su amigo ha sido tan cuidadoso en cada una de sus decisiones que el tiempo ha pasado casi inadvertido para los dos. Dan la sensación de haber estado desde siempre en el banquillo de España. Del Bosque ejerce un liderazgo tan sutil que es capaz de mandar sin que los obedientes que ejecutan sus órdenes se sientan sumisos. Medita tanto las cosas, trabaja con tanto tacto, que su obra parece el resultado de un ejercicio sin esfuerzo. Como dijo ayer sobre su trabajo como seleccionador: "No he tenido la tentación de hacerme el listo".
"No tuve la tentación de hacerme el listo y cambiar lo que iba bien", dice el técnico
En sus más de 30 años en el Madrid, aprendió que la vanidad es el peor enemigo de los entrenadores. En la selección ha procurado ejercer su poder sin que se note mientras el equipo ha marchado con paso firme. Si hoy (22.00, TVE-1) vence a Estonia en Mérida, España sumará su octava victoria seguida en la fase clasificatoria y certificará aritméticamente su pase para el Mundial de Suráfrica -sólo necesita sumar un punto más que Bosnia, segunda de su grupo, que recibe a Turquía-. Hasta ahora, España ha ganado sus siete partidos clasificatorios con un saldo de 18 goles a favor y dos en contra. Salvo Brasil, ganadora de la Copa Confederaciones y ya clasificada para el Mundial, ninguna otra selección ha sido tan contundente.
"Cuando asumí el cargo, dije que quería ser respetuoso con el pasado", reflexionó ayer Del Bosque; "no apartarme del camino que estaba trazado, mantener el espíritu y la unión del grupo y, deportivamente, seguir jugando bien y ganar".
El entrenador es consciente de que el trabajo de su predecesor, Luis Aragonés, tuvo una enorme importancia y que la brillante conquista de la Eurocopa de 2008 le dejó expuesto a una misión en la que su ego no obtendría premios fáciles. Si el equipo no mejoraba, le señalarían como culpable. Si prosperaba, le quitarían méritos. "Circunstancialmente, me tocó dirigir la selección a mí", dice; "y procuré hacer una transición sin traumas. A lo mejor el padre de esta selección es Luis, pero, al fin y al cabo, el equipo es Villa, es Torres, es Casillas... Son los jugadores. Dicho esto, es verdad que no hemos tenido la tentación de dar un toque distinto de lo que había. No he tenido la tentación de hacerme el listo y cambiar cosas que era evidente que funcionaban. Y creo que podemos estar razonablemente satisfechos".
En la federación aseguran que Del Bosque ni siquiera ponderó llamar a Raúl. A sus 58 años, el técnico debe intuir que el grupo no necesita recurrir a viejos caudillos para definir su carácter. "Estos chicos representan a la sociedad española absolutamente", opina cuando le preguntan por los chavales que tiene a su cargo. "No tienen los complejos ni los fatalismos del pasado. Creo que hasta la propia afición se siente identificada con ellos. Tiene mucho que ver con la pinta que tienen. Las celebraciones posteriores a la Eurocopa marcaron mucho el afecto hacia ellos. Fueron simpáticos. Supieron ganar. Y luego ha habido una derrota [en la Copa Confederaciones contra Estados Unidos] y han demostrado que también saben perder", razona.
"Vicente nos hace sentir importantes como futbolistas", explica Capdevila, uno de los veteranos; "habla mucho con nosotros y nos da libertad. En el aspecto táctico, hace más cambios que Luis según el rival al que nos enfrentemos y, sobre todo, en el medio campo. Son detalles. En lo sustancial jugamos igual. Con el balón y sin él, nuestro equipo se para igual en el campo. La presión la hacemos igual. La defensa se sitúa de la misma manera. Y, cuando tenemos el balón, básicamente actuamos igual. Mis funciones siguen siendo las mismas".
Si hoy Bosnia no derrota a Turquía, los españoles tendrán la autopista que conduce al Mundial perfectamente asfaltada. Sólo deberán derrotar a Estonia, un equipo que da la clasificación por perdida. Los estonios están en Mérida con espíritu vacacional. Tras perder contra Turquía en la lejana ciudad de Kaiseri, en la frontera con Irak, se encontraron con problemas para trasladarse a Mérida. Cogieron dos aviones de línea regular y en Madrid se montaron a un autobús. Tardaron 16 horas en hacer el periplo. Llegaron el lunes por la noche.
Tarmo Ruutli, el seleccionador, vio tan agotados a sus jugadores que consideró que lo más urgente era que descansaran. Ayer los reunió y les dijo: "Olvidaos del partido. Disfrutad de la piscina y del sol". Los muchachos no se hicieron repetir la orden. Se pasaron la mañana jugando a las cartas en el jardín, fumando y bañándose. Los 34 grados de Mérida les parecieron un exotismo admirable.
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