Adiós al síndrome del 96

Era casi imposible que ocurriera, pero a más de uno (vía memoria o vía estadísticas) le vino a la cabeza la Vuelta de 1996. Se la recordará siempre por el abandono de Miguel Indurain en Asturias, el fin del mito más grande del ciclismo español, pero aquella carrera tuvo una anécdota que a algunos les vino ayer a la memoria. Fue la única Vuelta que no vivió ninguna victoria española: 21 etapas ganadas por corredores extranjeros. Los españoles se conformaron con un segundo puesto de etapa (Ignacio García) y tres terceros (Indurain, antes de bajarse de la bicicleta; Ángel Edo y José Antonio Espinosa). Punto pelota. En la presente Vuelta, todas las victorias habían sido hasta ayer extranjeras.

Era casi imposible que una situación así se repitiera este año por la calidad de los ciclistas españoles en ruta, por la orografía y porque, estadísticamente, tenía pocas probabilidades. Gustavo César Veloso, un gallego de Vilagarcía de Arousa, acabó con el problema ganando donde menos se lo esperaba y quizá de la forma en la que menos se lo esperaba tras haberse inscrito en la habitual escapada de cada día, que esta vez sí dio un premio a la aventura, aunque fuera tras un final revoltoso: "La clave era no cebarme abajo, sabiendo que era un puerto duro, y subir a mi ritmo. Sólo tuve que atacar para soltar a Marzano".

Aun así, con un triunfo de etapa de prestigio, el ciclista gallego creía que eso "no cumple el 100% de los objetivos con los que el equipo ha venido a la Vuelta": "Vinimos a luchar por ella con Ezequiel Mosquera y lo vamos a seguir buscando".

Veloso es otro de los españoles que se asoman a la treintena, la cifra mágica que parece haberse convertido en la barrera generacional de nuestro ciclismo. Él sabe lo que es ganar. En 2008 se llevó la Volta a Catalunya, una pieza que también se ha cobrado Valverde este año, el nuevo líder, el esperado, el designado por todos como el hombre a batir. Y Valverde no se evadió ayer de la responsabilidad. Sin duda, la llegada hoy a su tierra le animó a vestir sus mejores galas. Con él de líder o sin él, su equipo parece designado a trabajar igual, de momento.