'Swing' de pega para verbenas
Un orquesta dirigida por un cura cosecha éxitos por las aldeas en riguroso 'play-back'
Surgieron antes de que arreciara la crisis, que también golpea duro los magros presupuestos de las parroquias para celebrar, como mandan los cánones, sus fiestas patronales con música y baile. "Ya lo decía San Agustín, quien canta reza dos veces", destaca con una sonrisa Juan Carlos. Es el joven cura de Oza dos Ríos, un pequeño municipio de A Coruña donde una veintena de voluntariosos vecinos, incluido el párroco, se inventaron hace un par de años una orquesta de pega, la París de Oza, para ofrecer a las aldeas sin recursos -y con cada vez menos vecinos que paguen las cuotas para organizar fiestas- la posibilidad de continuar celebrando una verbena anual.
Ya hay media decena de parroquias de la provincia coruñesa que, gracias a esta alternativa de módico precio, resucitaron su tradición, suspendida durante años por falta de dinero, de tener fiesta con orquesta.
"La gente piensa que es una trapallada, pero luego alucinan"
El párroco dirige el grupo, de edades y ocupaciones variopintas
La fórmula, barata y divertida, resulta todo un éxito. En su agenda de actuaciones están cubiertos todos los fines de semana, de mayo a octubre, e incluso ya tienen alguna contratación confirmada para 2010. Fue inesperado, subraya Juan Carlos Pérez, uno de los fundadores de este original conjunto de 18 personas de todas las edades y profesiones variopintas que dedican su tiempo libre a escenificar, en riguroso play-back, pero con esmerada coreografía, una pantomima de las orquestas que amenizan verbenas en las aldeas.
"La gente piensa que es una trapallada, pero luego, cuando ven toda nuestra parafernalia, se quedan alucinados. Ahora llenamos los campos, no tanto como la París de Noia, pero casi".
El humor y las ganas de pasarlo bien son las claves de su éxito. No sólo parodian el nombre de la célebre y cincuentona orquesta de Noia (una de las que más cobra de Galicia), sino que estos aficionados mimos de músicos y cantantes se apropian de apellidos de famosos del cante y el baile e imitan pasos y gestos de los más tradicionales conjuntos para escenificar, con instrumentos reales pero a micro cerrado, un repertorio de 46 canciones. Las cumbias, los merengues, los pasodobles y alguna ranchera son sus especialidades. Aunque se atreven con todo tipo de swing, incluido el más genuino de la gran orquesta de Glenn Miller, que también parodian.
En el escenario dan tanto espectáculo y teatrillo que no hay manera que la gente baile, lamenta Pérez. "Se nos quedan mirando toda la noche, sonriendo y aplaudiendo, pero no bailan ni cuando salimos entre ellos para animarlos".
La París de Oza trabaja fundamentalmente en aldeas coruñesas, aunque su fama ya empezó a cruzar provincias: en julio amenizó la verbena de A Piteira en O Carballiño (Ourense). Sus 14 músicos y cuatro cantantes son en la vida real albañiles, limpiadoras, operarios de excavadoras, mecánicos, fontaneros, jardineros, herreros, amas de casa o pintores. El cura, que se encarga de sostener el bajo, sólo participa en las actuaciones nocturnas, porque las sesiones vermú coinciden con la hora de misa.
En invierno ensayan. Los viernes y sábados del verano actúan. "Nadie se imagina el montón de trabajo que hay detrás de cada actuación: procuramos dar espectáculo", explica Juan Carlos Pérez. "No es fácil, sobre todo para los músicos, memorizar cada gesto. La puesta en escena lo es todo". Tienen una coreografía específica para cada canción, con movimientos sincronizados y un empeño especial en conseguir aparentar más verdaderos que las orquestas reales.
Aunque todos son voluntarios con espíritu "de ONG", la París de Oza cobra un caché medio de 2.000 a 2.500 euros por cada actuación de tres horas. "Somos como cualquier orquesta, aunque lejos de sus precios desorbitados". Ese caché les permite cubrir gastos de funcionamiento, como el alquiler del escenario móvil y la cabeza tractora que lo desplaza, la compra de instrumentos y trajes para los músicos, así como la comida o cena de cada salida. Y tras esta temporada, si les sobra algo, financiarán un viaje de todos con sus parejas para estrechar aún más su afición por la fiesta y la verbena.
La fórmula funciona. Y ya existe incluso recambio generacional. Este verano, en algunas ocasiones, los descansos de la orquesta han sido amenizados por la París de Oza Junior, una versión juvenil que protagonizan nueve niños, de entre 10 y 15 años. A semejanza de sus mayores, miman en el escenario seis canciones de música pop. En su repertorio, "adaptado a sus jóvenes voces", destacan el tema francés dedicado a la legendaria Ella Fitzgerald, Ella, elle a, o éxitos del grupo Europe. "Y la Junior también triunfa en el escenario", concluye Pérez.
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