Miscelánea inverosímil
La tendencia actual a usar la primera persona, sobre quien recae toda la acción, está propiciando la aparición reiterada de un tipo de voz narradora más bien cínica, deliberadamente enfangada en su propia sátira, muy propensa a mostrarse simpática con el lector para recabar su complicidad. Así, las ingeniosidades y humoradas -que incluyen bromitas sobre la desgracia ajena- se exhiben una y otra vez no por exigencias de la trama, sino porque lo lenguaraz parece hoy acreditar seguridad y firmeza. De lo que se trata es de decir con profusión, venga o no a cuento, gilipollas, capullo, tonto del culo, y a la vez alardear de una abstrusa erudición sobre cualquier tema.
Éste es el perfil de Peter Brown, el personaje narrador de Esperando a la Parca. En su juventud trabajó de asesino a sueldo de la mafia; ahora es cirujano de un hospital de Manhattan, gracias a un programa de protección de testigos del FBI. Su apacible situación se complica al encontrarse a un paciente mafioso, con un cáncer irreversible que lo matará en tres meses. El mafioso, a quien le espera una operación inútil, amenaza con delatarlo si no lo mantiene con vida. Sin duda que la situación puede dar mucho de sí, pero sirve sólo de pretexto para que el doctor, en capítulos alternos, destape sus habilidades de expeditivo mamporrero, mientras nos deleita, en los restantes capítulos, sobre lo absurdamente que funciona la sanidad en Estados Unidos, un sistema sanitario que "gasta el sesenta por ciento de sus fondos en gente que nunca más volverá a salir del hospital".
Burlando a la Parca
Josh Bazell
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Anagrama. Barcelona, 2009
320 páginas. 18 euros
Algo sin duda atrayente, cabe decir morboso, tienen los hospitales, pues han propiciado varias series de televisión muy exitosas. Y ese mismo éxito persigue esta novela, con su mezcla de sanidad y mafia, un cóctel para todos los gustos. Lo cierto es que Josh Bazell, filólogo y médico, ha cegado con esta su primera novela a la crítica estadounidense, que no ha vacilado en declararla un combinado de House y Los Soprano. La cosa no podía estar más a mano. Pero desconfíe el lector; Tony Soprano no se merece este descrédito. Esperando a la Parca es demasiadas cosas y ninguna: es policiaca sin atreverse a confiar en el género, circunstancialmente moralista para justificar las groserías, insistentemente graciosa y en consecuencia reiteradamente aburrida, y lo peor es que a esta miscelánea no ha sido invitada la verosimilitud, y por ello resulta muy forzado para el lector creerse lo que está leyendo.
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