Todos al suelo
Una caída a tres kilómetros de la meta derriba a medio pelotón en un día aciago y lluvioso
Tenía mala pinta, mal fario, mala mirada. Demasiada lluvia para cosa buena, para tantas isletas, vueltas y revueltas, en la despedida del Benelux. Tenía mala pinta desde que el danés Fuglsang se estampó contra un camión aparcado en el arcén, en plena recta, quizá por un patinazo, quizá por evitar un afilador, quizá porque el peligro estaba en el asfalto más que en el trazado. Tenía mala pinta porque se caían en el pelotón. En una curva se fue al suelo Gómez Marchante y otro, y otro, y otro, y se caían incluso los escapados (obviamente, fueron cazados, como siempre, cuando el pelotón quiso), como el uzbeco Lagutin.
Cundió el pánico a medida que se acercaba la meta, cuando algunos equipos están obligados a estirar el pelotón, a preparar el sprint, a superar el control de velocidad, que aquí no lo marca el código de circulación, sino el grado de sensatez o de locura de cada cual.
Andaba el pelotón un poco loco (lo reconocieron algunos ciclistas) y el cielo pertinaz y el asfalto revoltoso. Y, de tanto tentar al riesgo, el riesgo se llevó por delante al pelotón a tres kilómetros del final. Una rotonda a izquierda y a derecha, un ciclista de los de cabeza al suelo y todos los de atrás contra el asfalto. Debió de ser el octavo de la fila porque sólo siete siguieron a su ritmo, cuatro del Columbia y dos del Quick Step, que en ese momento tiraban del pelotón. Siete que se quedaron en cuatro en un simulacro de sprint que fue ganado por el alemán Greipel (uno de los candidatos, en cualquier caso) mientras por detrás la montonera se retorcía por el suelo en una imagen dolorosa y extraña. Unos, heridos; otros, como servicio de asistencia, médicos, mecánicos, organización. Colapso.
Ezequiel Mosquera fue uno de los más afectados: dos golpes en la cadera y en el pie. "Me arrollaron por detrás y vamos a ver si no hay fractura", afirmaba el gallego. Fabian Cancellara, el líder, también se cayó y parecía cojear cuando entraba en el autobús tras llegar charlando con los Schleck (esta vez, serios, muy serios). Egoi Martínez también se cayó sin consecuencias importantes.
Cayeron todos menos los siete de delante y los que venían muy atrás, muchos de ellos precisamente fruto de caídas anteriores. Tenía mala pinta este trazado sinuoso que acabó en un final dantesco, con un sprint rocambolesco y con el parte médico más largo de hace muchos años (en Niza, en 2005, hubo una caída similar en el Tour, pero no tan masiva).
No hubo consecuencias deportivas inmediatas. Al producirse dentro de los últimos tres kilómetros, las diferencias quedaron en el olvido. Nada cambió en la clasificación general, pero serán muchos los que sueñen con Bélgica. Fuglsang, con un camión al que embistió en la carretera; Mosquera y compañía, con una rotonda maldita. Tan sólo Greipel dormirá feliz, aunque su victoria, a pesar de su clase, fuera esta vez más accidental que peleada.
Malos sueños de una etapa que tenía muy mala pinta. Demasiada para cosa buena.
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