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Entrevista:Matthew Pearl | LIBROS | Entrevista

"Mi propósito es dar nueva vida a la historia"

Andrea Aguilar

Unas décadas antes de que el maltrecho pirata Billy Bones llegara a la posada del Almirante Benbow en La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson, otra especie de piratas literarios pululaban por los muelles de Boston. No eran personajes de ficción aunque traficaban con ella. Su botín eran los manuscritos que llegaban de Europa de renombrados autores. El mercado negro florecía ante la ausencia de derechos de autor. Las editoriales estadounidenses en el siglo XIX reeditaban las novelas de escritores extranjeros de la competencia sin coste alguno; los autores a menudo no recibían ningún tipo de compensación económica, y el éxito en gran parte dependía de ser el primero en lanzar al mercado las novedades más buscadas.

"Desde los años sesenta en las facultades se rechazaba la aproximación biográfica a las obras. Esto alimentó mi curiosidad"
"Me interesan los autores que se han planteado qué es la modernidad. Dante, Poe y Dickens fueron muy ambiciosos"

Ésta es una de las historias que Matthew Pearl (Nueva York, 1975) recoge en su libro El último Dickens. El autor, en esta su tercera novela, se sumerge de nuevo en una intriga literaria y juega con la realidad y la ficción. En su debut, El club de Dante, Pearl reconstruyó las luchas que en el Boston del siglo XIX enfrentaron al grupo de intelectuales que tradujeron la Divina Comedia con el frente académico más conservador de Harvard que intentaba frenar su publicación. Pearl aderezó la trama con una serie de misteriosos asesinatos fielmente inspirados en el 'El infierno'. El libro fue publicado en 40 países y vendió cientos de miles de ejemplares.

Con La sombra de Poe, el escritor se adentró en los misterios que rodearon la muerte del gran maestro de los cuentos de terror en Baltimore. Ahora le ha llegado el turno a Charles Dickens y a su manuscrito de El misterio de Edwin Drood que quedó inacabado y dejó a miles de lectores en vilo. La publicación por entregas de los primeros episodios dejó abierto el final ante la abrupta muerte del autor británico. ¿Reaparecería el honesto Drood para vengarse su tío el morfinómano John Jasper? Los devotos seguidores de Dickens especularon sobre la cuestión con frenesí y llegaron incluso a recurrir a sesiones de espiritismo para encontrar una respuesta. Más de un siglo después, Pearl retoma la pregunta y fabula en torno a ella. El tráfico de opio, las enconadas luchas editoriales y el nacimiento de la cultura de las celebridades literarias sirven de telón de fondo a esta intriga literaria cuidadosamente investigada.

El protagonista James R. Osgood, uno de los editores estadounidenses de Dickens, un personaje real -cuya editorial también publicó la primera traducción de Dante que inspiró el primer libro de Pearl-, lucha en las páginas de esta novela por descubrir cuál era el final que el escritor imaginó y aclarar la serie de crímenes que la llegada del manuscrito provoca en la ciudad de Boston. Sus pesquisas le llevarán a Inglaterra junto a su subordinada Rebeca Sand, una joven divorciada precursora de las mujeres emancipadas y trabajadoras.

"Con este libro he intentado acercarme también a la historia de la edición en Estados Unidos. El negocio atravesó un momento muy convulso y agresivo hasta lograr la estabilidad que permitió a los escritores vivir de su trabajo", señala el joven y exitoso autor estadounidense. "En el siglo XIX era una decisión muy valiente dedicarte a la escritura, especialmente si como en el caso de Poe y Dickens no provenías de una familia acaudalada". En El último Dickens recoge una anécdota que ilustra cuál era la situación. Cuenta que el escritor Fitz James O'Brian se manifestó delante del edificio de Harper armado con una pancarta que decía: "Soy un autor de Harper y me muero de hambre". Se negó a retirarse hasta que le pagasen lo que le debían.

Sentado en el patio de la biblioteca pública Boston una tarde de agosto, Pearl reflexiona sobre los tres grandes creadores que han inspirado su trabajo. "Me interesan los autores que se han planteado qué es la modernidad. Dante, Poe y Dickens fueron extremadamente ambiciosos. Los dos primeros murieron con muy poco dinero, pero Dickens consiguió alcanzar la fama y el éxito. Es la primera celebridad cultural moderna", apunta. "Fue extremadamente inteligente a la hora de vender su obra y a sí mismo. De alguna manera la gente compraba la mitología que él construyó en torno a sí mismo".

Pearl viste pantalones de algodón y una camiseta. Lleva consigo una mochila. Tiene aire de buen estudiante, tímido, aplicado y atento. Le apasionan las bibliotecas y Boston, una ciudad cuya historia ha investigado a fondo. Enseguida despliega un mapa y señala sus puntos favoritos: Public Gardens, el museo de Isabella Stewart Gardener y Cambridge, donde acaba de comprar una casa del diecinueve que está restaurando.

En su libro Pearl recrea los escenarios del segundo viaje a Estados Unidos de Dickens, la indiscutible estrella del momento. Una legión de obsesivos fans abarrotaron sus lecturas. Los periodistas cubrieron de forma exhaustiva aquella visita. Pearl ha pasado muchas horas en esta biblioteca pública, la más antigua del país, leyendo aquellas crónicas, las cartas y los diarios de Dickens. "Como escritor rompió todos los límites. Quizá por eso me atraía la idea de usarle como personaje. Creó un mundo enorme poblado por un montón de actores que toman caminos muy distintos. Esto genera una energía muy especial, una épica y una descripción únicas".

Su aproximación al autor de Oliver Twist no ha estado, sin embargo, exenta de sorpresas. Los novelistas al fin y al cabo no tienen la misma madera que sus héroes de ficción. La vida personal de Dickens y en especial la relación con sus hijos desentona, según Pearl, con la cara que muestra en sus libros. "Resulta chocante que alguien que prestaba tanta atención y cuidado a sus personajes y que tuvo una infancia tan dura, no mostrase la misma empatía con su familia", señala. "Todo es mucho más complicado cuando miras a los escritores como personas". Él durante años, dice, que les tenía idolatrados.

Su primer flechazo literario le llegó con la obsesiva caza del cachalote emprendida por el Capitán Ahab. Pearl tenía 16 años y vivía en Florida. Hasta ese momento los deportes le interesaban mucho más que los libros, pero Melville y su Moby Dick cambiaron las cosas. "El tema en sí de la caza de ballenas no me atraía, pero aquella lectura fue una revelación. Comprendí porque la gente lee sin que le obliguen", recuerda. Poco después cayó en sus manos Grandes esperanzas de Dickens, otra de las obras que marcó su formación como lector irredento. "A Dante le descubrí en mi segundo año universitario", recuerda. "Fue una aproximación más académica. Con Poe y Dickens fue distinto".

La pasión lectora trajo a Matthew Pearl hasta Boston para estudiar Literatura en Harvard. Dice que quería entender cómo se construyen las historias. "Desde los años sesenta en las facultades se rechazaba la aproximación biográfica a las obras. Esto alimentó mi curiosidad", asegura. Aquello sin embargo no fue suficiente para que se lanzase a escribir sobre sus ídolos literarios. El proyecto le intimidaba. "Cuando adoras los libros tiendes a colocar a los escritores en un lugar inalcanzable. No crees que puedas ser capaz de escribir algo que merezca la pena", dice. Así que tras la graduación en Harvard Pearl se trasladó a Yale para estudiar Derecho. "Es una de las mejores escuelas de leyes, pero a mí no me convirtió en abogado, sino en escritor. Comprendí cuánto echaba de menos la literatura".

Pearl confiesa que le ha costado identificarse como escritor a pesar de las exitosas ventas de sus libros. Al fin y al cabo, dice, todo el mundo escribe. Él no se sentía cómodo con la etiqueta. "La gente te mira raro cuando dices que eres escritor. Te hacen preguntas horribles. Soy neurótico y me pongo nervioso", aclara. A diferencia de la abrumadora mayoría de escritores estadounidenses de su generación, Pearl no ha pasado por ninguno de los afamados talleres de escritura que organizan las universidades. A la vista de las cifras de ventas de sus libros tampoco parece que le hiciera excesiva falta, pero cuando El club de Dante arrasaba el autor aún le preguntaba a su agente si pensaba que eso podría ser un problema. "Esperemos que no tengas que ir", le respondía ella. "Los talleres son el sitio perfecto para conectar con otros escritores. Yo no tuve esto y me pone un poco celoso", reconoce Pearl. A cambio contó con el rendido elogio de Dan Brown a su primer libro. ¿El afecto es mutuo? "Por principio, cualquiera a quien le gusten mis libros me cae bien", contesta.

Matthew Pearl se casó en diciembre y vive con dos gatos y dos perros. Su vida, asegura, es ajena a la bohemia literaria. "La escritura puede ser a veces tediosa pero creo que pega con mi personalidad. Me dedico a seguir buscando historias literarias como en mis años universitarios. Esto me permite seguir siendo un estudiante eternamente". Destaca por encima de todo el carácter emprendedor de la profesión que ha elegido. "Es casi como ser empresario, porque te dedicas a crear algo de la nada constantemente, tienes que inventártelo tú, no hay un camino definido".

El escritor traza su hoja de ruta a partir del material que encuentra en archivos y bibliotecas. Sus investigaciones le permiten mezclar realidad y ficción, levantar un poco de polvo como dice uno de los personajes de El último Dickens. Pero ¿por qué no apostar por el ensayo? "Mi propósito de alguna manera es dar nueva vida a la historia y a los personajes desde una perspectiva no académica. Hay demasiada gente que considera que la literatura es como un objeto de museo que no debe ser tocada ni disfrutada", afirma. Pearl no se cuenta entre ellos.

Su cuidadoso trabajo de documentación le ha conducido a inesperados descubrimientos que quiere acercar al público, como el oscuro mundo del hampa literario con el que se topó cuando vagaba por los escritos del Boston decimonónico. En su próxima novela, en la que ya trabaja, mantiene el mismo escenario espacio temporal, aunque esta vez no habrá ningún gran pope literario de por medio.

¿Tiene sentido inspirarse en la vida y obra ajena? "El mejor piropo que me han dicho es que mis libros les han llevado a leer a Dante o a Poe por primera vez. Esto encaja con la idea de la cadena de la escritura como continuación. Un libro te lleva a otro. Así es como yo me enamoré de la lectura". Al final se trata de seguir leyendo.

El último Dickens. Traducción de José Manuel Berástegui. Alfaguara. Madrid, 2009. 488 páginas. 22 euros.

El escritor Matthew Pearl (Nueva York, 1975), durante una visita a Madrid en 2004.
El escritor Matthew Pearl (Nueva York, 1975), durante una visita a Madrid en 2004.Bernardo Pérez

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Sobre la firma

Andrea Aguilar
Es periodista cultural. Licenciada en Historia y Políticas por la Universidad de Kent, fue becada por el Graduate School of Journalism de la Universidad de Columbia en Nueva York. Su trabajo, con un foco especial en el mundo literario, también ha aparecido en revistas como The Paris Review o The Reading Room Journal.

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