Una bronca que sabe a gloria
A veces, da gusto escuchar una bronca; las cosas, como son. Por ejemplo, la que recibió ayer la presidenta de la corrida por negarle la oreja a Enrique Ponce tras la muerte de su primero. El público, que no entiende de barcos, consideró una ofensa la decisión de la señora y los improperios se oyeron en alta mar. También se enfadó el torero, que se negó a dar la vuelta al ruedo con un gesto de enojo, lo que acrecentó la protesta.
Pues la señora tenía razón. Y da mucho gusto comprobar que alguna vez un presidente se pone en su sitio, se niega a aceptar lo inaceptable y prestigia la plaza y a la afición que no sabe o no quiere entender.
Y no es que Ponce estuviera mal; no. Estuvo experimentado y solvente con un toro manso de libro, violento, rajado y cobarde, que huía de su propia sombra y al que persiguió por el ruedo para robarle pases despegados. Mató de una media algo caída y el final fulminante del toro levantó los ánimos y muchos pañuelos que no alcanzaron la mayoría. No fue faena de oreja, sino la labor profesional de un torero con oficio.
DOS GANADERÍAS/ HERMOSO, PONCE, TEJELA
Dos toros despuntados para rejoneo de San Pelayo, un buey parado el primero y manejable el otro; y cuatro de Samuel Flores, correctos de presentación, muy mansos, descastados y deslucidos.
Hermoso de Mendoza: pinchazo, rejón trasero y un descabello (ovación); rejón trasero (oreja).
Enrique Ponce: media estocada (ovación); pinchazo -aviso- dos pinchazos y un descabello (ovación).
Matías Tejela: estocada que asoma y un descabello (silencio); estocada (ovación).
Plaza de la Malagueta. 21 de agosto. Séptima corrida de feria. Lleno.
A Matías Tejela le faltó confianza; a lo está donde tiene que estar
Lo cierto y verdad, sin embargo, es que la corrida fue un pestiño a causa del pésimo juego de los toros de Samuel Flores, cuya presencia en Málaga es bastante inexplicable dada la pobre historia de este hierro en los últimos tiempos. Y a fe que los toros hicieron gala de su cantada mansedumbre, de su cobardía risible, de su mala casta y de su incapacidad manifiesta para acudir a un coso de primera categoría. Llama la atención, asimismo, que Ponce acepte lidiarlos, lo que no parece tener más explicación que la conocida amistad entre el torero y el ganadero. Un favor se hace siempre a un amigo.
Tampoco lo pasó bien Ponce ante su segundo, otra pieza del museo de los cobardes, que brindó al público creyendo lo que no fue. Imposible el lucimiento.
Y tampoco pudo lucirse Tejela ante su muy áspero y brusco primero. El público se enfadó porque el torero mostró más su insolvencia que las dificultades del toro, y ese error, habitual en los toreros modernos, se paga. Mejoró ante el sexto, manso, también, pero más noble que los demás, al que recibió con una buena tanda de verónicas, brindó al respetable y se dispuso a muletearlo con decisión. El toro se dejó, que se dice en el argot actual, y Tejela lo toreó con limpieza en algunas tandas que no acabaron de calentar los tendidos. Quizá, le faltó creer en sus posibilidades y romperse delante del toro. Supieron a poco los naturales que trazó; tanto es así que cuando el animal cayó fulminado por una estocada certera, pocos pañuelos asomaron. A lo peor, Tejela está donde está -en esa zona media de nadie- por méritos propios... Para que luego diga.
Abrió el cartel el rejoneador Hermoso de Mendoza, un consumado maestro al frente de una excelente cuadra, que deleita en cada actuación con una elegancia suprema y una técnica deslumbrante. Su lote, muy parado y descastado, no le permitió el brillo de la espectacularidad, pero quedó patente su sentido del temple, su búsqueda permanente de la ortodoxia -intentó clavar siempre al estribo- y el inmenso sabor de su toreo a caballo.
Al final, se reprodujo la bronca a la presidenta. Una gloria...
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