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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Viaje iniciático

Ratificando que este soberbio espectáculo de danza acrobática tiene solamente un tangencial y casi simbólico acercamiento al circo, la compañía norteamericana demostró en los Veranos de la Villa cómo se puede hacer una danza de carácter festivo, que guste a los grandes auditorios y que a la vez se respete a sí misma, a sus principios estéticos y formales. La compañía se expresa a través de la tensión, el extremo y el grupo. Su virtuosismo radica en el control.

Diavolo trajo a Madrid una suite que antologa fragmentos espectaculares de sus creaciones desde mediados de los noventa, donde no falta el riesgo, pero tampoco un comedido lirismo que se apoya en la selección musical, muy ecléctica, pero de gran eficacia sobre la escena.

Diavolo Dance Theater

D2R-A (1995-2005); Knockturne (2006); Bench (2009); Humachina (1999-2003); Trajectorie (1999-2001). Música: Paul James, Giacomo Puccini, Drum Invasion, Chemical Brothers y Nathan Wang. Escenografía: Jeremy Railton y Daniel Wheeler. Luces: John Ed Bass y Daniel Ionazz. Vestuarios: Cesareo Ruiz, Laura Brody y Megan Godfrey. Director: Jacques Heim. Escenario Puerta del Ángel. Hasta hoy domingo 16.

El dúo romántico Knockturne se acerca sin sospechas y con evidencia a la obra que el sueco Mats Ek creara para la Ópera de París y que bailara Sylvie Guillem, lo que pone de manifiesto la osadía de Heim, que confiesa no haber dado un paso de baile en su vida y haberse afanado en los estudios teóricos de la especialidad. Lejos de librarle de responsabilidad, tal estadio se las da todas. No es un coreógrafo, es un eficiente director de escena. Su astucia le ha hecho nuclear una plantilla de potentes bailarines entrenados en la gimnasia y la explotación de los elementos escenográficos que a su vez se inspiran en tradiciones diversas, desde Pilobolus a Momix.

Tanto la gigantesca rueda doble como esa especie de balsa de la medusa (en Trajectorie se plantea el viaje y la supervivencia, el individuo frente al grupo), que ocupa el escenario toda la segunda parte, constituyen espacios dinámicos selectos dentro del gran ideario escénico; el mecano le da su textura contemporánea y tecnológica, pero no lo deshumaniza. Ritmo y elevación se ponen al servicio de una cadencia capaz de envolver al público, arrastrarlo en ese iniciático despliegue de vuelo e ilusión de ingravidez, dos de las aspiraciones más inveteradas y caras a la danza misma. Heim explota la proyección de figuras plásticas, de canon progresivo y, sobre todo, de agudo juego rítmico.

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