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Columna
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Altos vuelos

Quisiera, siguiendo la ambientación de las fechas, darle a la columna de hoy un aire turístico, en la estela de la noticia de que se ha decidido la ampliación del aeropuerto de Hondarribia. Dejando a un lado otras consideraciones, como los escollos que esta decisión tendrá que salvar para llevarse efectivamente a la práctica (desde el visto bueno medioambiental hasta el acuerdo con Francia), voy a centrarme en su vecindario. Porque justo al lado del aeropuerto se encuentra el parque ecológico de Plaiaundi, ubicado en la única ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves) de Guipúzcoa, que es un auténtico tesoro ornitológico. Para subrayar con algún detalle esta afirmación diré que es uno de los pasos migratorios más importantes de Europa, donde pueden verse cientos de especies (el acumulado de observaciones indica más de 250). Que los carrizales de Jaizubia son probablemente los más extensos de todo el País Vasco. Y que toda la zona es uno de los mejores lugares con los que contamos para observar rarezas, es decir, esas aves que literalmente brillan por su ausencia y cuyo avistamiento constituye un acicate y un triunfo para cualquier observador científico o aficionado.

Todos estos valores de Plaiaundi podrían defenderse sólo con argumentaciones ecológicas, estéticas, incluso románticas, pero vivimos tiempos en que resulta definitivamente más persuasivo lo material. Así que insistiré en que las condiciones del parque y de su entorno son extremadamente atractivas desde el punto de vista económico. Que los turistas ornitológicos son una especie que, lejos de estar en extinción, aumenta cada día y protagoniza en consecuencia uno de los booms turísticos más significativos del momento. Como ya han comprendido comunidades autónomas como Extremadura, que ha convertido el birding en una de las estrellas de su oferta turístico-cultural. O la vecina Navarra, que está organizando y expresando brillantemente su riquísimo patrimonio ornitológico.

No es un nuevo o un más aeropuerto lo que necesitamos. Los tenemos de sobra, se mire por donde se mire, como quien dice, por los cuatro costados. En un área de 100 kilómetros a la redonda: Bilbao, Biarritz, Foronda, Pamplona y éste de Hondarribia que hoy nos ocupa. Plaiaundi, en cambio, es un entorno único y excepcional. Y creo que la auténtica apuesta de futuro pasa por ahí, por darle al parque cada vez más sitio, por ir convirtiendo lo aeroportuario en ecológico, al tiempo que se desarrollan y racionalizan sosteniblemente las comunicaciones con el resto de aeropuertos vecinos. Debidamente acondicionado (inexplicablemente el parque se ve obligado a convivir con unas instalaciones deportivas), este espacio puede convertirse en un auténtico santuario ornitológico, en una referencia internacional, en una cita obligada y apreciada. O lo que es lo mismo, en un proyecto-motor económico, científico y cultural para la zona y para Euskadi, con una rentabilidad de altos vuelos.

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