"Cristiano siempre sale rentable"

Mientras Cristiano Ronaldo se daba un baño de multitudes el día de su presentación en el Bernabéu, otro portugués todopoderoso pero desconocido para el gran público disfrutaba en la sombra, con la discreción de un eremita, de la puesta en escena del fichaje más caro de la historia. A fin de cuentas, Jorge Mendes era el gran responsable del éxito de la operación, de que el Real Madrid pusiera sobre la mesa 94 millones de euros contantes y sonantes, comisiones aparte, para echarle el lazo al extremo del Manchester, que cobrará nueve millones en cada una de las seis temporadas firmadas. "Fue la guinda a una trayectoria posible a base de constancia y tras muchísimas horas de trabajo... Nadie regala nada, hay que ganárselo", dice el artífice de la llegada a Chamartín del genio de Madeira.

"Alex Ferguson es el gran responsable de que sea quien es. Nunca olvidará eso"

Una relación que pudo haber empezado hace seis años, en el verano de 2003. El Madrid, al igual que el Barcelona y el Inter de Milán, se mostró muy interesado por la figura en ciernes, pero se topó con un escocés visionario. "Todos querían ficharle, pero dejándole un año cedido en el Sporting de Lisboa. Pero Alex Ferguson nos aseguró que pretendía llevárselo inmediatamente a Manchester. Y más: que Cristiano disputaría el 50% de los partidos. Al final jugó más y los aficionados le consideraron el mejor del equipo... Fue decisivo para que Cristiano fuera llamado a la selección absoluta, y para que se ganara la titularidad el año siguiente, en la Eurocopa que se disputó en Portugal", asiente Mendes.

El fichaje del último Balón de Oro y el último FIFA World Player deja baratos los 30 millones que el Madrid pagó por Pepe -¡un central!-, los 60 que el Chelsea abonó en 2004 al Oporto por José Mourinho y dos de los jugadores con los que ganó la Champions ese año... Por no hablar de los 150 millones que sus jugadores, en un intercambio de cromos digno de Wall Street, movieron en el verano de 2007. Baratijas comparadas con el huracán que desató CR9 con su paso de la Premier inglesa a la Liga española. ¿O no? Mendes comparte la tesis de Florentino Pérez, aquella que dice que los jugadores caros luego son los más baratos: "Cristiano siempre sale rentable. Es un gran profesional, un perfeccionista. No tengo ninguna duda en asegurar que un día será considerado el mejor jugador de todos los tiempos".

Las palabras del superagente fluyen como vive, a toda pastilla, atropelladas, secuestradas por los tres móviles que maneja con la habilidad de un trilero. La actividad llega a ser tan frenética -"trabajo para la temporada siguiente, no para ésta", es su eslogan de cabecera- que hay quien le confunde con un broker en vez de con un representante de técnicos y futbolistas. Aunque sean 58, entre ellos Márquez, Simão, Deco, Carvalho, Pepe, Anderson... La crème de la crème. Y Cristiano y Mourinho, las joyas de la corona. Todos le quieren, todos confían en él porque, si Mendes se ha granjeado su fama, es por conseguir contratos imposibles y porque le consideran uno de los suyos. Un futbolista más, que se quedó por el camino y se convirtió en el mercader que maneja el cotarro. En el más cotizado. Y sin renunciar jamás a su aire enigmático y a la vez cercano: "La relación que establezco con ellos no es meramente profesional. Para mí son de la familia". "Da igual los acuerdos que firme, da igual lo que haga, el éxito no se le sube a la cabeza", dice su equipo de Gestifute. Sencillo y con un don de gentes que le "ha abierto puertas a las que muy pocos tenían acceso", el hijo de don Manuel, un humilde funcionario, y doña María, sufrida ama de casa, se mueve como pez en el agua entre bambalinas, lejos del ajetreo del circo mediático. Al revés que muchos de sus colegas de profesión, deja el estrellato para otros.

Como Cristiano, venerado de Indonesia a Los Ángeles, de Suráfrica a las islas Hébridas. "El Manchester estará siempre en su corazón. Siempre le estará agradecido a David Gill, el director ejecutivo, y a Ferguson, el gran responsable de que sea quien es, pues fue determinante para su carrera. Nunca olvidará eso", se despide Mendes, alerta como un lince. ¿Cuándo empezaron las negociaciones? ¿Qué porción del pastel se llevó? La respuesta podría ser materia de estudio del Quay d'Orsay: "¿De verdad quiere saberlo? Eso es como preguntarle la edad a una mujer".