"No me escondo y doy la cara"
Astarloza proclama su inocencia tras dar positivo por EPO en un control previo al Tour
"No he tomado nada prohibido", dijo ayer varias veces, como si de un mantra se tratase, el ciclista Mikel Astarloza (San Sebastián, 1979) en su primera comparecencia, sin admitir preguntas de los periodistas, tras haber dado positivo por EPO en un control antidopaje previo al Tour.
Con un puñetazo en la mesa y rodeado de decenas de familiares, allegados y aficionados en un hotel de la capital guipuzcoana, el ganador de la 16ª etapa de la ronda francesa, en la que lideró al equipo Euskaltel-Euskadi, proclamó su inocencia con una cuidada escenografía que incluía aplausos, aúpas con su nombre y niños con la camiseta de su ídolo.
La llamada de un inspector de la Unión Ciclista Internacional (UCI) puso el pasado viernes patas arriba su vida. "Pensé que era una broma", apuntó Astarloza, que leyó un comunicado en euskera y en castellano. No dudó en cuestionar la fiabilidad de la analítica, realizada por el laboratorio de Madrid, y dijo que tiene indicios para cuestionar su credibilidad. Ya llegará el momento de tirar de la manta, vino a advertir.
"He perdido la fe en el sistema. El daño ya está hecho", dice el ciclista
También alimentó la idea de que lo ocurrido esconde algo más, pero no explicó en qué sentido. "Lo averiguaré cueste lo que cueste", apostilló con rabia tras confirmar que el mismo viernes solicitó un contraanálisis para tratar de rebatir el positivo, detectado en una muestra de orina obtenida el 26 de junio en un control por sorpresa. "Aunque dé negativo [en el contraanálisis], he perdido la fe en el sistema [...]. El daño ya está hecho", declaró con amargura. Si la muestra B confirmase el dopaje, Astarloza, de 29 años, sería inhabilitado durante dos temporadas.
A su favor esgrimió Astarloza su plena colaboración con los inspectores de la UCI, a los que siempre comunicó, como obliga el reglamento, su paradero diario. "Si hubiese tomado algo que pudiera dar positivo, podría haber dado una dirección errónea para no pasar el control", dijo. Nunca estuvo bajo sospecha. Ni por parte de la UCI ni de su equipo, alegó. "Mis parámetros biológicos siempre han sido correctos. Si, hasta la implantación del pasaporte biológico, recurrir a métodos ilegales para mejorar el rendimiento era un sinsentido, ahora sería una locura, un suicidio deportivo", añadió.
Entre los presentes en la sala estaban los ciclistas Amets Txurruka (Euskaltel-Euskadi) y Haimar Zubeldia (Astana). No hubo, en cambio, representación oficial de su equipo.
La vehemencia de la reacción de Astarloza constrasta con el silencio con el que Íñigo Landaluze, otro líder del conjunto vasco, reconoció el pasado julio haber tomado CERA (EPO de última generación) durante la clásica por etapas Dauphiné Libéré.
Para los escépticos, Astarloza añadió un argumento más: "Mi palabra. Sé que es muy difícil que creáis en mi inocencia, pero lucharé por esclarecer los hechos hasta el final. Ahora, ésta es mi única obsesión. Por eso no me escondo y doy la cara".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.