La ruina del Euskaltel
El positivo por EPO de Astarloza, ganador de una etapa alpina y 11º clasificado en el Tour, compromete el futuro de su equipo, auspiciado por las instituciones públicas vascas
El lunes, recién llegado de tierras francesas, a Miguel Madariaga, fundador, alma máter, mánager general y guía espiritual del Euskaltel-Euskadi, le preguntaron por el incierto futuro de su equipo, el único del selecto UCI Pro Tour con licencia y patrocinador españoles, tras su exitosa actuación en el Tour de Francia. Aunque pudiera parecer contradictoria, la cuestión era cualquier cosa salvo inocente.
Durante la disputa de la ronda gala se supo que Iñigo Landaluze, uno de los líderes del conjunto vasco, había dado positivo por CERA (EPO de última generación, la misma que en 2008 propulsó, antes de desenmascararlos, al intrépido Riccò y al infatigable Piepoli por las laderas y los valles pirenaicos) un mes antes, durante la Dauphiné Libéré, la antesala del Tour. Pero entre que Landaluze reconocía su error, asumía sus consecuencias (colgó la bicicleta con 32 años) y eximía a sus empleadores, y, sobre todo, que cuatro días después su compañero Mikel Astarloza conquistaba la segunda etapa alpina, todo un acontecimiento en el País Vasco, el asunto cayó en el baúl de los malos recuerdos. Fue por ello que la respuesta de Madariaga rezumaba alivio. "Menos mal que lo de Landaluze no fue en el Tour. Si no, adiós equipo".
El grupo recibe un millón del Gobierno vasco y otros dos de las tres diputaciones
Landaluze, uno de los líderes del conjunto, también fue 'cazado' en la Dauphiné Libéré
Ayer, poco antes de que Koldo Fernández de Larrea prolongara en el Circuito de Getxo la fabulosa racha del Euskaltel, Astarloza, que hoy debía correr la Clásica de San Sebastián, recibió un correo electrónico en su ordenador personal. Remitente, la UCI (Unión Ciclista Internacional); asunto, feo. "Está usted provisionalmente suspendido", le anunciaron. Y le explicaron por qué. El laboratorio de Madrid había detectado restos de EPO recombinante (la EPO de toda la vida, la poción mágica de los felices 80 y 90, tan fácilmente detectable que su empleo se creía ya erradicado en el pelotón) en la muestra de orina que personal autorizado de la UCI encargado de la actualización del pasaporte biológico (el tacómetro fisiológico de los ciclistas de élite) obtuvo en un control sorpresa al que Astarloza fue sometido en su domicilio. Aquella visita se cursó el 26 de junio, ocho días antes del inicio del Tour, carrera que Mikel finalizó undécimo tras batallar, incansable, en las etapas de montaña.
"He hablado con el ciclista y me dice que no puede ser, que debe haber un error. Y nosotros le creemos", declaró ayer Madariaga a EL PAÍS. "Y le creemos no porque queramos creer en su inocencia, sino porque nuestros médicos no han detectado ninguna anomalía en nuestros controles internos", argumentó.
Siguiendo el guión preestablecido, Astarloza proclamó su inocencia y anunció que ejercerá su derecho al contraanálisis. Su carrera, sin embargo, parece tocar a su fin. El ciclista de Pasaia, de 29 años, será inhabilitado por espacio de dos años en el caso, muy probable a la luz de los precedentes, de que la prueba B confirme el resultado.
Tras el amparo de sus dirigentes asoma un indisimulado esfuerzo por preservar la validez del primer éxito que el Euskaltel-Euskadi cosecha en el Tour tras años de decepciones. De hecho, la de Astarloza fue la tercera etapa que conquistaba el equipo vasco en sus nueve comparecencias. La anterior se remontaba a la edición de 2003, cuando en la cima del Alpe d'Huez se impuso Iban Mayo, corredor que cuatro años después también sucumbiría, en el Tour, a los tentadores e ilegales beneficios de la EPO. "No, no. Los resultados de Astarloza en el Tour no se discuten. El control es anterior. En el Tour, Mikel ha pasado 12 controles, todos en regla", alega Madariaga.
Puesto a huir hacia delante, Madariaga tampoco cree que este nuevo escándalo (antes fueron cazados Txema del Olmo, Aketza Peña e Aitor González) comprometa la continuidad de un proyecto que él mismo alumbró en 1994. Pero, para su desgracia, el futuro del Euskaltel-Euskadi no descansa ya en sus manos. El equipo subsiste gracias al patrocinio de Euskaltel, operador vasco de telecomunicaciones, y de las instituciones vascas. La empresa tecnológica aporta 2,2 millones de euros, el Gobierno vasco un millón, y las diputaciones de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, otros dos millones. La contribución anual de sus casi 3.000 socios y la ayuda de otros pequeños patrocinadores completan un presupuesto que en 2009 es de 6,5 millones de euros.
Implicado en sólo dos semanas en dos casos positivos, una concurrencia difícilmente justificable en la era de la tolerancia cero, su elevadísima cuota de dependencia pública puede tener consecuencias insospechadas para Euskaltel-Euskadi, más aún en un escenario político tan inestable como el vasco, cuyo Gobierno lo lideran ahora los socialistas con el apoyo del PP y donde el PNV controla en precaria minoría dos de las tres diputaciones.
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