El jardín de Felipe II
Calixto Bieito cierra el Festival Grec con 'Don Carlos' de Schiller
Una reproducción de El jardín de las delicias, una de las obras más enigmáticas de El Bosco, presidió los ensayos del montaje de Calixto Bieito del poema dramático de Friedrich Schiller (1759- 1805) Don Carlos, infante de España, con el que esta noche se cierra la programación del Festival Grec de Barcelona. "Es un cuadro fascinante. Felipe II lo compró y lo tenía en su habitación, en El Escorial. Lo puse para inspirar, para que lo vieran", cuenta el director de escena.
Los que lo vieron son Carlos Hipólito (Felipe II), Rubén Ochandiano (Don Carlos), Violeta Pérez (Isabel de Valois, esposa del rey), Àngels Bassas (Princesa de Éboli), Rafa Castejón (Marqués de Poza), Mingo Ràfols (Gran Inquisidor), Josep Ferrer (Duque de Alba) y Begoña Alberdi (Duquesa de Alba). Son los protagonistas del montaje que se estrena en España tras su pasó por la ciudad alemana de Mannheim, donde inauguró el 19 de junio el Festival Schiller, con motivo del 250º aniversario del nacimiento del dramaturgo, poeta y filósofo germano. El 17 de septiembre abrirá en Madrid la temporada del Centro Dramático Nacional.
Hipólito: "Durante tiempo esta obra no fue la imagen que se quería dar de España"
La música del montaje va desde el barroco de Purcell a los Rolling Stones
Imbuido de los ideales de igualdad y libertad propagados por la Ilustración, Schiller abordó en 1782 la redacción de la desgraciada historia del infante don Carlos, primogénito del Felipe II y su primera esposa, María Manuela de Portugal, prima hermana suya. Afectado por serios problemas físicos y psíquicos, el príncipe murió a los 23 años en una torre del Alcázar de Madrid donde había sido recluido por orden del rey, tras haberse enfrentado a él por el gobierno de los Países Bajos.
Con clara voluntad de saldar cuentas con la Inquisición, pero despreocupándose de la veracidad histórica, Schiller fijó su atención en la probabilidad psicológica de los personajes, el conflicto paterno-filial, la conjura y el ideal de libertad de pensamiento, que personificó en la única figura inventada de la trama, el Marqués de Poza, convertido al protestantismo y valedor de la causa de los oprimidos por el imperio en el que nunca se ponía el sol. El drama histórico resultante, considerado obra maestra del teatro, casi 225 años después de su creación sigue siendo una pieza prácticamente ignorada por la escena teatral española.
"Creo que se debe a que Don Carlos abunda en la leyenda negra de España. Durante mucho tiempo esta obra no ha sido la imagen que este país quería dar de Felipe II, rey católico por antonomasia, al que Schiller dibuja como un tipo bastante despiadado", observa Carlos Hipólito. El actor luce barba corta como la del monarca al que interpreta, con el que guarda sorprendente parecido. La carga de republicanismo que subyace en este Schiller, para quien "el teatro es el tribunal donde se revisan los procesos históricos", sirve a Bieito para cuestionarse qué es España y lo que se espera, dice, "de un país rico culturalmente, pero en el que todavía impera la pandereta y la chapuza". "A veces Schiller me recuerda a ese Thomas Bernhard que agravia a Viena. Aquél no denuesta, sin embargo, a España, pero sí todo aquello que representaba cuando escribió Don Carlos. Pero las frases que pone en boca de sus personajes las decimos hoy, en presente, no en pasado. A Schiller no le interesaba la historia, le interesaba la emoción que los personajes transmiten en cada frase".
Calixto Bieito firma la dramaturgia al unísono con el autor teatral Marc Rosich para esta versión que estrena una nueva traducción al castellano del texto original alemán, realizada en verso por Adan Kovacsis. "Se trata de un drama poético. El lenguaje usado por Schiller lo es y todas las ideas que en él vierte están expresadas poéticamente. Para que los personajes puedan transmitir la emoción de las palabras necesitaba una traducción que tuviera la riqueza poética del original", subraya el director de escena, que ha llenado la obra de música. "Mucha, del barroco de Henry Purcell al rock de los Rolling Stones, pasando por Verdi, Poulenc o Ligeti. Y también hay pasodobles. Necesito la música para vivir", confiesa.
"A mí me vuelve loco. Me ayuda a entrar en el personaje", proclama Ochandiano, quien en su debut a las órdenes de Bieito no repara en elogios: "Me atrae mucho su lenguaje teatral, su código, su estilo, lo que hace con las obras. ¡Me pone muchísimo!". Para Hipólito, "lejos de perturbar, suma". "Como experiencia me resulta enriquecedora", añade.
Un moderno invernadero preside la escenografía. "Es el jardín de Felipe II. El rey tenía un huerto que él mismo cuidaba y me inventé este jardín donde transcurre toda la trama. Me gusta la idea de un jardín, la imagen de un jardín lleno de cadáveres políticos: las víctimas de Estado enterradas bajo las flores", concluye Bieito.
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