Fría Madonna
El concierto de la cantante en el estadio Calderón, que no se llenó, sólo emocionó a ratos
Ya se sabe que la soltería disipada casi siempre refuerza la creación. Cuentan los madder, seguidores de Madonna que analizan su música y cada abrir y cerrar de ojos de la cantante, que cuando está sin pareja hace sus mejores discos y sus más alucinantes actuaciones. Que se sepa ahora no tiene acompañante y aun así le está costando trabajo convencer con la gira de Sticky & Sweet (dulce y pegajoso), cuya segunda vuelta recaló ayer en el estadio Vicente Calderón. Ayer sólo lo hizo a ratos.
Madrid no le respondió con un lleno. Los poco más de 35.000 asistentes (de los 50.000 que entran en el estadio), dejaron bastante espacio libre, mientras la zona de las invitaciones estaba llena. Quizá sea por el ostracismo en el que la cantante ha mantenido a la capital en la que no había actuado en 19 años [no 10, como se publicó ayer por error]. O tal vez porque las entradas costaban entre casi 100 euros (de pista) y 400 las supervip. Suena más fiable lo segundo.
Las entradas costaban entre casi 100 euros (de pista) y 400 las 'supervip'
"Esto parece un vídeo de Eva Nasarre a lo bestia", decía una espectadora
Lo que sí es cierto es que sus conciertos se han convertido más en un acto social que un acontecimiento musical. Puede ser el único sitio del mundo en el que puedan coincidir Belén Esteban -"Yo la sigo desde los ochenta", decía la reina de corazones a este periódico antes del concierto- y la infanta Elena -de la que no tenemos declaración, pero a juzgar por cómo bailaba suponemos que también es fan-. Aunque cuando empezó el espectáculo, a las 22.00 horas en punto, sólo hubo miradas para la otra reina: la del pop.
Madonna subida a su trono surgió de un cubo eléctrico a ritmo de Candy Shop. Bajó unas regias escaleras y soltó el "buenas noches, Madrid" de rigor. Estalló la locura. Aunque por poco tiempo. El público tardó en arrancar; por mucho que la cantante mostrase su reluciente cadillac blanco, o sacase su guitarra eléctrica para poner pose de rockera (sólo eso, pose) con Human Nature.
Hasta la cuarta canción el público no le cogió el rollo. Pero claro, era Vogue, con la que hasta la infanta se pegó unos bailes. Madonna luce una musculatura que ya querrían muchas señoras de 50 años. Incluso en el gimnasio de Poli Díaz. Porque eso sí, a estética, baile y a espectáculo pocos la pueden superar. Con matices: Madonna, como hizo ayer, puede saltar a la comba vestida de colegiala y deslizarse por una barra americana con bastante arte; puede encerrarse en una jaula, en plan dominadora mientras una pantalla la encierra con una espectacular cascada; puede reclutar a un grupo de bailarines y marcarse una discutida y algo extraña fiesta gitana en el centro del escenario. Pero ella es capaz de hacer cosas mejores. La prueba es que lo ha hecho en el pasado.
Y aunque pocos se fueron defraudados con el montaje escénico, lo de ayer fue extraordinariamente discretito. Le faltó esa emoción y esa vibración que te remueve por dentro y que la ha convertido en estrella. En 2009 a Madonna le salvan los clásicos (Holiday, Music, Like a Prayer...), incluso los ajenos. Con los acordes de Billie Jean, de Michael Jackson, parecía que encendería al público pero el momento fue un coitus interruptus. Y aunque Madonna intentó dejar claro que Michael fue "el mejor artista del mundo", el homenaje, con bailarín incluido, sonó a trámite.
En la parte final Madonna remontó el vuelo el electrónico Ray of Light que interpretó con la guitarra eléctrica. ¿Estaría enchufada? "Da iguaaaal", respondía un aguerrido fan que no paró de bailar en toda la noche. También había opiniones enfrentabas: "Esto parece un vídeo de Eva Nasarre a lo bestia", decía otra espectadora. Los dos se pusieron a bailar en el mismo momento que sonó Give it 2 me, una de sus últimas mejores canciones. Con ella terminó un concierto con gran final pero que sólo fue vibrante a ratos.
Quizá éste sea el momento perfecto para que Madonna se vuelva a reinventar (otra vez), pero la publicación a finales de septiembre inminente de un disco de grandes éxitos (con pocos temas nuevos) no parece la mejor señal. Habrá que esperar.
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