El doble juego de Arenas
En cuanto Javier Arenas ha conseguido tener algún protagonismo en la dirección nacional de su partido, muchos de quienes apreciaban su pretendida actitud dialogante han descubierto que todo era pura fachada. Que, en realidad, Arenas es un especialista en el doble juego.
"Habrá que preguntar a Javier Arenas", clamaba irritada Esperanza Aguirre la pasada semana después de que el vicesecretario nacional de Política Territorial le impusiera la abstención en el Consejo de Política Fiscal y Financiera donde se aprobó el nuevo plan de financiación autonómica.
Un modelo que Arenas rechazaba frontalmente en el pleno del Parlamento andaluz celebrado sólo dos días antes de obligarle a Aguirre y a las demás comunidades del PP a que se abstuvieran.
El doble rasero de Arenas quedó también el descubierto cuando comparó la cifra obtenida de los fondos adicionales por Andalucía con los que se llevará Cataluña. A los catalanes les suma las competencias propias (policía, prisiones), pero no a Andalucía (Guadalquivir, metro de Sevilla y Málaga).
Otro ejemplo palpable de ese doble juego puesto de relieve estos días es su relación con el jefe de la presunta trama corrupta Francisco Correa. Desde que se conocieron los primeros datos del caso Gürtel, Arenas intentó presentarse como el hombre que rompió los lazos con Correa.
José Luis Peñas, el ex concejal del PP en Majadahonda que denunció en 2007 las actividades de Correa ante la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal, señala que "Correa era íntimo de José María Aznar y de los máximos responsables del PP: Javier Arenas, Gerardo Galeote, Jesús Sepúlveda, Luis Bárcenas...". Los tres últimos, imputados en la causa abierta. También ha trascendido que Arenas, junto a Francisco Álvarez Cascos (al que sucedió en la secretaria general del PP) y Ana Mato (ex esposa del imputado Sepúlveda) eran los últimos defensores en la dirección del PP del tesorero Bárcenas.
No es de extrañar. Arenas y Bárcenas eran viejos compañeros de juegos. Una foto en un periódico amigo (de Arenas), mostraba a ambos, junto al también imputado Jesús Merino, jugando al pádel en Marbella.
Rajoy y Arenas presumen de haber cortado con el entramado de Correa en 2004 por considerarlo un corrupto. Pero, si es así, ¿por qué no lo denunciaron en el juzgado de guardia? ¿Por qué no impidieron que comunidades y ayuntamientos, entre ellos Jerez, Granada y Estepona, siguieran concediendo docenas de contratos a tan sospechoso personaje?
No es creíble esa aséptica posición en la que pretende instalarse Arenas. Igual que no es creíble la falsa alegría con que recibió la noticia de que sus colegas de pádel eran llamados a declarar ante el Supremo, acusados de cohecho y delito fiscal. "Espero que esto signifique el final de las filtraciones", dijo el andaluz.
Ahí le duele: las filtraciones. Porque Arenas y su partido no parecen interesados en saber si son o no ciertos los hechos denunciados. Lo que pretenden es que los medios informativos independientes no aporten nuevos datos, como los conocidos estos días: que El Bigotes regalaba periódicamente lujosos bolsos a la alcaldesa Rita Barberá; que Correa organizaba bacanales con prostitutas de lujo para alcaldes populares; que Correa colocó en el extranjero 50 millones de euros producto de comisiones y contratos dudosos con administraciones controladas por el PP...
Lejos de dar explicaciones, Arenas y el PP se refugian en el silencio o denuncian en los tribunales (una vez más) a quienes investigan y difunden las tropelías de la trama Correa: jueces, fiscales, policías, periodistas. Porque, está claro: todo esto no es más que una conspiración generalizada del "régimen socialista" contra el PP. ¿O no se habían dado cuenta?
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