"Hasta ahora era un líder patético"
En su tercera escapada de esta ronda, Astarloza logra el primer triunfo del Euskaltel
El gesto de Mikel Astarloza en la meta lo decía todo. Los brazos al viento, tersos, duros, los puños cerrados y la boca soltando gritos, quién sabe si expresiones más fuertes, de ésas que explican los sentimientos mejor que el más completo de los discursos. El gesto de la rabia de quien se definía a sí mismo como "un líder patético hasta ahora". "El equipo llevaba tres años trabajando para mí y nunca conseguía ganar. Por fin he podido dedicarles una victoria que se merecían más que nadie", dijo el ganador de la tercera etapa del historial del Euskaltel en el Tour, tras las de Laiseka e Iban Mayo años atrás. Y se la merecía Astarloza por su tenacidad, por su persistencia en las fugas. "Porque es mi sino en el Tour y en toda mi carrera", afirmaba. Tres escapadas -"nadie puede reprocharme que no lo intente"- en este Tour y por fin la vencida, de la forma prevista, de la única posible: "Soy muy lento y si llego con más gente siempre me ganan".
Astarloza, sin embargo, no pudo disfrutar de su éxito hasta los últimos metros, apenas unos segundos antes de cruzar esa maldita y bendita raya blanca del final de cada etapa. "No quería dejar de dar pedaladas. Ni he mirado para atrás hasta muy al final". A sus 29 años, Astarloza parecía un niño feliz, alegre y extrovertido, una vez conseguido un sueño que nunca creyó imposible. "Nunca he creído en la suerte ni en la mala suerte. Yo estaba convencido de que iba a llegar. Y ha llegado", reconoció.
Astarloza es un ciclista casual que iba para remero, siguiendo la tradición de su padre y la de su pueblo natal, Pasajes de San Pedro (Guipúzcoa), volcado al mundo de las traineras y en permanente pugna con la vecina Pasajes de San Juan. Pero su padre le prohibió que se dedicara a un deporte tan duro y él eligió uno tranquilito y descansado como el ciclismo. "La verdad es que me enfadé con él y decidí tirar por la rama de mi madre, muy ligada al ciclismo". Estaba claro que a Astarloza, puro pedernal bajo una apariencia frágil y alargada, no le iban los deportes poco exigentes. Fue como decirle a su padre: Si no quieres caldo, taza y media. Y Pasajes de San Pedro perdió un remero y el ciclismo ganó un ciclista que se curtió durante cinco años en el AG2R francés, antes de recalar en el Euskaltel, donde ejerce de líder en ausencia de Samuel Sánchez.
Considerado un tipo fiable, siempre arriba en las clasificaciones generales, va por el séptimo Tour, a Astarloza le faltaba dar un golpe de mano que le elevara al podio y le convirtiera en un ganador y no en el chico que en las escapadas ya se sabía que no iba a ganar. Ayer dejó de ser lo que tan expresivamente definió como un líder patético, reconociendo su deuda con un equipo y una afición a la que quiso dedicar su triunfo. Una afición que seguramente incluye a sus rivales de Pasajes de San Juan. De momento no hay dos equipos de ciclismo que se enfrenten en la carretera. Y el aspecto bonachón de Astarloza no invita precisamente a las polémicas estériles.
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