_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Jóvenes con duda

Se están multiplicando los comentarios y referencias al reciente Informe del Ararteko sobre atención institucional a las víctimas del terrorismo, como otros tantos signos de alerta y preocupación más que motivadas. Porque en ese informe se recoge que casi un 30% de los adolescentes vascos o bien justifican (15%) la violencia etarra o se muestran frente a ella silenciosos o indiferentes (14%). Esas cifras resultan escalofriantes pero no sorprendentes, en la medida en que ambas posturas, tanto el apoyo como el silencio-indiferencia, constituyen la atmósfera cerrada que aún se respira en muchos lugares o ambientes de Euskadi, y en la que esos adolescentes del informe se están criando, con pocas o nulas posibilidades de contraste, apertura o ventilación.

Escribió Augusto Monterroso, con su dolorosa pero sabia y fértil ironía, aquello de que "era un hombre tan pequeño, tan pequeño que no le cabía la menor duda". Los entornos en los que presumiblemente se desenvuelven muchos de los jóvenes de los que hablamos son espacios donde reina un hermetismo sin resquicios; ámbitos sin hueco para la menor duda. O donde estos jóvenes reciben tan poco aliento para la duda, la réplica, el posicionamiento crítico, que no pueden sino plegarse al viento dominante.

Y hablar de ambiente cerrado, hermético, significa referirse a una responsabilidad colectiva. Entiendo que la justificación y la indiferencia que esos jóvenes muestran frente a la violencia no tienen una sola causa o no se alimentan de una sola fuente. Que son multidisciplinares. Y es muy probable que dependan en gran medida del entorno familiar y social más próximos. Pero también de la incapacidad (más o menos explícita) del sistema educativo para constituirse en modelo alternativo. Y también de la (cuando menos) dejadez institucional que ha permitido durante años a los intolerantes ocupar, impune y megafónicamente, el espacio público con su estela de efectos secundarios. Y creo que a todo esto hay que añadirle la contribución de los medios de comunicación públicos, que no se han caracterizado precisamente por erigirse en paladines (in)formativos de la precisión y la claridad democráticas. Todos son, a mi juicio, factores de esta multiplicación desastrosa que ahora recoge el informe del Ararteko.

Pero si he acudido a ese texto agridulce de Augusto Monterroso es también por el tono. Porque entiendo que nada que afecte a los más jóvenes debe ser abordado desde la sola oscuridad, sin un punto de levedad u optimismo. Los adolescentes tienen todo el sitio del mundo por delante, es decir, terreno de sobra para nuevas siembras de tolerancia. Y aunque no se pueda introducir contramensajes en la intimidad de los hogares, sí puede hacerse desde fuera; en las calles, en los medios de comunicación y desde luego en las escuelas; sí se puede y se debe cimentar desde ahí, con determinación, coherencia y constancia, transformadoras pedagogías democráticas.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_