Cocidito madrileño
En verano los trabajos van más despacio. Aunque en nuestro país el clima es el que es, variable, también se impregna de esa laxitud que da el calor. Entre nosotros estalla una furia gastronómica: fiestas de la empanada, pimiento, tortilla, chorizo, xouba, mejillón..., y mil orquestas armadas de pachanga y millones de vatios proclaman nuestro furor. Y todo ello envuelto en la luz de los más o menos incendios si no llueve. El verano, pues, es un tiempo confuso de comida y siesta.
Aunque en la política llevamos ya unos meses de somnolencia veraniega. Y es comprensible, lo que han vivido los dos partidos que gobernaban antes se expresa bien con la palabra debacle, que entraña los conceptos de fracaso y dispersión. Hacía 20 años justos que no ocurría algo así, desde el gobierno tripartito. Aquí cada veinte años ensayamos una fórmula alternativa a una Xunta del PP: primero fue el Tripartito, luego el Bipartito, a ver la próxima. Uno siente ganas de hacer lo que no hizo nunca, marchar por ahí adelante y volver dentro de 20 años para presenciar lo que tenga que ser. Sin embargo, esta vez no parecen probables otros 20 años continuados de la derecha, ese diputado que baila para un lado y otro y decide los gobiernos de la Xunta responde a un decantamiento político de la sociedad bastante claro. Sin embargo, la resaca, dolor de cabeza y vómito, en los dos partidos se viene prolongando desde marzo y a Núñez Feijóo le viene de perlas ese respiro. Lo ha aprovechado para gobernar con radicalidad y zorrería.
La resaca de los demás partidos le viene de perlas a Feijóo, que gobierna con zorrería
Una radicalidad ideológica que nos cogió a todos desprevenidos, probablemente incluso a la mayor parte de sus votantes. Todos pensábamos que se nos presentaba un tecnócrata con voluntad de pacto y nos hemos encontrado con un político más de derechas que sus mayores, que Fraga, y que en vez de presidir un Gobierno asentado sobre consensos busca abrir costuras y marcar divisiones. A los dos partidos desalojados del poder les hacen una auditoría a modo, cosa que ellos no le hicieron a él, y los marean con audis y citroenes, los de Touriño, Fraga, Feijóo, como un trilero maneja los cubiletes. Los ganaderos han tenido que moverse de lo lindo para que les hicieran caso, los ecologistas ven cómo nuestras costas y ríos se vuelven a poner en venta... Y el colmo de los juegos de manos y engaños es todo lo que se relaciona con la lengua propia de Galicia.
Había una generación de políticos obsesionados con el gallego y no lo sabíamos, querían enmendarle la plana a sus mayores y a todos, querían corregir la historia y corregir el país, corregirnos la lengua y eso que llaman "el acento". Para ello inventaron lo que no había: la futura política lingüística la decidiría una encuesta especial a los padres y madres del alumnado. No la decidirían quienes no tengan hijos, quienes ya los criaron ni quienes algún día los tendrán; no, el futuro de la lengua gallega lo decidirían las personas que en este momento tienen hijos en edad escolar. Acongojante. Para ello comenzaron a preparar un cocido que sólo es comparable a lo que hizo Camps en Valencia con su Educación para la Ciudadanía en inglés, una encuesta en los centros de enseñanza tan salvaje y capciosa que tuvo que ser impugnada por los términos en que se realizó. Pero esa encuesta pasará a los anales de la historia de las encuestas, es la más indigesta, llevan semanas, meses para recontar los resultados. Son números secretos, ya se sabe que los cocineros no gustan de enseñar la cocina ni de contar sus secretos. Núñez Feijóo fue en su día presidente de Correos desde un despacho madrileño, una entidad decisiva en el recuento de votos que llegaban de América; con posterioridad, habiendo abandonado ya ese cargo y estando en la oposición, él mismo nos recordó que había que estar alerta, allí los votos corrían peligro de manipulación. Ahora está recontando estos nuevos votos de padres y madres desde la Xunta. Tengamos la misma tranquilidad que entonces.
Nadie lo dude, este verano además de xoubas y empanada tendremos un cocidito madrileño. Nada de ensaladas, la cocina está encendida y el cocinero en sus pucheros nos prepara su receta secreta. Asistimos al evento culinario veraniego con la boca abierta por tanto descaro y algunos completamente mudos, como el Consello da Cultura y la Real Academia Galega. Con la boca abierta probaremos el cocido en día de calor.
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