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Reportaje:TOUR 2009 | Jornada de descanso

La fingida rendición de Sastre

El último ganador asegura que no aspira al triunfo y que el podio no le hace "ni tilín ni tilán"

Hay personas que no cambian por mucho que se altere su entorno, su estatus o su medio ambiente. Una de ellas es Carlos Sastre, el actual campeón del Tour, al que su nueva jerarquía no le ha trastocado su tendencia al ocultamiento, su pasión por el realismo humilde, su presunta voluntad de borrarse de los cielos estrellados y cubrirse tras una nube de aparente indiferencia. Ayer, tomadas literalmente sus declaraciones en el día de descanso, presuntamente se borró del Tour: "No veo una segunda victoria, porque hay un poder absoluto de un equipo [Astana] y eso priva del espectáculo". Y del podio, por el que presuntamente, no luchará porque no le hace "ni tilín ni tilán". "Ahora hago mi carrera y la del equipo", dijo. Y de la resignación. "Porque ya he ganado el Tour aunque para muchos fuera una casualidad", argumentó. Y de la indiferencia con la que le trata, según él, la organización de la ronda francesa, manifestada en no dejarle vestir de amarillo en la contrarreloj de Mónaco. "Y que me mantengan a la sombra, sin aparecer en el libro de ruta. Ésa es la importancia que le dan al último vencedor", se quejó.

Sastre se parece cada día más a sí mismo. Sus declaraciones de ayer recordaban a las que hizo en la Vuelta a España de 2008 cuando también se borró anticipadamente alegando el cansancio físico y, sobre todo, psicológico de su triunfo en el Tour. Y la última semana se dedicó a dar hachazos a la carrera con esa actitud de ciclista indomable que ha hecho de la resistencia su gran argumento.

Cuesta, pues, creer que Sastre, el del motor diésel, el infatigable, el persistente, se haya borrado del mapa del Tour como el Tour le ha borrado del libro de ruta: ni una sola fotografía del madrileño de 33 publicadas, publicidad aparte, y una sola del maillot amarillo, la que luce un espectador con el leoncito del patrocinador en brazos. Cuesta creer que Sastre, que citó tres veces la palabra resignación para negarla como definitoria de su estado de ánimo, no reserve algunas balas para los Alpes. Disparos o fuegos artificiales. Ya se verá. Es su táctica habitual. Todos le esperan en el pelotón y por eso se ha descolgado a la cola de las previsiones, a esa luz de gas que le hace el Tour pero en la que él se encuentra cómodo.

"Yo no seré juez y parte en los Alpes", dice. "El que quiera ganar que se lo trabaje, que ataque, que rompa la carrera y la decida a su favor". Como presuntamente Sastre se ha borrado, no será él quien enseñe el camino a los demás. Pero ya se sabe. En estos casos, tratándose de Sastre, todo es presunto. No confundir con presuntuoso. Si acaso, una humildad simulada, una rendición fingida.

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