Megatendencias
1. Acaba de celebrarse en Italia una cumbre del G-8. En la última semana de septiembre tendrá lugar en EE UU la siguiente reunión del G-20. Las formaciones G parecen instalarse de modo definitivo como los escenarios más eficaces para tratar de la crisis económica y otros problemas no menos urgentes como el cambio climático. Eficacia frente a legitimidad. La Asamblea General de la ONU debatió hace unos días sobre las dificultades económicas y sus conclusiones, como se esperaba, apenas tuvieron relevancia pública. Cobra ahora mayor significación la propuesta que hace bastantes años hizo Jacques Delors, cuando era presidente de la Comisión Europea: crear un Consejo de Seguridad Económica en el seno de las Naciones Unidas para tratar los conflictos económicos de nuestra era. No prosperó y hoy lo echamos de menos.
¿Alumbrará esta crisis una nueva teoría económica que sustituya a las utopías regresivas como el neoliberalismo?
2. Dentro de las formaciones G, la compuesta por 20 miembros tiene mayor impacto que el G-8. Ello se debe a la composición de la nueva geografía del poder mundial, que incorpora a los principales países emergentes. Así lo declaró la canciller alemana Angela Merkel en los días previos a la cita italiana. Para aumentar los grados de eficiencia organizativa sería preciso que en esas cumbres se conjugase al mismo ritmo la integración regional; por ejemplo, que los europeos o los latinoamericanos actúen con una sola voz en las soluciones que se adopten.
3. Conforme se va superando la parte álgida de la crisis financiera (los efectos sobre la economía real en forma de paro y empobrecimiento de las clases medias siguen vigentes), se manifiesta una pérdida del potencial reformista reclamado tan sólo hace unos meses. Hace tres cuartos de siglo, 66 países se reunieron en Londres (año 1933) para solucionar concertadamente los efectos de la Gran Depresión. Fue un fracaso porque triunfaron los intereses nacionales. Ese fallo le costó al mundo más tiempo de depresión, y sólo 11 años después, en Bretton Woods, se crearon las instituciones necesarias para dar predictibilidad al sistema. No se deben olvidar las lecciones de la historia.
4. En ese mismo año, 1933, Keynes publicó El camino hacia la prosperidad, y mil días después dio a luz su obra central, la Teoría de la ocupación, el interés y el dinero. La pregunta es si la actual crisis, con su potencial agresivo y duradero, alumbrará una nueva teoría económica que sustituya a las utopías regresivas (concepto de Fernando Henrique Cardoso): tanto el fundamentalismo de mercado, hegemónico en las últimas tres décadas, con la llegada de Thatcher y Reagan al poder y la extensión de la revolución conservadora, como el estatismo burocrático anterior, que no supo dar salida al estancamiento con inflación de la primera mitad de los años setenta.
Hay quienes miran a otra parte del keynesianismo menos de moda: los comportamientos humanos y los animal spirits. ¿Todos somos keynesianos?
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