"A veces las mujeres conciliamos a través de la desigualdad"
Sonríe a cada minuto. Con toda la cara. También sus ojos azules y brillantes. Y sus manos. Rebeca Grynspan lo ha sido todo en la política de Costa Rica, su país. Segunda vicepresidenta, ministra de Vivienda, ministra del Sector Social, viceministra de Finanzas... A sus 51 años asegura estar complacida con su vida. Y lo demuestra. Casada y con dos hijos "ya grandes", esta mujer ha conseguido a base de una energía vital, que le emana hasta por los poros, labrarse una intensa carrera política que ahora desemboca en el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) como directora regional para América Latina y el Caribe.
Pero al sentarse a la mesa del desayuno, y nada más pedir un café - "Uf, lo primero que necesito es cafeína"-, confiesa que llegó a la política "por error". Asegura que nunca lo hubiera imaginado cuando empezó a estudiar Economía en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Unos años que recuerda "mágicos". Sus padres son judíos y cuenta que vivió la experiencia como algo "excepcional". La primera vez que salía de casa, que viajaba fuera de su país, que pisaba Jerusalén. Unos años que fueron para ella "una ventana al mundo" que se abrió de repente.
La directora del PNUD para América Latina y el Caribe se confiesa muy feliz
Luego llegaría un master en la Universidad de Sussex, su boda y el nacimiento de su hija. Con 29 años, y de vuelta a su San José natal, empezó a dar clases en la Universidad. "Un sueño cumplido", cuenta. Grynspan recorre, curiosa pero sin apenas detenerse, el bufé de desayuno del hotel en el que se aloja y donde asiste al Encuentro de Mujeres Parlamentarias. Mientras espolvorea sal en el huevo frito que ha escogido cuenta que nada más regresar a Costa Rica y con una "nena muy pequeña", recibió la propuesta que tiene la culpa de que esté en Madrid. Una oferta para trabajar como asesora económica del Gobierno. "Dije que no podía, por la niña y la Universidad". Hicieron oídos sordos. Era jueves y le dijeron que la esperaban para comenzar el lunes.
Su respuesta fue similar cuando, tres años después y con su segundo hijo recién nacido, le ofrecieron ser viceministra de Hacienda. "Estaba horrorizada, pero cuando uno es joven es intrépido. ¡Estaba amamantando! Hoy no hubiese aceptado", exclama. Pero lo hizo y comenzó una etapa inquieta de la que tiene "lagunas de recuerdos". Sus ojos chiquititos se abren mucho cuando cuenta que para estar con su hijo le llevaba con ella a todos los sitios en el coche. "¡Luego él llegaría a creer que trabajaba en el aparcamiento del Ministerio de Hacienda!". Aguantó dos años. Lo dejó. "Tenía que elegir y no podía con todo".
Grynspan moja pedacitos de pan en el huevo y come despacio. Deteniéndose en las palabras. "Las mujeres a veces conciliamos a través de la desigualdad. Debemos recurrir a otras mujeres para que nos cuiden a los hijos, dejar el trabajo o renunciar a la maternidad. Es la mujer la que casi siempre renuncia". Pero ella se reenganchó y continuó con su carrera. Cuenta que fue por aquella época cuando comenzó a pensar en los temas de género. "Los seres humanos deberían tener la libertad de elegir libremente, sin ninguna imposición de roles", dice. Y se pone seria por primera vez.
Cuenta que es ahora cuando vuelve a sentir el hormigueo de esos primeros días en Jerusalén. Con los hijos mayores y más libertades dice que vive una etapa de descubrimiento personal. Se nota.
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