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Reportaje:

En Nueva Zelanda antes que Cook

Investigan si un barco que salió de Galicia fue el primero en llegar a las islas

Desde el puerto de A Coruña partió en 1525 la expedición Loaisa, con Juan Sebastián Elcano al frente de una de las siete naves que pretendían explorar las islas indonesias de Las Molucas. Pero ya se sabe que no es fácil viajar por un mundo a medio explorar y, en las costas de Suramérica, las carabelas que no se dieron la vuelta, naufragaron o se perdieron y sólo la Santa María de la Victoria, donde Elcano murió, fue capaz de llegar a su destino. Pero la nao importante para el investigador neozelandés Winston Cowie es la San Lesmes, que desapareció en el Pacífico. O no. Diversas teorías consideran que, tras perder el rastro de la expedición fueron recalando en islas del Pacífico, incluida Tahití, hasta la desconocida Nueva Zelanda.

La nao 'San Lesme', perdida en el Pacífico, pudo haber sido la pionera
En A Coruña crece un árbol originario neozelandés de, dicen, 500 años

Cowie visita estos días Galicia para tratar de "unir las piezas" de un puzzle que coquetea con la idea de que los españoles o los portugueses fueron los primeros en pisar Nueva Zelanda, mucho antes de que el holandés Abel Tasman, en 1642, y el inglés Cook, en 1769, se apuntaran el tanto de descubrir para sus países estas islas vecinas de Australia. Y es que el propio James Cook se encontró con que algunos tahitianos eran "casi tan blancos como los europeos y algunos eran pelirrojos" y escuchó también las historias de maoríes que explicaban que algún hombre blanco o turehu había llegado a Wellington, la capital de Nueva Zelanda, donde se había casado y tenido un hijo con una mujer maorí. Europa va devolviendo, como aprobó Francia hace unos días, las cabezas tatuadas y momificadas de maoríes que fueron usadas como objetos de comercio por los europeos. Entre las ya recuperadas, hay alguna con el pelo rojo. Otro explorador, Bougainville, descubrió en 1768 "cuatro o cinco" palabras del lenguaje de los tahitianos "derivadas del español" como hauri, que significa hierro, o mattar y mate, de asociación evidente con matar.

Ahora, en Galicia, Cowie busca pistas y contactos que le permitan seguir la investigación. Aquí están Aranga y Tui, dos ayuntamientos gallegos presentes también en Nueva Zelanda, donde para los nativos perro es pero y buque se dice kaipuke. Resulta que el pájaro representativo y autóctono del país se llama Tui y en la costa oeste, cerca del mar, hay un pueblo llamado Aranga, palabra que no tiene significado en maorí. Y es que en el San Lesme más de la mitad de la tripulación era gallega. Bajo la arena movida por las fuertes olas de esa costa, descansan dos carabelas, que Cowie se animará a explorar en diciembre, construidas con madera del sureste asiático, donde españoles y portugueses se repartían las colonias.

Mientras tanto, se decanta por otra teoría que también deja el descubrimiento de Nueva Zelanda en manos españolas: la que otorga el honor al navegante y descubridor Juan Fernández, quien volvió de explorar el Pacífico en 1576. En su viaje -de un mes hacia el oeste desde Chile- se encontró con unas islas que encajan con la descripción de nuestras antípodas. O, al parecer, así se lo describió al rey español Felipe III el licenciado Juan Luis de Arias.

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Todo esto, sin olvidar la opción portuguesa, porque los ingleses apuntaron en el mapa de Nueva Zelanda que usaron hasta el siglo XIX que la costa oeste de las islas era "conocida" por el Reino de Portugal en 1550. Y, de hecho, la geografía de la carta deja lugar a toponimia portuguesa. Sin embargo, Cowie apuesta por los navegantes españoles, ya que desde que el Papa Alejandro VI firmó en 1494 el tratado de Tordesillas, por el que trazó en el planisferio una línea de arriba a abajo pasando por encima de Brasil, España tenía derecho a explorar hacia el oeste de la raya y Portugal hacia el este.

La visita de Winston Cowie a Galicia sigue los pasos históricos de una investigación que comenzó por la Botánica, porque en el patio de la comisaría de Monte Alto en A Coruña crece desde hace cientos de años un árbol originario de Nueva Zelanda, un metrosidero o pohutukawa, como lo llaman los maoríes. Los vecinos dicen que el ejemplar tiene más de 500 años, lo que reforzaría la teoría de que los españoles estuvieron por las antípodas antes que nadie. El botánico Warwick Harris fue el primero en acercarse a A Coruña para ver el árbol y montar, a la vuelta a su país, un gran revuelo mediático.

Harris no tenía clara la edad del árbol y continúa sin saberlo. Y es que es necesario que un dendocrónologo introduzca una varilla de 4,5 milímetros en su tronco para poder datar el árbol. En su momento, el alcalde se negó porque temía que el examen dañase el ejemplar, pero Cowie no renuncia a convencer al Ayuntamiento y traer a Galicia a algún dendocronólogo neozelandés, acostumbrado a tratar con pohutukawas, que ayude a aclarar quién puso primero el pie en las antípodas.

Cowie (segundo por la derecha), acompañado por su equipo y su contacto gallego, en el ayuntamiento coruñés de Aranga.
Cowie (segundo por la derecha), acompañado por su equipo y su contacto gallego, en el ayuntamiento coruñés de Aranga.GABRIEL TIZÓN

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