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Columna
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El Estado

Uno de los pilares ideológicos del Partido Popular es la creencia en el Estado. Durante años gran parte de su discurso se ha centrado en señalar cómo los nacionalistas debilitan y socavan las decisiones generales. La idea sería respetable si quien la defiende fuera coherente. Pero no. El PP es experto en organizar rebeliones contra las decisiones del Parlamento. El tabaco, la Educación para la Ciudadanía, la ley del aborto. Como respuesta, por ejemplo, a lo que no es más que un marco legal que no obliga a nadie a tomar una decisión que vaya contra sus principios, las comunidades peperas se preparan para aleccionar ideológicamente a las futuras madres: ten un hijo, tenlo, si luego no puedes hacerte cargo de él, lo das en adopción y santas pascuas. En Estados Unidos la maternidad se "protegió" con ayudas económicas a las chicas de barrios deprimidos. El resultado de esta política social fue que las adolescentes se cargaron de hijos no deseados para ser beneficiarias de esos subsidios. No hay que culparlas, en algunos casos el dinero les permitía huir de un padrastro que las maltrataba. Hace tiempo que este sistema está en entredicho. Entre otras cosas porque lo que estimula la maternidad es la flexibilidad laboral, la no discriminación de las embarazadas y un buen sistema de escuelas infantiles; es decir, la ayuda a ese niño del que luego se olvidan las caritativas organizaciones de apoyo al embarazo.

De cualquier manera, agradecería que el Partido Popular dejara de hacer gala de su lealtad al Estado. Si las razones identitarias no tienen por qué anteponerse al bien común tampoco debieran serlo las razones morales. Qué casualidad, identidad y moral, dos asuntos en principio tan alejados y tan comunes en lo esencial: corresponden a la vida privada de los ciudadanos. Echar mano de ellos para hacer oposición, eso sí que es desleal.

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