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Columna
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Los primeros dos meses

Esta semana termina el presente período de sesiones d el Parlamento, cuando se cumplen cuatro meses desde las elecciones que dieron el triunfo al PP y transcurridos sesenta días desde la formación del Gobierno presidido por Alberto Núñez Feijóo. Y han bastado estos dos meses para dejar algunas cosas meridianamente claras.

La primera, y la más relevante, que la vida pública gallega está sumida en una preocupante parálisis como consecuencia de la incapacidad de un Gobierno mediocre -algo que ha reconocido el propio Feijóo cuando en diversas ocasiones ha justificado el nombramiento de sus conselleiros porque, por diversas razones, le habían fallado los que desearía haber designado-, y por la falta de un verdadero programa de gobierno, entendido éste no como una simple declaración de principios o intenciones, sino como la definición de un proyecto en el que se explicitan prioridades, instrumentos y plazos. La prueba irrefutable de lo que afirmo la constituye el hecho de que las únicas decisiones positivas que ha tomado el Ejecutivo de Núñez Feijóo son aquéllas que dan continuidad a las medidas adoptadas por la anterior Xunta de Galicia. Visto lo visto estos dos meses, es difícil explicar la obsesión que mostraba Feijóo por acelerar el traspaso de poderes, salvo por la inercia de un absurdo e insoportable electoralismo.

Feijóo se ha decantado por hacer de la Xunta una sucursal de la dirección estatal del PP

Los primeros sesenta días transcurridos desde la toma de posesión de Feijóo también han puesto de manifiesto las falacias del Partido Popular durante una campaña electoral que ha rozado los límites del fraude político. Algunos ejemplos ilustrarán bien, creo, esta opinión. En efecto, en los meses anteriores a las elecciones y durante la campaña, Feijóo denunció una y otra vez la ausencia de política económica del bipartito, algo especialmente grave, decía el hoy presidente de la Xunta, en el contexto de una profunda crisis. Cuatro meses después de las elecciones el único documento coherente de política económica de que dispone la Xunta es el Plan de Competitividade elaborado por el Gobierno anterior. Sin comentarios.

El Banco de Terras puesto en marcha por el anterior conselleiro de Medio Rural pasó de ser considerado durante la campaña electoral un peligroso instrumento expropiatorio rescatado del programa bolchevique a ser calificado ahora como un instrumento útil para la economía agraria gallega. Todo ello, sin una sola explicación. ¿Y qué decir del concurso eólico que, en contraste con el oscurantismo y las prácticas clientelares de los gobiernos del PP presididos por Manuel Fraga, se realizó con total transparencia y con reglas que garantizaban que parte de los beneficios obtenidos de un recurso natural (el viento) revertirían en la sociedad gallega? Pues sencillamente, lo que durante la campaña electoral era una cacicada que amenazaba la seguridad jurídica es considerado ahora por el PP como un proceso impecable ante el que no se ha presentado ni un solo recurso. Naturalmente, ni una sola disculpa.

Finalmente, estos meses han mostrado a un Feijóo dispuesto a entrar como elefante en cacharrería, rompiendo alguno de los consensos fundacionales de nuestra Autonomía. Ya lo había hecho con el Estatuto impidiendo su reforma, algo de lo que pronto tendrá oportunidad de arrepentirse, cuando afronte la inminente reforma del sistema de financiación autonómica. Ahora intenta hacer lo mismo con la política lingüística, creando un problema que no existía y fomentando un enfrentamiento ciudadano de imprevisibles consecuencias al tratarse de cuestiones con una importante carga simbólica y emocional.

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Cuando Feijóo ganó las elecciones existía una duda: si el nuevo presidente de la Xunta mantendría su autonomía política y un cierto compromiso galleguista, o se decantaría por utilizar el Gobierno gallego como ariete contra el Gobierno central, transformándolo en una simple sucursal de la dirección estatal de su partido y supeditando así los intereses de Galicia a la estrategia general del PP. Sesenta días después es evidente que Feijóo se ha decantado por esta segunda opción, disipando cualquier duda que pudiese existir en la sociedad gallega. O quizá se trate de algo peor. Pues no descarten ustedes que, enardecido por su victoria electoral y ante la falta de liderazgo en el PP estatal, Núñez Feijóo intente utilizar la Xunta como trampolín para lanzar su carrera en la política española. Permanezcan atentos.

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