Tres millones de metros cuadrados de burdel
Los empresarios del polígono del Guadalhorce exigen medidas para frenar el incremento de la prostitución
Seis y media de la tarde de un día laborable. El sol que ya cae y el polvo de la carretera hace casi imposible respirar en la avenida Herman Hesse, una de las arterias principales del polígono del Guadalhorce, que con sus casi 2.700.000 metros cuadrados de suelo industrial es el de mayor superficie de Málaga. Todavía no hay mucho ajetreo, aunque la caravana de coches que trata de salir del embudo que lo conecta con la N-340 se pierde en el horizonte. Cobijadas a la sombra de varios árboles se encuentra un grupo de chicas africanas. Algunas ya andan pertrechadas con la escasa ropa de faena. Otras se preparan. Ninguna quiere contestar las preguntas sobre su nacionalidad y mucho menos sobre si conocen a chicas menores de edad que, como ellas, ejercen la prostitución en este enorme burdel al aire libre.
Unas 400 mujeres se concentran en la mayor zona industrial de Málaga
"No podemos saber su edad. No portan documentos y dicen ser mayores de 18"
Y es que este vasto polígono industrial, con un millar de empresas y por el que circulan a diario en torno a 50.000 vehículos, ha sido literalmente tomado en el último año por las prostitutas. Así lo denuncian los empresarios del polígono, alarmados por el enrarecido ambiente que este aumento en la práctica de la prostitución ha provocado en la zona, donde es frecuente que se produzcan roces entre las propias prostitutas por sus dominios y, lo que es mas grave, agresiones y atropellos por parte de los clientes a las chicas.
"No estamos contra las prostitutas, que ya están integradas en el paisaje del polígono. Lo que pedimos es que las saquen de las calles, que se busque un modo de que ejerzan en un sitio cerrado", señala Ana López, presidenta de la Asociación de Polígonos de Málaga (Apoma). López asegura que el polígono es el principal foco de prostitución de la capital, algo que está afectando a los negocios que allí operan. "Las chicas utilizan los patios de entrada a las naves para cambiarse, limpiarse o incluso para sus quehaceres, así que imagina la imagen que se llevan los clientes de esta zona", explica. Para López, la solución para ir ganándole terreno a la prostitución pasa por instalar cámaras de videovigilancia en el polígono. "Tenemos 17 kilómetros de calles, más que muchos pueblos, así que la vigilancia policial, con los pocos recursos que hay, no es suficiente. Hay altercados, robos e, incluso, accidentes de coches porque los conductores se quedan mirando. Abogamos por esta solución en todos los polígonos de la capital y así se lo hemos trasladado tanto al Ayuntamiento como a la Subdelegación del Gobierno", indica la presidenta de Apoma.
Que las mafias de la prostitución se han hecho dueñas de las calles del polígono es algo en lo que también coincide María José, psicóloga de la Asociación Mujer Emancipada, quien elude dar su apellido. "Sí que ha habido un aumento del número de mujeres. Con el verano, los proxenetas se traen a las chicas de otra parte, porque Málaga es un paraíso para esto", explica esta asistente, que desde hace más de un año colabora en el servicio de atención a las prostitutas Café y Calor, auspiciado por el Ayuntamiento de Málaga y la Junta. "Tenemos unas 200 chicas fijas que acuden al servicio. Atendemos sus problemas de salud en incluso legales, porque la mayoría están de forma irregular en España", cuenta María José, que cifra en torno a las 400 las mujeres que ejercen la prostitución en esta zona.
Una oferta que se subdivide por nacionalidades. Las prostitutas africanas -las más numerosas- dominan las calles Herman Hesse y Hermanas Bronte; las jóvenes de países de Europa del Este ofrecen sus servicios entre la carretera Azucarera Intelhorce. Al doblar la esquina, las chicas de alterne son en realidad hombres travestidos y, en la glorieta del Guadalhorce, aparecen las españolas. "A mí me han comentado profesores de instituto que algunas estudiantes vienen al polígono a sacarse un dinero rápido. La verdad es que cada vez se ven chicas más jóvenes y clientes más jóvenes también", señala la presidenta de Apoma.
"Nosotros sólo tenemos un registro por nacionalidades de las chicas a las que atendemos, pero no podemos saber si son menores de edad, ya que casi ninguna porta documentos y dicen ser mayores de 18 años", indica María José, para quien la solución a este problema no pasa sólo por medidas coercitivas: "Las instituciones deben hacer políticas encaminadas a proteger a estas mujeres y reinsertarlas".
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