Picasso y su pasión por las mujeres
La Fundación del artista en Málaga ofrece un recorrido por el desnudo en su obra gráfica
"El arte nunca es casto. Si lo es, no es arte", esta reflexión de Pablo Ruiz Picasso partía obviamente de un reconocimiento consciente de que su obra bebía de las fuentes del amor, el deseo y el sexo. Esto es evidente a todo lo largo de su carrera, intensificándose en su vejez, como puede verse en los grabados de Suite 347 (1968) y Suite 156 (1970-71), donde imperan la fantasía, el juego y el delirio.
En la exposición Picasso: la verdad del desnudo, integrada por 16 obras del artista malagueño de las colecciones de la Fundación Picasso, se ofrece un recorrido por el desnudo en su obra gráfica realizada entre 1947 y 1973. Vitalismo, deseo, erotismo e ironía se unen en estas estampas agrupadas por afinidades temáticas. Así, en la exposición, se pueden ver obras de un dinamismo pleno de equilibrios imposibles como sucede con Danzas (1954) o un homenaje a Delacroix con Mujeres de Argel (1954). Junto a ellas se recurre a escenas en las que se unen el desnudo y la máscara, Mujer con mono (1954) y El viejo rey (1959), en un juego entre el ocultamiento de la identidad y la exhibición del cuerpo. También hay lugar para las obras en las que el espacio íntimo de una habitación cerrada permite a dos mujeres desnudas fluctuar entre la conversación, el juego o el contraste entre el sueño o la vigilia, cómo se manifiesta en el conjunto de cuatro grabados realizados entre 1945 y 1956. En ellos se puede comprobar como Picasso resume motivos a lo largo de los años, o los diversos tratamientos a los que se presta el tema de la mujer con un espejo en las dos versiones que el pintor realiza en 1950.
Del mismo modo que el espejo introduce la idea de una imagen dentro de otra imagen, las escenas del pintor en su estudio invitan al visitante a asomarse a una obra en la que otra está en ejecución, y en la que hay figuras que contemplan el trabajo del artista, con lo que se duplica ingeniosamente desde el propio grabado la situación del espectador. Es lo que sucede en Modelo reclinada y El taller del viejo pintor, ambos grabados de 1954, y vuelve a suceder con las obras que cierran la muestra, en las que es la figura sombría y envejecida de Celestina la que observa e incluso acecha el esplendor de los cuerpos, y que aquí comparece en tres momentos distintos entre 1954 y 1971, demostrando la vigencia de una obsesión en Picasso.
En la sede de la Fundación Picasso (Plaza de la Merced). Málaga. Hasta el 15 de noviembre. 1 euro.
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