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Reportaje:VAMOS A GALES

Un paisaje para tres millones de ovejas

'Croeso i Gymru', bienvenido a Gales. Un decorado perfecto de prados al oeste de Gran Bretaña

Paco Nadal

Aterrizamos en el aeropuerto de Liverpool una mañana gris y plomiza. Aunque Liverpool es Inglaterra, está más cerca del norte de Gales -objetivo de esta ruta- que la propia capital galesa, Cardiff. Así que alquilado un coche y tras varios sustos iniciales provocados por la angustia de entrar en las rotondas por la izquierda, me lanzo a la maraña de autopistas que rodean el estuario del río Mersey. Los alrededores de Liverpool son tan demoledores como los de cualquier gran ciudad industrial: autopistas, nudos, puentes, polígonos industriales y barriadas de casitas bajas de ladrillo rojo sacadas de Trainspotting o Billy Elliot (el niño que quería bailar).

Sin embargo, cuando llevo apenas tres cuartos de hora conduciendo por la autopista M-56, el paisaje hace un truco de mago y se saca de la chistera un decorado radicalmente distinto. Como por arte de magia las chimeneas y las naves industriales dejan paso a un paisaje dulce y suave de colinas verdes. Un paisaje campestre y amable sacado, por seguir con el símil cinematográfico, de la leyenda del Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda. Un cartel lo anuncia: "Croeso i Gymru" (bienvenido a Gales).

Más información
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Gales es un pequeño país de apenas tres millones de habitantes y casi igual número de ovejas que forma parte junto con Inglaterra y Escocia de Gran Bretaña. Tiene su lengua propia -el galés-, su historia y su cultura. Y un decorado perfecto de prados verdes, bosques caducifolios, ríos de aguas prístinas, pequeños pueblecitos de apenas una calle y lagos en los que practicar la pesca o la canoa. La estampa ideal de esa otra Gran Bretaña rural y sosegada.

La primera localidad de nuestra ruta es Llangollen, un famoso lugar de vacaciones para los británicos que vienen hasta aquí para practicar el senderismo y el rafting en el río Dee. O para montar en el tren de vapor que sale todos los sábados desde la pintoresca estación victoriana de Llangollen para completar un recorrido de un par de horas por los valles cercanos. Los británicos tienen una querencia especial por los medios de transportes antiguos y casi en cada pueblo hay un museo de coches y motocicletas, un club de amigos del tren o un tren de vapor completo, con su chimenea humeante, su jefe de estación con gorra y silbato y sus vagones de madera aspecto fin de siècle. Llangollen es algo más grande que otros pueblos que hemos cruzado por el camino, lo que significa que en vez de una calle tiene dos. Pero son tan agradables y tan profundamente galesas que dan ganas de estar dando vueltas por ellas el resto del día. Además, no sólo el paisaje es típicamente galés, el clima también lo es. Ha salido el sol, ha llovido, ha vuelto a salir el sol y se ha vuelto a nublar varias veces, y siempre en este orden, desde que empezó la jornada.

Aldeas silenciosas

Continuamos hacia el Oeste. En busca del mar. Atravesamos bosques sin fin y colinas que se parecen una a otra, aldeas silenciosas de casitas bajas con tejado de pizarra, hasta que por fin lo encontramos (el mar) en Barmouth, un pueblo hermoso y coqueto que se asoma al estuario de la bahía de Cardigan, al oeste de Gales. Barmouth es el típico pueblo balneario de vacaciones sosegadas, señoriales, veraneos de rebeca y paraguas. Tiene una iglesia de piedra oscura que destaca poderosa y enorme sobre los tejados y un barrio de casitas tradicionales que se encarama a la ladera como ovejas que triscaran por los prados casi verticales. Enfrente, un espigón de cemento protege el pequeño puerto en el que sestean varias embarcaciones de recreo. Desde lo alto del pantalán se divisa un escenario abierto y grandioso. Sólo hay viento, grandes extensiones de arena de bajamar, un horizonte infinito y una bandera roja que despunta sobre los carrizos que coronan las dunas. Los charcos que ha dejado la marea espejean como papeles de plata. El vendaval arranca remolinos incluso en estas pequeñas lagunas de aguas estancadas, rizando su superficie como una piel de naranja. De vez en cuando un tímido sol aparece entre los oscuros nubarrones y sus rayos pintan la escena a brochazos, como si un gran foco dorado recorriera la negritud de la marisma. El mar es un mar frío; sugerente pero amenazador. Inspira temor y nostalgia. Un mar "lento, negro, negro como el cuervo que sigue a las barcas de pesca", escribía el gran poeta galés Dylan Thomas, que nació muy cerca de aquí, en Swansea y murió alcoholizado en Nueva York después de haber castigado su hígado por todas las tabernas de la vieja y la nueva Inglaterra.

Pero Gales es sobre todo un país para caminar. Los británicos son grandes amantes del senderismo y Gales es la gran reserva rural de la isla. Es habitual ver gente de todas las edades (incluidos muchos septuagenarios) caminando con su ropa de gore-tex y sus bastones telescópicos de aluminio por los senderos del Parque Nacional de Snowdonia, la reserva natural que cubre casi todo el norte de Gales. Impasibles ante el sol, el viento o la lluvia. Las de Gales no son montañas muy altas: la cumbre del país (y segunda cima más alta del Reino Unido) es el Snowdon, que tiene apenas 1.200 metros de altitud. Poco si lo comparamos con los Alpes o los Pirineos, pero en estas latitudes, suficiente como para que en invierno esté cubierto por una buena capa de nieve y una mala tormenta, incluso en primavera, ponga en aprietos a senderistas incautos.

Tren cremallera

Hasta la cima (o casi) del Snowdon sube un encantador tren cremallera que funciona con vapor. Sus vagones de madera suelen ir atestados de turistas, no en vano es una de las mayores atracciones del norte de Gales. El tren sólo se detiene media hora en la última estación (a hora y media a pie de la cumbre) por lo que muchos aficionados compran sólo el billete de ida y luego regresan a pie por el sendero que discurre paralelo a la vía. Se elija la forma que se elija de subir y bajar, es más que recomendable llegar hasta aquí arriba para disfrutar de una de las mejores y más amplias panorámicas de las suaves colinas de Gales. Por encima de los 800 metros, las montañas galesas son páramos desnudos de turba y matorral rastrero; no hay un solo árbol, y el viento y las nubes bajas barren las ondulaciones yermas. Pero luego, a medida que desciendes al valle, el paisaje cambia de forma radical. Las laderas peladas y de colores sombríos de las cumbres se convierten en bosques de hayas, de robles, de castaños, de avellanos o de abetos, mullidos por una capa esponjosa de líquenes y humus. Hay agua por todas partes. Y cascadas en cada valle. Una orgía de colores, sobre todo en primavera, cuando cada nuevo brote aporta un verde diferente a la escena, o en otoño, cuando los bosques caducifolios se ponen el pijama para afrontar el largo invierno.

600 castillos

Gales es además el territorio europeo con mayor concentración de castillos por kilómetro cuadrado: unos 600 inventariados. Muchos de ellos, con un porte soberbio, rodeados por un paisaje de leyenda y, en muchas ocasiones, abocados al mar. Uno de los que responden a estas características es el castillo de Caernarfon, al noroeste del país, en el estrecho de Menai. Caernarfon es una fortaleza hecha para impresionar, de muros robustos y torres altísimas, que se empezó a construir en 1283 por orden del rey de Inglaterra Eduardo I junto con otros muchos recintos fortificados para someter a los galeses y perpetuar el dominio inglés sobre este territorio. Debía de ser la más grande e inexpugnable fortaleza nunca antes construida en la isla de Gran Bretaña. Y lo fue, a pesar de que nunca llegaron a ejecutarse todas las obras proyectadas por los arquitectos del rey. En Caernaforn nació el hijo y heredero de Eduardo I, al que nombró príncipe de Gales. Por eso desde entonces los herederos del trono británico reciben ese nombre y, al menos desde que los Windsor se sientan en Wentminster, son proclamados oficialmente aquí, en una ceremonia al aire libre en el patio de este castillo de cuento de caballeros y princesas. Otras fortalezas en primera línea de playa son Conwy y Harlech.

Antes de regresar a Liverpool (donde se puede hacer una escapada a St. Helens para admirar los veinte metros de altura de la nueva escultura al aire libre de Jaume Plensa) y salir de este escenario bucólico nos trasladamos hasta la isla de Anglesey en busca del topónimo más largo del mundo. No hay que dar muchas vueltas para encontrarlo. Está al pie de una carretera local que va de Bangor a Holyhead y se llama: Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysilliogogogoch. No es ninguna broma. Este pequeño pueblo de casas anodinas se llama así. Qué pensaba quien se lo puso nunca lo sabremos. Lo que si sabemos es que en galés, una lengua de origen celta que habla el 80% de la población y que se parece tanto al inglés como el euskera al español, significa: "La iglesia de María en el hueco del avellano blanco cerca del feroz remolino y de la ermita de la cueva roja". El rótulo es casi más grande que la estación de tren y de forma completa sólo lo hemos visto en la pared de un concesionario de coches que tiene la fortuna de contar con una fachada muy larga, y en una galería comercial a la entrada del pueblo donde han montado un pequeño negocio con fotos y souvenirs en torno al nombrecito de marras. En el resto de cartelería del pueblo no queda más remedio que ponerlo abreviado: Llanfairpwllgwy. Que ya de por sí es suficientemente raro.

Más propuestas e información en la guía de Reino Unido

Guía

Datos básicos

» Moneda: libra esterlina (una libra equivale a 1,15 euros). » Geografía: Gales se sitúa al oeste de Gran Bretaña y ocupa una superficie de 20.900 kilómetros cuadrados (equivalentes a unas dos veces Navarra).

» Población: tres millones de habitantes.

Cómo ir

» Llangollen se encuentra a unos 85 kilómetros por carretera al sur de Liverpool.

» Ryanair (www.ryanair.es) conecta 11 aeropuertos españoles con Liverpool. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 20 euros.

» Easyjet (www.easyjet.com) vuela a Liverpool desde siete aeropuertos españoles. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 78,42 euros.

Información

» Oficina de turismo de Gales (www.visitwales.es).

» Turismo de Gran Bretaña (www.visitbritain.es).

» Web de Llangollen (www.llangollen.org.uk).

» Parque Nacional de Snowdonia (www.eryri-npa.co.uk; 0044 17 66 77 02 74).

» Turismo de Anglesey (www.visitanglesey.co.uk).

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