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Reportaje:

Cangas, sinónimo de balonmano

O Morrazo regresa a la Liga Asobal después de tres años en la categoría inferior. El club espera que el ascenso sirva de revulsivo entre la afición

En Cangas el balonmano adquiere un carácter totémico, es el deporte rey, el que movilizó en mayo de 1995 a 2.000 vecinos para desplazarse hasta León y dar aliento al equipo para que ascendiera a la División de Honor. Una afición incondicional que convirtió O Gatañal en feudo inexpugnable, una cantera que no dejó de dar frutos y de trabajar para mantener ese estatus 11 temporadas. En 2006, cuando el equipo acababa de estrenarse en competición europea, llegó el descenso anunciado por los agoreros que no entendían como una población de 25.000 habitantes sostenía un equipo en la mejor Liga del mundo, la Asobal.

Tres años después, el Cangas Frigoríficos do Morrazo está de vuelta. En las máximas categorías de fútbol, baloncesto, voleibol y, por supuesto, balonmano, no hay una escuadra que represente a una villa más pequeña.

El ascenso llegó gracias a un 6-0 que consiguió la defensa del equipo
El club se plantea reducir sus fondos y renegociar el contrato del técnico

"El primero fue el ascenso de la ilusión, éste es el de la rabia", anticipa Manolo Camiña, más que un presidente, un hombre orquesta que antes fue jugador y entrenador, que lo mismo negocia con patrocinadores, se sienta en el palco o pasa la mopa a la pista. "Él es el club", zanja Suso Soliño, otro estandarte, capitán del equipo con un bagaje de más de 800 partidos en la máxima categoría y único jugador presente en los dos ascensos. Camiña se muestra combativo ante la labor de la Asobal, que ahora organiza la Liga tras heredarla de la Federación. No olvida que el descenso vino con una fuerte multa por la supuesta infracción de unos derechos televisivos. "Nos querían quitar de en medio, pero les dije que volveríamos", recuerda.

Camiña ha cumplido, aunque a su equipo le costó adaptarse a una categoría cainita en la que una decena de rivales luchaban por dar el salto. Tras el paso sin éxito del técnico portugués Paulo Jorge Pereira, el verano pasado, el presidente fue a Málaga a buscar a Curro Lucena, un técnico de 36 años que llevaba dos lejos de los banquillos tras un meritorio trabajo con el Maristas, también en la segunda categoría. Camiña apunta que sabía de "su trabajo con los jóvenes y de su gusto por jugar con la defensa abierta y lanzar el contragolpe, que es el estilo que gusta en Cangas", un balonmano frenético, de subir y correr que al final debió modelar. "Tuvimos lesiones y para actuar así necesitaba una plantilla más amplia", se excusa. Al final, la firme defensa llevó al ascenso con un 6-0 en un final de temporada al que el equipo llegó al galope.

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Las normas dictaban dos ascensos directos hasta que esta temporada la Federación decidió que los clasificados del segundo al quinto se jugarían una plaza durante un fin de semana y bajo el formato de semifinales y final. El Cangas, quinto, batió en la coda final al Anaitasuna navarro y al Guadalajara. "Fuimos de menos a más", explica Lucena, "porque al principio ni yo conocía a los jugadores ni ellos me conocían a mí. Después de Navidad el grupo fue otro, no hubo fisuras".

En la fiesta del ascenso, durante su rúa por la villa, los jugadores portaban en las camisetas su agradecimiento a la afición, pese a que "ya no viene al pabellón tanta gente como antes", como lamenta Soliño. "Al principio de temporada, el público ejercía mucha presión sobre el equipo y jugábamos mejor fuera", reconoce. Ahora espera que los aficionados vuelvan y recuerden la historia que comenzó en 1961 con partidos sobre los adoquines de la Avenida de Vicenti los domingos, tras la misa de las 12. Camiña no era de ir a la iglesia, prefería ayudar a cargar y atornillar los postes de las porterías, en las que las redes nunca faltaron por ser un pueblo marinero, mientras los jugadores pintaban la pista en una calle que no daba las medidas de ancho reglamentarias. "De un salto llegábamos a la portería", recuerda Camiña, que rememora partidos bajo la lluvia y escapadas a Vigo para jugar en la abarrotada pista de cemento de la sala de baile de Las Cabañas.

Cangas es sinónimo de balonmano y esfuerzo. Siempre hubo estrecheces que dignificaron aún más la epopeya del equipo, para el que el ascenso no cambiará nada de eso. El club incluso se plantea reducir su presupuesto, que ronda el medio millón de euros, para lo que citará mañana a Lucena, invitándole a renegociar las cifras pactadas en el contrato que aún está en vigor. Flaquea la cartera, pero no el ideario: vendrán refuerzos, pero la base seguirá siendo de la casa y continuará el trabajo con los jóvenes, con los 11 equipos del club y las escuelas de balonmano que enseñan a 250 niños que al balón no sólo se le dan patadas.

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