El abuelo Celestino, creador del mito de José Tomás
Podría haber sido futbolista, o seguir los negocios de su padre. Pero José Tomás es un mito viviente porque su abuelo Celestino le hizo matador de toros. En su adolescencia, el diestro tuvo tentaciones de probar suerte en el mundo del balón, pero el abuelo insistió. Siempre quiso que su nieto mayor fuese, no un torero cualquiera, sino una figura del toreo. Lo consiguió.
Celestino Román, vecino de Galapagar, era chófer de toreros. Hoy profesión en desuso, antaño un gran honor para cualquier aficionado cabal. Tenía tan grabado a Manolete que quiso inculcar el toreo vertical del monstruo de Córdoba al primero de sus nietos. Valor demostró desde pequeño, en las primeras becerradas que promovió este entusiasta. Era común hasta el año 2001 encontrarle en cada actuación del torero, con la gorrilla calada y el bastón para ayudarse, acompañando al chico en quien sembró el veneno de la afición a los toros para convertirlo en torero de época.
Favores a conocidos
El diestro contaba en el documental francés Samuraï, portrait de José Tomás cuándo decidió ser torero. Fue una tarde en Las Ventas; acompañado por el padre de su padre vio salir a un torero por la puerta grande. Quiso cambiarse por él, rozar la gloria, dominar embestidas, hacer que los pitones rozasen la seda, y no paró hasta conseguirlo. Si flaqueaba la afición, ahí estaba don Celestino. Si no había becerras para torear en el campo, don Celestino pedía los favores que hiciese falta a viejos conocidos.
En los últimos años de carrera, se echó en falta en muchas plazas el característico bastón con el que se ayudaba al caminar y que lanzaba al ruedo en las tardes de triunfo. El 5 de junio de 2008, el astro volvió a Las Ventas. Cortó cuatro orejas, todo un hito. Al día siguiente fue a casa del abuelo: "Te traigo un regalo", y le hizo entrega de los máximos trofeos.
La noche del sábado al domingo, el 24 de mayo, dijo adiós a la vida, a los 91 años. El torero dejó Estepona, su lugar de descanso, para dar su despedida al ser querido. El martes pasado toreó en Córdoba, ciudad natal del tan admirado por ambos Manolete. Brindó al cielo. Fue su personal homenaje. Como premio obtuvo tres orejas, pero ya no tendrá a quién llevárselas a casa.
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