La euforia inunda las calles
Decenas de miles de personas toman Barcelona y las principales ciudades catalanas para dar rienda suelta al entusiasmo por el 'triplete'
Dos imágenes y dos horas de diferencia. Una: la de una especie de éxodo del trabajo a casa o de casa al bar, como si se acabara el mundo, cuando el objetivo era estar a las nueve menos cuarto ante la tele. ¡Dos! La euforia desbordada tomando las calles en forma de saltos, gritos, cánticos, banderas, caras pintadas, bocinazos, petardos... Lo que fuera para expresar la inmensa alegría que se apoderó de Barcelona después de lograr el triplete histórico. Por mucho que el Ayuntamiento buscara descentralizar la celebración -hubo pantallas gigantes en el Miniestadi y en el centro comercial Maremágnum-, Canaletes volvió a concentrar el grueso de la fiesta. La mítica fuente de la Rambla concentró a decenas de miles de personas. Si un marciano estuviera viendo la Tierra desde lejos, habría que explicarle que la alegría es lo que vivieron anoche no sólo Barcelona, sino también decenas de ciudades catalanas, en las que la felicidad se echó a las calles.
La fiesta tendrá una segunda parte esta tarde, cuando la expedición azulgrana recorra Barcelona cubriendo el trayecto que separa la parte baja de la Rambla del Camp Nou para brindar la orejuda a la ciudadanía. La rúa recorrerá el centro con dos autobuses descapotables.
En las horas previas al partido, el ambiente en Roma fue el de las grandes ocasiones. Algo grande pasa cuando Google personaliza su web y la dedica al fútbol y cuando el papa Benedicto XVI saluda a un árbitro: Massimo Busacca, el que pitó la final. La ciudad, bajo un calor estival, se convirtió en una fiesta, en la capital mundial del fútbol, tomada por 20.000 aficionados del Barça -llegados por tierra, mar y aire de todos los rincones de España y del extranjero, de China a Estados Unidos pasando por Arabia Saudí- y 30.000 del Manchester United, 10.000 de éstos sin entrada. El fair play reinó entre las dos aficiones, una convivencia apenas empañada en la madrugada del miércoles cuando un hincha inglés fue apuñalado en una pierna por un grupo de italianos. Además, la policía detuvo a tres seguidores azulgrana que llevaban tres porras y una jabalina.
Los dos impresionantes mosaicos formados por las aficiones rivales en el estadio Olímpico -dedicado al mítico Matt Busby, del Manchester, que hoy habría cumplido 100 años- ilustraron la emoción previa al partido. Presidió el palco el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, acompañado por el Rey de España, don Juan Carlos; el príncipe Guillermo de Inglaterra, y los presidentes del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, y de la Generalitat catalana, José Montilla.
El control de las entradas personalizadas funcionó, pero originó grandes colas en el Olímpico y también funcionó a rajatabla la Ley Seca implantada en el centro de Roma, razón que probablemente explica la poca afluencia de seguidores del Manchester en los puntos turísticos: se refugiaron en su fan zone, donde la cerveza estuvo permitida.
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