Un hombre íntegro
Quienes conocieron a Juan Haro y en estos amargos días me han transmitido su pesar y recuerdo, destacan ante todo la honda huella que dejó en sus vidas, así como la extraña sensación de desamparo a la que ahora se ven abocados. Nos falta su sabiduría apaciguadora de cuño antiguo que sabía transmitir con naturalidad y llaneza. Una mezcla única de conocimiento de las cosas y los seres, propio del hombre de la tierra y del pastoreo, como si formara parte de una cadena de un saber mediterráneo milenario, y de una vasta cultura forjada gracias a una tenacidad y ansias de saber inusuales.
Honesto, rebelde ante la adversidad y consecuente con sus ideas, demostró siempre una generosidad infrecuente, sobre todo en medios artísticos. El injusto olvido al que le sometió el mundo del arte en los últimos años hace que tengamos que recordar que Juan Haro era ante todo escultor en piedra y uno de los máximos y últimos representantes de la técnica y concepto de talla directa, con un dominio absoluto de los materiales, a los que daba una gran importancia en la constitución de la obra. De una pureza formal impregnada de clasicismo, sus figuras aúnan la rotundidad y la fuerza de la estatuaria antigua (de la que era profundo conocedor y admirador, sobre todo de la egipcia y la románica) y las lecciones de la modernidad (Zadkine, Manolo, Mateo Hernández). Poseen una carga expresiva de hondo dramatismo reconciliando la dureza de la piedra con la ternura y la sensualidad de las figuras. El tema principal de su obra era el ser humano: maternidades, abrazos, el amor y la muerte, la lucha, el dolor... Otros temas eran las palomas y los simios...
Combatió hasta el final tanto en su obra como en su vida por aquello que consideraba justo, en aras de unos ideales de libertad, progreso y perfección del hombre.
Alvar Haro es pintor.
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